Hay ocasiones en las que hacemos un paréntesis en el relato de actos oficiales e institucionales para dar cabida en estas páginas a otro tipo de información, como es el caso que hoy nos ocupa en el que les vamos a hablar de la pequeña historia de una gran persona.
Valero Ibáñez Muñoz, nuestro protagonista de hoy, es un compañero y amigo por el que muchas personas cercanas a él sentimos gran respeto y aprecio. Nacido en Zaragoza, Valero es más bien un hombre callado y reflexivo. Habla poco pero habla con sustancia, suele llamar a las cosas por su nombre y es la suya una filosofía marcada por los valores clásicos que a muchas generaciones nos inculcaron desde la cuna.
Con nosotros sí que ha hablado, y nosotros hemos hablado con él. A lo largo de varios encuentros, y a través de un trabajo a medio camino de lo que podía ser una entrevista y una toma de declaraciones, hemos confeccionado el siguiente reportaje para ustedes.
De Valero Ibáñez conocemos principalmente dos grandes vertientes que ocuparon gran parte de su vida, y de las dos les vamos a hablar con la idea de acercarles su figura a través del deporte y de La Legión.
Un lejano día de 1958 inició su práctica del ciclismo, deporte al que se dedicó con gran intensidad durante treinta años. En un principio lo hizo como corredor, y dentro del CC Iberia participó en numerosas actividades, no solamente en carreras sino también en excursiones y buen número de colaboraciones.
Después de un largo impás, se reencontró con el ciclismo en 1976 y participó entonces en competiciones dentro de la categoría Veteranos en la que consiguió numerosos premios.
Años más tarde, en 1987, abandona la competición e inicia lo que, a la postre, sería su dedicación preferida, es decir la formación de ciclistas, empezando por la Categoría Cadete, donde dirigió formaciones del CC Aragonés, CC La Laguna de Sariñena, y CC Iberia, todas ellas entidades que han aportado mucho a la promoción del deporte zaragozano y aragonés.
Sabemos por experiencia lo exigente que puede llegar a ser la formación de jóvenes promesas, en cualquier deporte, en este caso el ciclismo, pues la enseñanza, entrenamientos y competición es un mundo que requiere de una dedicación semiprofesional.
Así fue para Valero Ibáñez, que en esta etapa de su carrera y durante veinte años, robó mucho tiempo a su familia y a su ocio para ocuparse de la formación de muchos jóvenes deportistas, en las modalidades de ciclo-cross, carretera y pista. Algunos de ellos, a los que Valero contribuyó con sus enseñanzas a que se formaran como personas y como deportistas, fueron grandes profesionales, y podemos citar como ejemplo a los siguientes:
David Cañada, Eduardo Hernández y José Miguel Elías, entre otros.
Valero ha recibido, a lo largo del tiempo, algún que otro reconocimiento. Obran en nuestro poder varios recortes de prensa, de Heraldo de Aragón y de otros MCS, con su imagen, que así lo atestiguan, pero sin duda deberían haber sido más numerosos.
Amante de la buena conservación física, todavía ahora, de vez en cuando, Valero se sube a la bicicleta y pedalea por los alrededores de la capital aragonesa, a pesar de contar ya 77 años.
Les hablaremos ahora de su etapa en La Legión, ese Cuerpo de Infantería de choque, creado en 1920 por el entonces Comandante Millán Astray, con el nombre inicial de Tercio de Extranjeros, formado exclusivamente por voluntarios, con la intencionalidad de frenar la sangría de soldados de reemplazo que se venía
produciendo en las guerras del norte de África.
Como dato documental diremos que, aunque La Legión se fundó por Real Decreto de 28 de enero de 1920, el mando consideró como fecha fundacional la del 20 de septiembre, de ese mismo año, día en el que se apuntó el primer legionario, un ceutí de treinta y dos años, llamado Marcelo Villeban Gaytan, que ascendió a brigada por méritos de guerra y murió en el desembarco de Alhucemas, acontecido el 8 de septiembre de 1925.
Valero es hombre de buena memoria, meticuloso y ordenado en sus asuntos. Nos ha proporcionado mucha información, con gran abundancia de datos, que nos hablan de su paso por la Legión.
El 27 de enero de 1960, en el Banderín de Enganche de Zaragoza, se alistó en la Legión. Pocos días más tarde, el 2 de febrero, ya era legionario. Firmó un compromiso de tres años y partió de Zaragoza a Madrid, acompañado por dos antiguos legionarios, entonces reenganchados.
Al poco, uno de ellos fue detenido y al otro, menesteroso y cargado de mugre, hubo de pagarle unos baños y un almuerzo para que pudiera presentarse decentemente en la Unidad.
Aguardaron varios días en el Banderín de Enganche hasta que se consiguió formar la expedición y curiosamente, los allí reunidos, llamaban a su compañero por el nombre de Jorge, aunque él se había alistado con el de Ramón, y según él mismo contaba, había servido en la Marina y en la Legión, donde obtuvo el grado de
Cabo 1º, y de la que fue expulsado. Como verán, queridos lectores que nos siguen, lo que describe nuestro amigo Valero no desdice de lo que la mayoría de nosotros hemos oído contar acerca de las primeras décadas de La Legión.
Una vez reunida la expedición, fueron enviados al campamento de instrucción situado en Facinas, Cádiz. Allí, durante dos meses y medio, les enseñaron todo lo necesario para ser buenos y auténticos legionarios. Finalizado el período de instrucción fueron destinados al Tercio «Alejandro Farnesio» 4º de La Legión, en Villa Cisneros, donde fueron recibidos por un teniente y un sargento que inmediatamente mandaron salir de la formación a todo el que tuviera algún oficio.
Al compañero que salió con Valero de Zaragoza, lo reconoció el teniente, que le saludó, y ya no lo volvió a ver más. Valero fue destinado a la Pentómica, una compañía en la que se hacía mucha gimnasia e instrucción en Orden abierto.
Valero fue a la Sección de morteros del 81, y le correspondió llevar la placa base de dicho mortero, cuyo peso era de más de 33 Kg.
Como perteneciente a morteros había de tener conocimientos de artificiero y también realizó, como Gastador, dos formaciones en Misas de Campaña.
Cuenta Valero que en Villa Cisneros tenían el agua racionada. Solo disponían de una cantimplora de dos litros, con la que tenían que asearse, beber y lavar la ropa. Las duchas eran en el mar y la cocina estaba a la intemperie.
Una noche mandaron formar a todos los que pertenecían al Grupo Ligero Blindado, al mando del capitán D. Federico Cebollino Vicente, y les ordenaron dirigirse desde Villa Cisneros a Mahbes. El primer destacamento al que llegaron fue El Aargub, pero su destino era otro. Antes debían pasar por Tichia, Ausert, Bir Enzaran, Aitusa, y finalmente llegar a Edchera, una llanura en lo alto de un monte , con una vaguada en donde se encontraba el oasis del Meseied, que era al que se dirigían para hacer la aguada.
Aportaremos otro dato documental recordando que poco más de dos años antes, el 13 de enero de 1958, aconteció el combate de Edchera en el que la XIII Bandera de la Legión tuvo un durísimo castigo, sufriendo un total de 107 bajas, 43 muertos y 64 heridos.
Por los actos de valor sin límites allí protagonizados se concedieron las dos últimas Cruces Laureadas de San Fernando individuales, ambas a título póstumo.
La primera de ellas se concedió en 1960 al brigada Francisco Fadrique Castromonte, y la segunda al soldado Juan Maderal Oleaga en 1966.
La faena diaria de Valero Ibáñez y sus compañeros era levantar el acuartelamiento, con barro y piedras, y hacer unos barracones. A este acuartelamiento le llamaban los legionarios «Fuerte Chacal» por aquello de las melodías con las que estos animales les obsequiaban.
Cuando eran relevados por el Grupo del Tercio «Don Juan de Austria» 3º de La Legión, se iban para el interior, hacia Smara, Hausa, Farsía, Hagunía, y Mahbes de Escaiquima. En estos y otros destacamentos tenían como compañeros habituales buitres, chacales, hienas y también gacelas de las que se alimentaban algunos días.
Sin embargo su mayor problema era el «siroco«, también llamado «irifi» o «simun», ya que podía borrar las pistas de desplazamiento, por lo que les acompañaban dos guías moros. Posteriormente Valero fue destinado, durante unos días, a acompañar a los americanos que estaban realizando prospecciones.
En agosto de 1961 le concedieron autorización para conducir vehículos y en el 62 fue al Aaiun para hacer el curso de Mecánico Electricista, que necesitaba para tener el carnet de 1ª. Carnet que recibió en julio del 62 junto con el título de mecánico. Quiso aprender, como radiotelegrafista, con la emisora MK2, y como chófer tuvo que llevar los Land-Rover, Ford K, GMC, y el Triumph, siendo este último un auténtico fracaso porque salía muy mal de la arena.
En Edchera, Valero hizo de aguador bajando al oasis del Meseied con un camión cisterna. Muchas de estas cosas parecen hasta cierto punto normales, pero en aquellas zonas se convertían en una aventura, sobre todo los desplazamientos de un destacamento a otro. Piensen que estamos hablando de un entorno hostil.
Por la noche el frío era intenso y por el día hacía demasiada calor, los vehículos se atascaban o se paraban, y a menudo se quedaban cortos de agua. Recuerda nuestro amigo que lo peor eran los «golondrinos«, unos granos que salían en las axilas y ocasionaban fiebres, aunque él nunca los tuvo. Sus distracciones consistían en jugar al cané, beber, fumar, escribir, y de vez en cuando reñir. Precisamente por esto último, por algunas peleas, Valero cumplió dos semanas de arresto en la compañía.
Valero hace un resumen positivo de su paso por la Legión. Quería hacer la mili donde más pagaran, sin importarle la clase de aventura en la que se embarcara. En el Sáhara consiguió lo que buscaba y se lo pasó bien porque, personalmente, no tenía que pensar en nadie ni escribir a ningún familiar.
Nos hace esta reflexión: «Mis superiores eran mis padrastros, ya que si hacías lo que se te mandaba tenían un gran corazón y en cuanto a mis compañeros, nos llevábamos como hermanos dentro de un gran compañerismo«.
«La llegada a Edchera fue una aventura lo mismo que al resto de destacamentos, pero para mí todo iba bien aunque hubiese tenido que ir a la Guinea«.
Finalizaremos el relato de esta etapa en la historia de Valero Ibáñez diciendo que hizo el curso de Cabo pero su licencia le llegó antes de terminarlo, en el año 1963.
Sin abandonar del todo el ámbito de La Legión les vamos a hablar ahora de la vida de Valero Ibáñez ligada a la Hermandad Provincial de Antiguos Caballeros Legionarios de Zaragoza. En 1970 se inscribió como miembro de la hermandad legionaria y en 1983 entró a formar parte de su Junta Directiva, ocupando el cargo de Vocal de Relaciones Humanas.
Por espacio de 31 años desarrolló de nuevo una labor altruista realmente meritoria. Valero visitaba a los compañeros que se hallaban enfermos u hospitalizados, e informaba puntualmente a la Hermandad de su situación. Él llevaba a nuestros mayores el cariño de todos nosotros, ese cariño que tanto anhelamos cuando estamos necesitados de compañía y de comprensión, algo que no siempre se encuentra en el entorno familiar.
Después, y durante dos años, ostentó el cargo de Vocal de Socios Activos, sumando así 33 años de permanencia en la Junta Directiva. Para muchos, Valero fue un gran consuelo y, para todos, un gran ejemplo de humanidad y dedicación a los demás.
Hemos de decir que la Hermandad Provincial de Antiguos Caballeros Legionarios de Zaragoza cuenta con un magnífico monumento a los muertos de la Legión, obra del escultor Santiago de Santiago, y único en España. De su historia y de quienes la hicieron posible nos proporcionó Valero Ibáñez los siguientes datos:
En un recuerdo a los socios, cita Valero a D. José María Benítez-Sidón y Butrón de Mújica, como Ingeniero Agrónomo y Legionario.
Fue un gran colaborador en la construcción del monumento a los muertos de La Legión, de Zaragoza ya que colaboró económicamente, sin ningún interés. Debido a ello se le concedió el nombramiento de Miembro de Honor, y formaba parte de la Comisión de la Hermandad, al lado de otros compañeros.
Junto con D. Alfonso de Miguel Latorre, presidente de la Hermandad, se comunicaron con el Generalísimo Franco, con el Príncipe D. Juan Carlos I, con generales, instituciones, bancos, casas comerciales, hermandades, y con toda clase de amistades que pudieran colaborar, y avalar todas las cantidades prestadas para las obras del monumento, situado en los montes de Torrero.
Debido a las muchas gestiones realizadas por el nuevo presidente, D. Jesús Caparrós Causapé, junto con D. Alfonso de Miguel Latorre, D. José García- Argüelles Gómez, y D. José María Benítez-Sidón y Butrón de Mújica, el ministro de Defensa y de Hacienda, concedió a la Hermandad, 5.429.463 pesetas.
Se recibió el dinero el 10 de septiembre de 1974 y se fue pagando a todos los acreedores, inaugurándose el monumento el 15 de octubre de ese mismo año.
En el libro que se escribió sobre el monumento en Zaragoza a los muertos de La Legión se menciona en reiteradas ocasiones a D. José María Benítez-Sidón y Butrón de Mújica, al que citaba nuestro amigo Valero al comienzo de este espacio dedicado a la Hermandad legionaria.
Si azarosa ha sido, y es, la historia de La Legión, que camina hacia su primer centenario, no lo ha sido menos, aunque en otro terreno, la historia de la Hermandad Provincial de Antiguos Caballeros Legionarios de Zaragoza, que cuenta con más de medio siglo de existencia.
Vean ustedes el seguimiento histórico que Valero Ibáñez ha realizado a este respecto.
1963. Este año se tienen los primeros contactos con los primeros antiguos legionarios.
1964. Se continúan haciendo las oportunas gestiones para la creación de la Hermandad.
1965. El 15 de enero es nombrado como primer presidente D. Félix Monge Marco, fijándose el domicilio social en la calle San Clemente, número 4-3º izda.
1968. El 28 de febrero presenta la dimisión D. Félix Monge, por motivos de salud.
1968. El 18 de abril, en los locales de la Hermandad, San Clemente nº 4, es nombrado presidente D. Alfonso de Miguel Latorre.
1969. El 20 de septiembre se traslada la Hermandad a Paseo Cuellar, número 51, 1º.
1974. El 17 de marzo, es elegido presidente el Coronel de Infantería, D. Jesús Caparrós Causape.
1974. El 19 de mayo, el nuevo domicilio social se ubica en la calle Checa número 16, entresuelo. Posteriormente se traslada la Hermandad a la calle Doctor Horno Alcorta, número 16-2º izda.
1983. El 14 de julio, es elegido nuevo presidente el capitán legionario D. José Luis Martínez Navarro. El domicilio social se fija en la calle Torre Nueva, número 32, bajo.
1986. El 27 de noviembre se inaugura nueva sede en la calle Nicanor Villa, número 10, bajo.
1987. El 12 de febrero, el Sr. Presidente dimite por enfermedad.
1987. El 18 de mayo, es elegido presidente D. Jesús Escartín Pola.
2001. El 17 de febrero, comunica a la Junta su dimisión, remitiendo un escrito al presidente de la Nacional, D. Manuel Villorria Font.
2001. El 11 de marzo, es elegido presidente D. Federico Sancho González.
2001. El 27 de septiembre, se traslada la sede oficial a la Delegación de Defensa, Vía San Fernando, sin número. Al cumplir los cuatro años deja la presidencia de la Hermandad.
2005. El 26 de febrero, se hizo cargo como presidente D. Ceferino Martínez Bernal.
2009. El 21 de febrero fue elegido por mayoría D. Fernando Rico Castro.
2011. El 15 de enero, en la Asamblea anual fue elegido por votación nuevo presidente, D. Juan Francisco Jiménez lópez.
2015. El 21 de marzo, resulta elegido Luis Carlos Asarta Cuevas nuevo presidente de la Hermandad.
De elección a elección, siempre ha habido un presidente en funciones.
Hay una faceta de Valero Ibáñez que no hemos explorado pero que vamos también a señalar aquí y es su gusto por la escritura. Hace tiempo nos obsequió con un magnífico trabajo sobre personajes y héroes de Los Sitios de Zaragoza y más recientemente nos ha hecho llegar un pequeño pero interesante artículo, titulado «Convivir en Almonacid«, publicado en su revista local, donde nos relata las bondades de esta población, situada a 55 kilómetros de Zaragoza y dotada con un buen equipamiento de servicios básicos y sociales, que además tiene notables posibilidades turísticas.
Le gusta escribir y le gusta lo que escriben los demás. Nos ha traído varias y largas poesías y romances, que por su extensión no podemos reflejar en este trabajo, que nos hablan del amor de las madres que ven partir a sus hijos a la guerra para defender a la Patria.
Todo en la vida tiene un principio y un final. Nosotros hemos de poner término a este relato y lo hacemos con la esperanza de haberles acercado, un poco al menos, la figura de Valero ibáñez Muñoz, del que fuimos compañeros de Junta Directiva en la Hermandad Provincial de Antiguos Caballeros Legionarios de Zaragoza, y de la que todavía somos, compañeros socios de número. En estas sencillas líneas, con todo cariño, hemos querido hablarles, como decimos en nuestro título, de la pequeña historia de una gran persona.