En la ciudad de Borja, el pasado 27 de agosto de 2022, se presentó el libro titulado “EL ROMÁNICO ARAGONÉS. Mirar viendo”, obra del reconocido estudioso del arte románico Antonio García Omedes.
El acto tuvo lugar a partir de las 19.30 horas en el Salón de Actos de la casa de Aguilar, donde se ubica actualmente el Centro de Estudios Borjanos, presidido por el Ilmo. Sr. D. Manuel Gracia Rivas, Presidente del mismo.
Asistió al acto el Sr. D. Juan María Ojeda Castellot, Concejal del M. I. Ayuntamiento de Borja. Los Reales Tercios de España, fundados en 1942 por S.A.R. Don Juan de Borbón y Battenberg, estuvieron representados por Don Manuel Grao Rivas, Jefe de Relaciones Institucionales del Tercio Norte-Aragón.
Se inició el acto con una primera intervención de Manuel Gracia Rivas, quien dijo, entre otras cosas, lo siguiente: Vamos a dar comienzo a la presentación de una obra importante. Digo que es importante porque yo ya la conozco y he tenido la oportunidad de leerla y comentarla en nuestro blog cuando, nada más publicada, la pude adquirir aquí en Borja. Ha sido editada por PRAMES muy bien, con buenas fotografías. Su autor, que hoy nos acompaña es, uno o no sé si decir el mejor, especialista en arte románico de Aragón. Aparte de eso, y es la razón fundamental por la que hoy esta aquí, es nacido en Ainzón pero con unos fuertes lazos con Borja, donde estuvo destinado su padre, al que muchos de nosotros conocimos, y a él incluso cuando era un niño bastante pequeño. Antonio y yo compartimos otras muchas cosas aparte de nuestra afición por el arte, por la cultura, por Aragón en suma. Él cursó también la carrera de medicina y, con más brillantez que yo, llegó a ser un afamado cirujano en Huesca, donde ocupó incluso la presidencia del Colegio de Médicos de esa ciudad. Pero además, por sus conocimientos y por su saber, fue elegido Académico de Número de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis a la que, como sabéis, también pertenezco, aunque casi no ejerzo dada mi avanzada edad.
Cuando tuve conocimiento de la existencia del libro y de ese maravilloso blog que mantiene desde hace veinte años, titulado El Románico Aragonés y que os recomiendo vivamente visitar, y cuando vi que presentaba el libro en Ainzón con tan gran acogida, le dije, Antonio, ¿por qué no vienes a Borja a presentarlo también?, y él ha aceptado mi invitación y hoy está aquí entre nosotros. Vais a tener la ocasión de escuchar no la presentación del libro en sí, que también, sino una magnífica presentación sobre diferentes aspectos del románico aragonés que, como él me ha señalado, no es con el mismo enfoque de su intervención en Ainzón.
Allí se centraba fundamentalmente en los aspectos y en los instrumentos musicales que refleja esa riquísima iconografía presente en capiteles y distintos elementos del arte. El de hoy es diferente, por lo tanto creo que vamos a pasar un rato muy agradable.
Intervino a continuación Antonio García Omedes, quien tuvo palabras de gratitud hacia el Centro de Estudios Borjanos en la figura de su Presidente, Manuel Gracia Rivas, por su cálida acogida, y comenzó luego la presentación de su conferencia, de la que ofrecemos a ustedes, queridos lectores que nos siguen, el siguiente resumen: Es un placer estar aquí en Borja, en una situación como esta. Cuando me presentaba Manuel, sentía un escalofrío porque evocaba los casi diez años pasados aquí con mi familia, mi padre como oficial de la Guardia Civil y mi madre como maestra, y recordaba el importante cariño que sentía por esta ciudad.
Mi presentación del libro, como decía Manuel, van a ser unas pinceladas. El libro no es un libro, son veinte años de trabajo dedicado al románico, en principio aragonés. Cuando Aragón se me acabó, pasé a los limítrofes, Soria, Lérida, Navarra, todo el Camino de Santiago, incluso al sur de Francia. Todo eso no podía ponerlo en un libro, ni en cien libros, entonces lo que he hecho en este libro es hacer un resumen de las aportaciones, de los descubrimientos más importantes que he hecho al románico. Y de ellos no les voy a hablar de todos, por supuesto, sino de unos pocos que les presentaré y de los que hablaré.
Entre los agradecimientos, me van a permitir que no deje pasar a dos personas, que son Peridis, a quien todo el mundo conoce por las tiras cómico-políticas que hace en el diario El País. Pero él, además, es arquitecto y uno de los impulsores del arte románico a nivel nacional e internacional. Es una persona fuera de serie, fundador y creador de las Escuelas Taller, que han saltado el charco y las tenemos incluso en Hispanoamérica. Él decía que en su pueblo, Aguilar del Campo, había un convento caído, que es el convento donde está la Fundación Santa María la Real, y había un cartel, él lo cuenta así, que ponía “Patrimonio Nacional, prohibido el paso”, y decía ¡por Dios, que contrasentido!. Estaba en ruinas y se caía, y él dijo tenemos una ruina, tenemos un arquitecto, (que era él), tenemos ganas de aprender y gente que necesita trabajar.
Él decía que donde hay un maestro hay una escuela, y creó las Escuelas Taller. Lo que hizo fue echar arriba el convento caído y hacer la Fundación Santa María la Real del Románico, que desde luego, a nivel internacional, hoy es puntera en absoluto. Junto a él, el Presidente de nuestra Academia, Domingo Buesa Conde, gracias al cual estoy hablando aquí, porque el me dijo, “oye, me tienes que mandar un currículum tuyo”, le pregunté para qué y me contestó, “tu me lo mandas y te callas”, porque conmigo él es así, tu lo sabes Manuel.. A los dos días me dijo “te hemos hecho Académico Correspondiente”, yo le pregunté por qué, y me respondió, “por el trabajo dedicado al románico”. Después me hicieron numerario, leí mi discurso de ingreso, y aquí seguimos, extendiendo el románico, que es uno de nuestros pilares importantes de la cultura, por donde quiera que podemos.
Dicho esto, tengo que recordar el origen de todo este maravilloso lío, en el que un poco de culpa tiene mi mujer porque en el 25 aniversario de nuestra boda me regaló una cámara compacta de 3.3 megapíxeles, que parece poca cosa pero la verdad es que le di mucho juego.
Una de las primeras fotografías que hice con esa cámara es esta, que es el ábside de Acin de Garcipollera. Hablo de hace 20 años, cuando teníamos un modem de aquellos que, o hablabas por teléfono o te conectabas a Internet, y si alguno quería llamar por teléfono tenías bronca porque ocupabas la línea. Hoy es otra cosa, como bien conocen los ingenieros que nos han arreglado el ordenador aquí, pero en aquel momento era una aventura importante.
Cuando yo cogí esa imagen en un pendrive la subí primero a un sitio de Internet que me habían dado gratuito en mi proveedor de servicios, la subí , me fui al ordenador, la abrí y dije bueno esto es cosa de brujas. Enseguida mi cabeza empezó a dar vueltas porque entendí que podía, con las 12.000 fotografías que ya tenía entonces, hacer, empezar a hacer cosas, podía subirlas desde mi ordenador, compartirlas y además poner comentarios, poner información importante.
Poco a poco fui creciendo y, por ejemplo, este es un mapa activo de Aragón, con todas sus divisiones comarcales. En la página web, www.romanicoaragones.com, uno clica aquí en las Cinco Villas, es un suponer, y le aparece en grande la imagen del mapa de las Cinco Villas con los puntitos amarillos de cada uno de los sitios, y al clicar en ellos se muestran las fotografías, las imágenes y los datos que yo pienso que son importantes.
Ahora en este momento, en esa página hay del orden de 60.000 fotografías, y tengo 33.5 millones de páginas visitadas. Quiero decir que es algo que me empieza a quedar grande, me pasa lo mismo que a ti, Manuel, con tus archivos, que digo ¿por donde me amplío?, porque se me está comiendo por los pies. Pero nos haremos mayores, nos moriremos y otro vendrá después y continuará cuando toque.
Después de esa cámara compre más. Cuando conseguí reunir algo de dinero, compré una réflex, un teleobjetivo que me permitió empezar a hacer alguna filigrana.
Esta es la Iglesia de San Gil de Luna, en las Cinco Villas, no lejos de aquí, y cuando uno la ve desde fuera tiene la sensación de que es un casetón al que no entraría porque es feo. Pero cuando entras y tiras de cámara y de teleobjetivo, te das cuenta de que el interior es otra cosa, la decoración es impresionante. Hay dos maestros escultores, uno el que hace estos capiteles, que es un discípulo de Leodegario, sino el mismo, y quien esculpe este ciclo de capiteles, que no es otro que el Maestro de San Juan de la Peña, o también llamado de Agüero.
Les he señalado un ciclo de capiteles del que les voy a hablar, y después hablaré un poquito de algo que hay aquí. Cuando yo empecé a leer sobre románico, ese ciclo de capiteles que les cuento, todo el mundo, los profesores consagrados, hablaban de que esta persona era Santa Fe de Agen, quizás por la pintura. Esta imagen está tomada ya con teleobjetivo, pero son esculturas que están a unos 8 o diez metros y a simple vista no se distinguen, y con las cámaras analógicas que se hicieron esos estudios, hay muchos detalles que no se veían.
Decían que era Santa Fe, pero en ese momento llega el loco de Omedes, tira de teleobjetivo, tira de fotografías, empieza a ver detalles y resulta que la supuesta Santa Fe luce unas barbas patriarcales que la inhabilitan por completo para desempeñar ese cargo. Pero es que además me fijé que arriba había algo más. La ventaja de tener un teleobjetivo es que ves cosas que los demás no han visto, porque luego en el ordenador las ves enormes. Ahí lo resalto, las barbas y el tituli, que me llevó tiempo saber qué decía, porque pone CI, falta una S, GENIESII. Empecé a buscar santos cefalóforos, que quiere decir que te cortan la cabeza y te marchas con ella caminando.
Me salían con G, Genodio y varios santos más, pero no encontraba el que me encajara, hasta que en el Códex Valentinus encontré el martirio de San Ginés de Arlé y dije, claro es que Genies es el genitivo de San Ginés, y entonces ya me empezaron a encajar todas las cosas. Vuelve uno los ojos otra vez al capitel y se encuentra a Daciano mesándose las barbas, sentado en una silla maravillosa. Recuerden que este Maestro de Agüero (1170) que es una maravilla, es de los escultores más importantes de nuestra región.
Aquí está San Ginés que está siendo llevado por el esbirro al martirio después de haber sido juzgado y condenado. Vemos que el verdugo le está cortando la cabeza aconsejado por un demonio de piel verrugosa que está aquí detrás pero, como les decía, como era santo pues no se muere, coge la cabeza y marcha. El santo, con la cabeza cortada, pasa un rio, que es el Ródano, la mano de Dios lo bendice, y va al lugar donde se enterró, naturalmente descabezado. La cabeza no está aquí porque cayó al Ródano y, milagrosamente, a través del Ródano fue al Mediterráneo hasta Cartagena, donde dicen que se conserva milagrosamente, así lo cuenta la historia y los textos.
Esta otra imagen que les señalaba con una flechita, la del arco triunfal, en San Juan de Luna, tiene una inscripción, que no la descubrí yo sino una investigadora de las Cinco Villas. Yo la vi y dije, si aquí en este templo hay esta inscripción, a lo mejor en otro templo coetáneo de este puede haber más. Pensé en Santiago de Agüero y en Puilanca, pero ello supone buscar donde está el sitio, buscar quien tenga las llaves, que te las deje, son muchas circunstancias para lograr estas imágenes. Lo cierto es que me fui a Santiago de Agüero, que es más fácil de visitar, y dirigí mis objetivos hacia esta dodela clave donde pensaba que estaría la inscripción, y no encontré nada. En cambio, en este sillar ya ven que hay algo. El título del libro es “Mirar viendo” , y no es casual porque mucha gente lo ha mirado pero no lo ha visto.
Con más tranquilidad m fui a fotografiarlo y, en una vista ortogonal, es este que señalo. ¿Por qué le doy tanta importancia?, porque cuando construyes un templo, una bóveda, o un arco, lo último que colocas es la clave. Hasta que no colocas la clave lo que tienes es una estructura de madera que está sujetando todas las dodelas, todas las piezas que conforman el arco o la bóveda. Cuando colocas la última ya puedes descimbrar y esas piezas se ajustan ellas solas. Toda esta fila de sillares sería, para que me entiendan, como cuando se acaba un edificio, una vez que el tejado ha techado la planta superior, y se pone la bandera como diciendo hemos acabado. Esto es algo parecido, donde uno quiere poner su emblema es en el último sitio que se pone.
Por eso, insistiendo en detalles, viéndolo más cerca con el teleobjetivo encontré que allí hay un hacha, un tallante de cantero. Aquí se ve poco pero lo he resaltado porque está pintado con almagre, una exafolia, y quedan restos de pintura de almagre y de blanco.
¿Por qué cuento todo esto?, porque yo estoy convencido de que esto es la marca de taller del Maestro de Agüero, nada menos. Es un hacha de cantero, pero es que en la Iglesia de San Miguel de Biota, que el Doctor García Lloren considera como la última obra del Maestro de Agüero, en esta mocheta de su portada sur hay un cantero que se está mesando las barbas y lleva un hacha. Vean que es la misma hacha que les he mostrado. Dice que el que está representado es el propio Maestro de Agüero que está viendo su muerte en otro canecillo, en otra mocheta que hay enfrente, donde un ser monstruoso está devorando una persona. De esta también hay marcas en Egea de los Caballeros, con esa misma fisonomía, pero yo creo que es el tallante de distinción, del Maestro de la logia, del Maestro de Agüero, y por eso lo traigo aquí.
Más tarde enfoqué mi teleobjetivo a la Catedral de Jaca, donde he realizado muchas visitas y muchas fotografías, a un capitel donde, en este cuadradito, una vez buscando las marcas de cantero, vi que había una R y algo más. No basta con una vez, tienes que ir una y otra vez, repetir, trabajar en ello, hasta ver lo que quieres ver. Pues ahí se lo pongo, como está en el capitel, y aquí está resaltado para que lo vean. Pone bernard o bernardus. Es un capitel que está a unos 10 metros de altura, es decir eso no lo ha puesto un curioso que pasaba, pues no es fácil subir allí. Y resulta que Bernardus es es nombre de pila de un escultor de Toulouse, Bernardus Guilduinos, que trabajó en Toulouse y que también se hace referencia a él en la catedral de Jaca, porque este canecillo, que está reutilizado en el ábside central, es idéntico a la escultura que hay en la mesa de altar que hay en San Seguí de Toulouse, idéntico, de Bernardus Guilduinos. En historia medieval tan difícil es afirmar una cosa como negarla. Yo para los investigadores he capturado cosas, detalles. Los lanzo y habrá quien, con más conocimientos, podrá atar cabos.
Ahora doy otro salto, porque la informática es así, y nos vamos hasta el castillo de Loarre. En el castillo de Loarre, en la puerta principal del mismo, por encima de esa puerta hay un Cristo escultórico que está, como ven, mutilado y vemos solo la mitad. Lo pongo a continuación de lo que les he dicho porque esta escultura y esta no tienen nada que ver con las otras.
Esto son esculturas aplacadas que están repitiendo lo que hay en el deambulatorio de Saint Sernin de Toulouse, también de Bernardus de Guilduino, el que les he nombrado. Si imaginan que se cortan los pies por aquí, y los pies por aquí, está claro que estas tres placas las hicieron copiadas, sino Bernardus Guilduinos alguno de su taller, y que estos espacios los rellenaron con personajes en el agua, con tetramorfos, y a raíz de esto hay otro detalle que quiero decirles porque también pasa desapercibido y es otro capítulo del libro.
Cuando se representa a Cristo en Majestad, en la mandorla, esta figura se llama tetramorfos porque está rodeado de los cuatro evangelistas, de las formas de los cuatro evangelistas, como dice el Apocalipsis de San Juan, el toro de Lucas, el león de Marcos, el ángel de Mateo y el águila de San Juan. Pero si están ya en esta figura, y aquí están, ¿qué sentido tiene repetirlos?, porque el tetramorfos está repetido. Eso me llevó a otra elucubración, y es que yo creo que estas piezas son reaprovechadas de otra portada previa y las han colocado para rellenar esos espacios. Aún contaré más cosas de este friso porque se le puede sacar mucha punta.
En el siglo XVIII, a principios, la Cofradía de la Virgen del Castillo de Loarre, erigió este pabellón de reposo, porque ahora subimos a Loarre en coche pero de cuando se tomaron estas fotografías se subía andando y los que tenían posibilidades en caballerías. Entonces tenían que disponer de un sitio para estar, para dormir, para hacer sus comidas, para preparar el rancho, y lo que hicieron fue construir este pabellón añadido. Pero claro, con la construcción de este pabellón añadido lo que ocurrió fue que los pisos, aquí se ven las separaciones de los pisos, hicieron que se destruyera la mitad superior de ese magnífico friso que les he hablado, de Bernardus Guilduinos, con añadidos. No lo hablo como reproche, porque hasta ese punto, hasta el XVIII, nadie se había preocupado del castillo de Loarre, nadie más que la Cofradía de la Virgen del Castillo de Loarre. Esto está mal hecho, pero claro con nuestros ojos del siglo XXI, en ese momento aquella gente necesitaba poner un forjado, metieron maderos aquí, cortaron estas piedras y tiraron para adelante.
En el siglo XVII, en esa fecha que les pongo aquí, el Conde de Guimerá era un coleccionista de cosas relacionadas con los romanos, que encargó a Vicencio Juan de Lastanosa unos dibujos del castillo de Loarre.
Estaban traspapelados y afortunadamente hace unos cuantos años salieron a la luz. En esos papeles, el códex Valentinus, podemos ver la portada entera antes de que se partiera y se eliminara la mitad superior. Además de esto, está la planta de la cripta del castillo de Loarre. No sé si lo conocen alguno de ustedes, es un sitio especial, que tiene una resonancia maravillosa. Está muy oscuro pero los capiteles son muy bonitos. Lo que me interesa aquí es que a esa cripta hoy entramos a pie llano desde la escalera principal, mientras que en el dibujo nos están pintando cuatro escalones, y además en el dibujo nos pintan, como es normal en las iglesias, una bancada desde la cual arrancan las columnas, y eso no está.
Mi conclusión es que esta gente de la cofradía, para poner el suelo en condiciones y levantarlo, colocaron las piezas que faltan del friso de Loarre y alguna más. Por supuesto tendrían que picar más, pero yo pienso que con gran probabilidad en esa cripta del castillo de Loarre alguno de estos sillares es muy probable que nos esté guardando la mitad del friso que falta. Esto lo he denunciado en Patrimonio, he hablado con Mari Sancho Menjón, Directora General de Patrimonio Cultural, doy la vara por todos los sitios que puedo y he de decirles que fruto de eso, el año pasado unas especialistas tomaron muestras del friso que les he mostrado, un trocito de piedra, y sacaron muestras de algunas de las piedras de las losas de aquí, y hay coincidencia petrológica.
Calculen la importancia de lo que les estoy hablando, es Bernardus Guilduino, es Loarre, que es el Santo y Seña de Aragón.
Este es el castillo, con ese sitio añadido que hizo la cofradía, y tal como está en su estado actual. No salimos del castillo de Loarre. Este es un capitel, el cuarto por la izquierda del ábside de la Iglesia de San Pedro, que es maravillosa, es el paradigma del románico hispano, y es el que hemos empleado para la portada del libro. Es un capitel maravilloso, como ven, y además perfectamente conservado.
Cuando yo empezaba a hacer fotografías, con esa cámara que me regaló mi mujer, yo me acercaba lo más posible al capitel para hacer las fotos muy de cerca y lo que ocurría es que el collarino del capitel me estaba quitando parte de la información del mismo. Una vez que tuve teleobjetivo y que aprendí, lo que hacía era irme lejos y, con el teleobjetivo, sacar una foto ortogonal, que es como si me hubiera subido a una escalera.
En esa parte inferior del capitel, todo el mundo ve dos leones, pero poca gente, por no decir nadie, repara en este, a mí las primeras veces me lo tapaba el collarino del capitel. ¿Qué importancia tiene?, la gente del románico no daba puntada sin hilo, cada escultura, cada pintura, piensen que algo nos están queriendo decir, hay mensaje, otra cosa es que sepamos nosotros interpretarlo. En la época medieval, los escultores del románico utilizaban dos libros para inspirarse, uno era la Biblia y el otro es El Fisiólogo, que es un libro muy antiguo, del siglo IV, y que era tan leído como la Biblia. Es un bestiario y en el nos cuentan cosas peregrinas, de seres reales, como la paloma, la cigüeña , el elefante, o incluso seres imaginarios, como el unicornio. Merece la pena leerlo por la cantidad de cosas que cuenta.
Pero cuando llegué al león pegué un respingo, porque dice el bestiario que la cría del león nace ciega y muerta, y hasta el tercer día, que el león padre va y le hecha el aliento, no revive. Seguro que les está sonando de algo, Cristo muerto y resucitado al tercer día. Lo que nos están contando en ese capitel, a través de esa cría del león que dice El Fisiólogo, es uno de los pilares de la religión cristiana, que es el milagro de la muerte y resurrección, es un fundamento básico. Pues bien, nadie lo había visto así, es un capitel que yo interpreté, de lo cual estoy muy orgulloso y, como verán, está en la portada del libro.
Pero es que además de estos leoncitos, estas volutas no son acantos, como suele ser habitual en el capitel corintio, son brotes de helechos, cuando empiezan a surgir. El helecho es una planta que en ese momento estaba considerada como perenne, como inmortal, porque tu la cortas y, como el geizoma va por debajo del suelo, vuelve a brotar. Estamos insistiendo en la simbología muerte-resurrección por partida doble, primero por la cría del león y después por los helechos.
Vamos a seguir “mirar viendo”, ahora nos vamos otra vez a Jaca
Este es un capitel que presenté en Ainzón porque es el de David y los músicos, y es el paradigma cuando se habla de música y románico. Este capitel del siglo XI nos muestra al Rey David tocando la fídula y una serie de músicos que le acompañan. No les hablaré de música, hoy les hablo de que, cuando restauraron este capitel, el restaurador, Gerardo, me llamó y me dijo, “oye Antonio ven, que le he dado la vuelta al capitel y, no lo entiendo porque por detrás tiene cosas”. Claro, no se entiende porque si es un capitel de claustro, que lo tienes que ver por las cuatro caras, están las cuatro caras esculpidas, y si es un capitel que va a estar pegado a la pared, un capitel de machón de claustro, la cara oculta no tiene que tener nada porque va a estar escondida, va a estar formando parte de ese pilar.
Entonces, ¿Qué pasa, por qué esto es así?. Veréis que hay unas volutas, pero además hay unas semiesferas talladas en relieve y que, dándole vueltas caí, cuando pasé por la Iglesia de las Capuchinas de Huesca, con esos chinchetones, con esos clavos grandes, de seis centímetros de diámetro, que tienen las puertas antiguas, y até cabos, empecé a ver después de haber mirado, porque estas oquedades que tiene el capitel y el ábaco corresponden a una puerta que hoy no conocemos pero que formaría parte de un parteluz para sujetar el tímpano del crismón de Jaca.
¿Por qué lo quitaron?, mi hipótesis es que, posiblemente en el XVIIXVIII, habrá que consultarlo, cuando empezaron a sacar pasos procesionales, que los meten y los guardan en el templo, esta portada, si no quitaban el parteluz no había forma de que el Paso de Semana Santa pasase por allí. Yo creo que fue la causa de que lo retiraran y lo colocaran primero en la Lonja Chica y después en el Museo Diocesano.
Esta iglesia está mas cerquita de aquí, es la Iglesia de Fréscano, es la iglesia del cementerio. Cuando me enteré, por una noticia en la prensa, de que la habían restaurado y había pinturas románicas, pues me faltó tiempo para venir a Fréscano a verlo.
Muchas más cosas de interés nos contó Antonio García Omedes, pero hemos de poner aquí fin a nuestra crónica y lo hacemos felicitándole por su magnífica conferencia, de la que guardaremos grato recuerdo, a la vez que expresamos nuestra gratitud al Centro de Estudios Borjanos, en la persona de su Presidente, Ilmo. Sr. D. Manuel Gracia Rivas, por su gentileza al invitarnos a la misma.