El pasado día 29 de julio de 2021 realizamos una visita devocional a la Virgen de la Salud, en Barbatona, (Guadalajara), seis oficiales de los Reales Tercios de España, pertenecientes al Tercio Norte, que agrupa las Comunidades de Aragón, Cataluña, Navarra y las provincias Vascongadas.
Esta peregrinación al santuario de la pequeña pedanía de Sigüenza, que es Barbatona, se asienta ya como una tradición que los Reales Tercios de España vienen manteniendo ininterrumpidamente desde hace 12 años. Con ella el Tercio Norte-Aragón presenta a la Virgen de la Salud, su devota expresión, plasmada, junto a los momentos de oración, en una ofrenda floral que se deposita a sus pies. Anualmente, en los aledaños de la pequeña ermita de Barbatona, se congregan más de 40.000 peregrinos en una romería, de centenaria tradición.
Reproducimos aquí una interesante información facilitada por la Diputación de Guadalajara: Un inventario de finales del siglo XVI informa de la existencia en la Iglesia de Barbatona de dos imágenes, una, un retablo con un San Andrés de alabastro, que por estar indecente fue enterrada en el cementerio y otra, una imagen de la Virgen vestida de formato románico y que en el año 1702 adquirió el definitivo nombre de Nuestra Señora de la Salud.
El 9 de septiembre de 1710, las tropas del Archiduque Carlos, en el contexto de la Guerra de Sucesión, profanaron la iglesia y vejaron la imagen de la Virgen. Su restauración se realizó en Sigüenza, recogiéndose limosnas para ponerle un retablo digno. Se creó en la citada ciudad una cofradía para fomentar y asegurar su culto y se iniciaron los trámites para construir, junto a la iglesia parroquial, una ermita con mayor capacidad y ornato. En el año 1883 se convocó una peregrinación diocesana, que finalmente se suspendió con motivo de una epidemia de cólera. La primera peregrinación tuvo lugar el 18 de septiembre de 1904. Dado el éxito, el obispo diocesano decide institucionalizar las Marchas, estableciéndose todos los años en el segundo domingo de mayo para fomentar el culto a la Virgen, celebrándose ininterrumpidamente desde el año 1965.
La Marcha la preside el Obispo de la Diócesis, acompañado por otros obispos, autoridades civiles y militares y miles de fieles de todas las comarcas de Guadalajara así como de otras provincias, arrancando a pie de la plaza de la Catedral de Sigüenza, recorriendo los siete kilómetros de distancia con el rezo del rosario.
Además de las manifestaciones puramente religiosas que tienen lugar con este motivo en Barbatona, también existe un gran ambiente popular que las rodea y da colorido a la jornada a través de mercadillos, artesanía, etc.
Quienes componíamos la Delegación del Tercio Norte-Aragón, continuamos con nuestra particular peregrinación y visitamos luego la majestuosa Catedral de Sigüenza y Lo primero que nos sorprendió fueron sus dimensiones, su monumentalidad, una impresionante construcción medieval, de inexpugnable aspecto, dentro de la ciudad. Las dos torres exteriores de la fachada principal con merlones le dan un aspecto de fortaleza militar a la catedral, como en otros edificios religiosos de la misma época.
Pero veamos ahora lo que nos cuenta la propia catedral desde su página informativa: La vetusta ciudad de Sigüenza tiene noble e interesante historia en los anales de la iglesia y de la Patria. Es pródiga su historia en aconteceres gloriosos.
De origen arévaco, la Muy Noble y Fidelísima Ciudad de Sigüenza ha conservado, a través de tantos siglos y de tantas mudanzas, la raíz céltica de su nombre, que eleva su abolengo a los orígenes de nuestra Patria.
En la época romana se llamaba Segontia. Luego, tras el paréntesis visigodo, los musulmanes potenciaron su situación estratégica con el levantamiento de buenas defensas, y dominaron el territorio hasta que un 22 de enero de 1124, día de San Vicente Mártir, Bernardo de Agen, de nacionalidad francesa, hombre fogoso, mitad monje – pues era cluniacense – y mitad guerrero, se apoderó de la ciudad y expulsó a los muslines.
La ciudad del Doncel es todo un símbolo.
Fue, en tiempos pretéritos, uno de los puntos clave del sistema de baluartes defensivos que cerraban la frontera contra el islam.
Sigüenza ha sido enriquecida por una pléyade de Cardenales y Obispos insignes, que decoran la joya preciosa de su catedral, asombro y pasmo del arte.
En la cumbre, su histórico castillo, palacio de los Obispos y Señores de la Ciudad hasta fecha relativamente reciente, fue testigo de sangrientas escenas en tiempos árabes, y de las lágrimas de doña Blanca de Borbón.
En el centro, su catedral-fortaleza, majestuosa e insigne, de severa e impresionante arquitectura, dominando, cual guerrero gigante, el hacinamiento de los edificios de la ciudad, los cubos de sus murallas y las torres de sus iglesias.
En el corazón de España y en la región de Castilla, la hidalga, tiene su asiento Sigüenza, la “Ciudad del Doncel” – estatua acodada y yacente sin par en la estatuaria mundial – ciudad castellana, la “Ciudad del silencio y de la luna”, en frase de Alfredo Juderías, la del límpido cielo azul, perfumada con esencias yodadas de sus extensos pinares, de frondosa “Alameda” a orillas del Henares.
Museo vivo de arte: románica, cisterciense, gótica, renacentista, plateresca, barroca, neoclásica…
Sus iglesias y conventos, la universidad de San Antonio de Porta Coeli, la Alameda del Obispo Vejarano…todo, todo en ella nos habla de sus pasadas grandezas.
Este es el marco que guarda uno de los más bellos cascos urbano-arquitectónicos de España y los venerables muros de una de las más antiguas catedrales españolas.
Haría falta una enciclopedia para enseñarnos todas las maravillas que guarda la Catedral de Sigüenza, pero como eso no está a nuestro alcance nos detendremos en lo que representa un auténtico icono de este templo catedralicio, la Capilla del Doncel, de la cual nos dice lo siguiente:
Es la capilla seguntina de mayor esplendor desde el siglo XVI. Ocupa el extremo meridional del transepto y se abre a él por una magnífica portada, de comienzos del siglo XVI, de composición y decoración netamente renacentistas, con primorosas labores platerescas, obra de Francisco de Baeza, que mando labrar el obispo de Canarias Fernando de Arce, hermano del Doncel, quien a la par que honró a los suyos dio palpable muestra de su buen gusto y enriqueció a la catedral con obras de muy subido valor artístico.
El interior es obra de los siglos XIV-XV. En ella se encierran los enterramientos de varios miembros de la familia noble Vázquez de Arce, que a cambio del privilegio que le otorgó el Cabildo en 1491 pactó con él, “adornarla, y dotarla y poner en ella el culto con la mayor decencia”.
En las jambas del arco artesonado se abren dos grandes hornacinas, que contienen las urnas de Martín Vázquez de Sosa y Sancha Vázquez, (abuelos del Doncel). La efigie del caballero D. Martín viste un hábito sobre la cota de malla y sostiene entre las manos el largo montante. La de su esposa, Sancha Vázquez, yace como dormida.
En el centro del panteón se levanta un soberbio mausoleo, que guarda las cenizas de Fernando de Arce y Catalina de Sosa, padres del Doncel, con las efigies yacentes.
En la pared, destacando entre ellos, el famosísimo mausoleo del Doncel (siglo XV), que tiene cinceladas labores en sus pilastras, en sus arcos y pinturas de la Pasión de Cristo, de estilo seco y expresivo que se han atribuido a Antonio de Contreras. No es posible entrar en la catedral sin visitar esta joya de la escultura universal, mundialmente conocida, siendo la obra que más atrae de este templo catedralicio. El más ostentoso enterramiento existente en la catedral es esta maravillosa estatua del joven e ilustre comendador D. Martín Vázquez de Arce, muerto gloriosamente en la guerra de granada cuando sólo contaba veinticinco años de edad, reclinado sobre su sepulcro en la capilla de San Juan y Santa Catalina.
Por encima del cuerpo del guerrero se lee en la pared un epitafio cincelado en caracteres góticos cuya inscripción funeraria reza así:
“Aquí yace Martín Vázquez de Arce, caballero de la orden de Santiago, que mataron los moros, socorriendo al muy ilustre señor duque del Infantado, su señor, a cierta gente de Jaén, a la Acequia Gorda, en la vega de Granada.
Cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce, su padre, y sepultólo en esta capilla año 1486.
Este año tomaron la ciudad de Loja, las villas de Llora, Moclín y Montefrío por cercos en que padre e hijo se hallaron”.