En el histórico escenario de la plaza del Portillo, de la Inmortal Ciudad de Zaragoza, asistimos un año más a la conmemoración de la Capitulación de Zaragoza, doloroso episodio acontecido durante la Guerra de Independencia. El acto Tuvo lugar el pasado 23 de febrero de 2025 en torno al emblemático monumento a las Heroínas de los Sitios. Es este un precioso grupo escultórico, obra del afamado artista Mariano Benlliure, inaugurado el 29 de octubre de 1908 con la presencia de SS.MM. los Reyes.

Como en tantas otras ocasiones, en actos organizados por la Asociación Cultural los Sitios, en los que se mantiene vivo en la memoria colectiva el recuerdo de la mayor gesta heroica de la ciudad, el evento se vio enriquecido por la asistencia de numerosas personas integradas en grupos y asociaciones culturales de recreación histórica, ataviadas con vistosos trajes regionales, que recrean el paisanaje aragonés de la época napoleónica.

El Presidente de la Asociación Cultural los Sitios, Ilmo. Sr. D. Gonzalo Aguado Aguaron, dio inicio al acto con las siguientes palabras: Muchísimas gracias por acompañarnos una vez más a este emotivo acto de conmemoración de la capitulación de Zaragoza. Para nosotros es una gran satisfacción repetirlo todos los años para conmemorar uno de los momentos más importantes en la historia de Zaragoza, el momento de su capitulación. Zaragoza había sufrido terriblemente dos asedios y además una epidemia que acabó con casi la mitad de la población de la ciudad. Zaragoza estaba totalmente arrasada.
Los defensores habían perdido a su ciudad, habían perdido a sus seres queridos y habían sacrificado todo por la defensa de Zaragoza. Y ahora llegaba el momento amargo de no ser capaces de continuar. El Mariscal Lannes había enviado un ultimátum a los defensores amenazándoles con la voladura de las últimas minas, que estaban colocadas en el Coso, y causar una enorme mortandad. Palafox estaba muy enfermo, según las crónicas de entonces agonizando porque había contraído la enfermedad del tifus exantemático. Cada día morían unas trescientas personas, solamente de la enfermedad, de la epidemia, más aparte de la gente que estaba muriendo por los combates.

La Junta de Defensa se reunió y valoró que era imposible continuar defendiendo Zaragoza. Organizó una comitiva que se dirigió a Casablanca, donde se encontraba el Mariscal francés, para desde allí hacer esas negociaciones para capitular Zaragoza. Lo primero que hizo el Mariscal Lannes, cuando recibió a esa comitiva encabezada por Pedro María Ric, fue reñir a los defensores por su defensa de Zaragoza, y Pedro María Ric dijo que no habían ido allí para ser reñidos y que, si eso es lo que quería el Mariscal, se verían las caras en las calles de Zaragoza. El Mariscal francés tuvo que calmarse y, a pesar de que él no quería tener que negociar unos capítulos con los defensores de Zaragoza, se vio obligado para que, de esa manera, terminaran los asedios de Zaragoza y poder comunicar al emperador que ya se había conquistado la ciudad. Estos capítulos son los que hicieron que la ciudad sobreviviera a los Sitios de Zaragoza. Muchas veces me preguntan si Zaragoza se había rendido, y hay que explicar que una cosa es rendirse y otra es capitular, que es cuando se negocian las cláusulas que el vencedor tiene que obligarse a cumplir, y os voy a poner un ejemplo. En la Guerra de Independencia, en Tarragona, que también fue una ciudad asediada, no fueron capaces de firmar una capitulación como se hizo firmar en Zaragoza, y los franceses cuando entraron en la ciudad de Tarragona la quemaron por completo, robaron, asesinaron a toda la gente y destruyeron la ciudad todo lo que pudieron. Eso es lo que pasó en una ciudad que no había capitulado, por lo tanto tenemos que poner en valor aquella capitulación, en ese momento triste, amargo y durísimo para todos los defensores, pero que es justamente el hecho que estamos conmemorando en este día.

Ahora vamos a oír a Faustino Casamayor, un cronista de la ciudad, que nos cuenta como sucedió todo este hecho de la capitulación. FAUSTINO CASAMAYOR. Diario de los Sitios de Zaragoza, 20 de febrero de 1809. Hoy llegó Zaragoza al más alto grado de heroicidad y sufrimiento, pues habiendo sufrido con el ánimo más constante un diluvio de bombas, granadas y balas rasas, y no teniendo ya otro remedio, reunidos sus vocales, mandaron un parlamentario pidiendo veinticuatro horas de tregua al General francés.

Su respuesta fue que, en no capitulando dentro de dos horas, iba a entrar atacando y a discreción. Como no se le contestó, empezó el más terrible bombardeo y cañoneo que se había oído en todo el Sitio, pues en ese corto espacio de tiempo, que fue de tres a cinco de la tarde, arruinaron muchísimas casas y provocaron infinitas muertes, con tal exceso que la campana del reloj no podía dar todos los avisos. Al ver la cosa en tal último apuro, no poder sufrir tantas desgracias como a cada paso se veían y oían, estar toda la tropa amilanada y casi muerta, acudieron los vocales a Su Excelencia. Siguiendo en su disposición y con bastante aumento, concedió todas sus facultades a la Junta la cual, convenidos los puntos más conformes con la religión, al honor de esta ciudad y su benemérito vecindario, hizo poner Bandera parlamentaria en la Torre Nueva, con cuya novedad cesó inmediatamente aquel fuego tan infernal y furioso, y se presentó un oficial francés. Reunido éste con los comisionados, que lo fueron los señores, Regente de la Audiencia; el Caballero Intendente; el Marqués de Fuenteolivos; el Brigadier Don Manuel Peña, Inspector de Infantería; y el Teniente Coronel Don Mariano Cerezo, Gobernador del Castillo, pasaron a presentarse al Mariscal Lannes, Duque de Montevelo, General en Jefe del Ejército francés en la Casa Blanca, y otorgaron la capitulación, que firmaron ya a alta noche.

A continuación, pasamos a escuchar la Carta de Capitulación de Zaragoza.
Artículo 1º. La guarnición de Zaragoza saldrá mañana 21 al mediodía de la ciudad con sus armas por la Puerta del Portillo y las depositarán a cien pasos de dicha puerta.
Artículo 2º. Todos los soldados y tropas españolas harán juramento de fidelidad a Su Majestad Católica, el Rey José Napoleón 1º.
Artículo 3º. Todos los oficiales y soldados que hayan prestado el juramento de finalidad quedarán en libertad de entrar en el servicio en defensa de Su Majestad Católica.
Artículo 4º. Los que de entre ellos no quisieran entrar en el servicio irán prisioneros de guerra a Francia.
Artículo 5º. Todos los habitantes de Zaragoza y los extranjeros si los hubiere serán desarmados por los Alcaldes y las armas puestas en la Puerta del Portillo el 21 a mediodía.
Artículo 6º. Las personas y las propiedades serán respetadas por las tropas del Emperador y Rey.
Artículo 7º. La religión y sus ministros serán respetados y serán puestos centinelas en las puertas de los principales templos.
Artículo 8º. Las tropas francesas ocuparán mañana al mediodía todas las puertas de la ciudad, el Castillo y el Coso.
Artículo 9º. Toda la artillería y las municiones de toda especie serán puestas en poder de las tropas de Su Majestad el Emperador y Rey mañana al mediodía.
Artículo 10º. Todas las Cajas militares y civiles, es decir las Tesorerías y Cajas de Regimiento, serán puestas a la disposición de Su Majestad Católica. Todas las administraciones civiles y toda especie de empleados harán juramento de fidelidad a Su Majestad Católica.
Artículo 11º. La Justicia se distribuirá del mismo modo y se harán a nombre de Su Majestad Católica el Rey José Napoleón 1º.
Cuartel General de Zaragoza a 20 de febrero de 1809.

De nuevo tomó la palabra el Presidente de la Asociación Cultural los Sitios, para decir lo siguiente: Ya hemos oído los términos de la capitulación.
Luego, como sabemos, realmente no se llegaron a cumplir del todo. Inicialmente, todavía corría sangre los primeros días de la conquista de Zaragoza pero, esencialmente, la ciudad se salvó , sus templos y lo que había sobrevivido se consiguió salvar.

Ahora, siguiendo los términos de esta capitulación, vamos a representar la salida de la guarnición de Zaragoza y vamos a formar una comitiva, tal como decía esta capitulación a las 12.00 de la Plaza del Portillo y vamos a dirigirnos hacia la Aljafería, donde haremos esa simbólica representación de depositar las armas, que lo haremos depositando los claveles en el olivo milenario.
Unos momentos después, llegados ya al Jardín de las Comarcas, frente al impresionante castillo de la Aljafería, Gonzalo Aguado anunció las siguientes secuencias del acto.
Bueno, ya hemos hecho el recorrido que realizó la guarnición de Zaragoza, de camino a la Aljafería, donde se encontraron con los franceses frente a frente, con esos contrincantes con los que habían luchando durante meses, y llegó el amargo momento de entregar las armas. Esto es lo que vamos a recordar ahora con la lectura, escuchando la narración de Lejeune. Pero, antes de nada, le voy a pasar la palabra al Párroco del Portillo, Don Jesús Gracia, que nos acompaña, para que haga una oración por todos los que cayeron luchando durante los Sitios, españoles y franceses.

R.V. Jesús Gracia Losilla. Buenos días a todos, vamos ahora a hacer juntos esta oración recordando a todos que murieron en los Sitios de Zaragoza, y también en estos momentos como siempre una necesaria oración por la paz, por una paz siempre estable y duradera en este mundo nuestro. “A ti, Dios de la paz y misericordia, a ti que eres nuestra esperanza te alabamos.

A ti Señor, abrimos nuestros corazones, que venga el alba el día de tu sonrisa. Dios camino y vida de todas las personas y de todos los pueblos, Padre nuestro Señor de la historia, Alfa y Omega de los tiempos, te presentamos a todos los vencidos, a todos los que murieron, quienes ya no tienen nombre y ya no son sino una cifra perdida entre las estadísticas de la historia. Te presentamos a todos los que sembraron sueños y están muertos, con un bocado de esperanza amarga en la garganta. Te presentamos a los que resistieron en medio de la noche. Que el alba nazca para ellos en un cielo y una tierra nueva, que nazca finalmente el octavo día, Dios, el día de tu sonrisa. Dios de misericordia y amor, Dios de vivos, de resurrección y esperanza nuestra, ponemos en tus manos amorosas a todos nuestros hermanos, dales la paz y la felicidad eternas. Amén.

Después de la oración, escuchamos la emocionante narración de Lejeune, un ayudante del Mariscal Lannes, describiendo como fueron los hechos de la entrega de armas, allí mismo donde nos encontrábamos, en la Aljafería, el 21 de febrero. Las tropas españolas según la narración del oficial sitiador, Barón Louis-François Lejeune. Al rayar el día 21 de febrero, todos los puestos exteriores estaban ocupados por los franceses. Al mediodía, nuestro ejército, poco numeroso pero imponente por su marcialidad, estaba alineado en orden de batalla, con la yesca encendida, dando frente al Ebro sobre la carretera de Alagón. Tenía además sus reservas bien colocadas para el caso de algún contratiempo. La columna española desfiló en formación con sus banderas y sus armas. Jamás un espectáculo más triste y conmovedor vieron nuestros ojos. Trece mil hombres enfermos, llevando en su sangre el germen del contagio, y todos espantosamente demacrados, con la barba larga, negra y enmarañada, sin fuerzas siquiera para sostener sus armas, se arrastraban lentamente al compás del tambor. Sus ropas estaban sucias y destrozadas, todo en ellos reflejaba el cuadro de la más espeluznante miseria. Sin embargo, un sentimiento de orgullo y de fiereza indescriptible aparecía aún a través de los rasgos de sus lívidos semblantes completamente ennegrecidos por el humo de la pólvora, y sombríos de ira y de tristeza. El ceñidor español, de color vivo, dibujaba su talle, el gran sombrero negro, redondo, adornado con plumas de gallo o de buitre, sombreaba su frente. La capa gris o la manta echada al desgaire por encima de los variados trajes de aragoneses, catalanes y valencianos llegaba hasta dar gracia y casi puede decirse elegancia a sus vestidos destrozados en tan nobles fatigas y a los negruzcos harapos con que estaban cubiertos aquellos vivientes espectros. Sus mujeres y sus hijos llorosos, que obstruían las vías, tornaban con frecuencia su corazón a la Virgen a quien veneraban todavía. Muchos de aquellos bravos, en el momento de deponer las armas y entregar sus banderas, sintieron un acceso violento de desesperación.

Sus ojos centelleaban de cólera y sus miradas feroces parecían que contaban nuestras filas y que sentían vivamente el haber cedido ante un número tan pequeño de enemigos. Partieron para Francia, y Zaragoza estaba conquistada. Así terminó aquel Sitio memorable que tiene semejanzas sorprendentes con los de Sagunto, Numancia y Jerusalén.

Presidente de la Asociación Cultural los Sitios. …este acto simbólico, tan importante para nosotros, como es el depositar claveles igual que hicieron aquellos defensores de Zaragoza hace más de 200 años dejando aquí sus armas, con las que habían defendido Zaragoza. Nosotros, actualmente, somos los defensores de Zaragoza. Y lo que defendemos aquí es el recuerdo para aquellos que nos precedieron. Pero nosotros tenemos hoy nuevos retos, nuevas obligaciones, y el ejemplo de aquellos que lo dieron todo por defender nuestra ciudad. A partir de este momento, aquellos defensores que no juraron a José 1º fueron exiliados a Francia, a desecar pantanos, y muy pocos pudieron regresar a Zaragoza. Años después, en 1813, los franceses abandonaban Zaragoza y, de nuevo, nuestra ciudad recuperaba su libertad.

Os agradezco mucho a todos los que habéis venido a participar en este acto, a todas las asociaciones, el Callejón del Tío Lucas, el Royo del Rabal, Paseos al Pasado, y de todos los socios de la Asociación Los Sitios que habéis venido también vestidos con la indumentaria típica, al Párroco del Portillo Don Jesús Gracia, que hoy nos acompaña, a toda la representación que habéis venido del Rabal, de su Junta de Vecinos, de la Asociación de Vecinos del Rabal, muchísimas gracias por acompañarnos y espero que nos sigamos viendo todos los años en este acto que celebramos de capitulación. Muchísimas gracias a todos.
Desde estas sencillas líneas de los Reales Tercios de España, fundados en 1942 por S.A.R. Don Juan de Borbón y Battenberg, felicitamos a la Asociación Cultural los Sitios de Zaragoza por la brillante organización del acto, que revistió gran brillantez y le expresamos nuestro agradecimiento por haber sido invitados al mismo.
Redacción y fotografía: Manuel Grao Rivas