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JORNADA SOBRE TERRORISMO «¿QUÉ ES EL TERRORISMO?»

El pasado día 14 de noviembre de 2018 asistimos encantados, en la capital aragonesa, a una magnífica Jornada sobre Terrorismo, organizada por la prestigiosa Fundación Manuel Giménez Abad, que contó con la colaboración de las Cortes de Aragón, y el patrocinio de Fundación Víctimas del Terrorismo, y Ministerio de Política Territorial y Función Pública, en la que actuó como coordinador del evento Federico Aznar Fernández-Montesinos, Capitán de Fragata de la Armada y Analista Principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos.

La jornada presentaba un ambicioso programa de temas a desarrollar por diferentes ponentes de reconocido prestigio que, en sesiones de mañana y tarde, abordarían las siguientes cuestiones:

«La historia y el terrorismo» .Fernando García de Cortázar, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto

«El Terrorismo y la Guerra«. Andrés González Martín, Teniente Coronel del Ejército de Tierra, Analista Principal del IEEE

«La literatura ante el terrorismo«. Joaquín Leguina Herrán, Literato

Inicios del acto

Mesa redonda

«El teatro del miedo. Terror y narrativa como núcleos del terrorismo«. Iñaki Viar Echevarría, Psiquiatra; Iñaki Arteta, Director de cine; Leandro Esteban Villamor, Ex-Portavoz del Gobierno de Castilla-La Mancha

«Sociología inconformista del terrorismo«. Amando de Miguel, Sociólogo

«El concepto institucional del terrorismo«. José A. Zorrilla, Diplomático

«Las estructuras tradicionales y la violencia. Una aproximación desde los orígenes«. Jon Juaristi Linacero, Catedrático de Literatura Española, de la Universidad de Alcalá

«El arte de los valientes«. Raúl Guerra Garrido, Escritor

«¿Es útil el terrorismo? ¿Consiguen los terroristas sus fines?.»Joseba Arregui Aramburu, Sociólogo

«El terrorismo y la zona gris«. Josep Baqués Quesada, Profesor Titular de Ciencia Política, de la Universidad Autónoma de Barcelona.

«El terrorismo y la política«. Rosa Díez, Política

Como verán, queridos lectores que nos siguen, la jornada contaba con una extraordinaria nómina de temas y ponentes, y posibilitó que la Sala Goya, del Palacio de la Aljafería, a pesar de su gran aforo, se llenara por completo de abundante público, y numerosos medios de comunicación, atraídos todos por el tema central del terrorismo, de triste actualidad, que interesa, afecta , preocupa y amenaza a medio mundo.

Asistieron altos mandos de la Academia General Militar de Zaragoza y de la 8ª Zona de la Guardia Civil de Aragón, así como varios militares de alta graduación retirados, entre los que pudimos ver al GD. Blas Oliver Iguacel, y el GB. Jesús Joaquín Val Catalán.

Nosotros asistimos a la sesión matinal de la jornada, escuchamos con atención a los tres primeros ponentes y, obligados a un necesario ejercicio de síntesis debido a lo vasto del programa, les vamos a ofrecer un resumen de lo que fueron sus ponencias.

Se inició la sesión con la intervención del moderador, Federico Aznar Fernández-Montesinos, quien resaltó la importancia de esta Jornada que nos brindaba, «la oportunidad de traer algo tan importante como son las víctimas, recuperarlas para nuestra sociedad porque el drama de las víctimas es que aburren. Al poco de producirse el acto y compadecerlas se las va dejando porque estropean todas las fiestas. Las víctimas están ahí y deben ser arropadas por toda la sociedad por la que han dado su sangre y no podemos permitir que sean olvidadas«.

Después de señalar que el terrorismo moderno surge con los medios de comunicación de masas y que va en paralelo a ellos, abogó por una definición internacional, consensuada, del terrorismo, pues una persona puede ser un prisionero, un narcotraficante, un delincuente, un terrorista…puede ser muchas cosas en función del nombre que se le de al conflicto.

Federico A.Fernández-Montesinos

A continuación intervino el Secretario General de la Fundación Manuel Giménez Abad, José Tudela Aranda, y fueron sus primeras palabras de reconocimiento y homenaje a Francisco Llobet, Patrono de la fundación en nombre de Ibercaja. «Paco fue mucho más que un fiel seguidor de la trayectoria de la fundación desde sus inicios. Fue durante todos estos años, y se que hablo en nombre de todos mis compañeros, estímulo, motivación y ejemplo. Un ejemplo de saber estar, de honestidad y de ejemplo que, con la naturalidad que solamente transmiten los grandes, nos transmitió hasta el final«.

Expresó José Tudela gratitud hacia el Instituto de Estudios Estratégicos, en la persona de Federico Aznar, que hizo extensiva a todos los ponentes de la Jornada. Luego dijo lo siguiente: «Hoy intentaremos aproximarnos a una definición conceptual del terrorismo. Como habrán visto en el programa, más allá de estrictas definiciones académicas, se trata de indagar en percepciones subjetivas desde distintas realidades. Nos interesa una mirada rigurosa que nos ayude a comprender algo mejor aquello que escapa a los parámetros de la razón«.

«Manuel Giménez Abad fue asesinado por ETA en una calle de Zaragoza. La razón, pensar de manera diferente a sus asesinos. Muchos otros conciudadanos también sufrieron esta forma de barbarie contemporánea, entre ellas muchos miembros de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado«.

«De alguna manera, toda nuestra actividad quiere ser un homenaje a todos ellos que se sintetiza en esta Jornada. Hoy, como aquel 6 de mayo de 2002, en el que se creó la fundación sigue siendo, ante todo, la reafirmación de los valores de la sociedad democrática, en particular libertad, tolerancia e igualdad, como única forma de vivir en dignidad«.

Retomó la palabra Federico Aznar para presentar al primero de los ponentes, Fernando García de Cortázar, acerca del cual dijo lo siguiente: «Es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto; Director de la Fundación Vocento; sus artículos en ABC son una constante, y en su inmenso curriculum hay una palabra a destacar, que es Humanista, en unos tiempos que vivimos de especialización, donde necesitamos retornar al humanismo. De entre sus muchas obras literarias destacamos la última de ellas, titulada Viaje al corazón de España, que se presenta esta misma tarde en Zaragoza«.

Intervino seguidamente Fernando García de Cortázar, para presentar su ponencia La historia y el terrorismo, y este es un resumen de su intervención:

Señaló que nos reuníamos esta mañana, para recordar a una persona muerta por ser español, Manuel Giménez Abad, y prosiguió diciendo que su reflexión fundamental, más allá del terrorismo descrito en muchos libros, es que la historia sirve, no para darnos una visión historicista y culturalista del mundo sino, para mejorar el presente. Tiene la convicción de que la historia hay que escribirla también desde las inquietudes del presente y por ahí va su visión.Cuando en 1989, después de la caída del muro de Berlín, se brindaba con champagne porque acababa, teóricamente, el socialismo real, Francis Fukuyama escribió un folleto titulado, «El fin de la Historia«, y Fernando García de Cortázar contestó con un folleto publicado desde la Universidad de Deusto, que llevaba por título, «La Historia Subversiva«. La historia no ha terminado porque unos 200 millones de personas, en un área determinada, cambiaran un poco su historia. Todavía quedaban zonas irredentas de todo el mundo que estaban esperando el elemento subversivo de la historia para cambiar.

En este momento, en que nosotros hemos podido brindar con cava el llamado fin de ETA, creo que se impone una reflexión sobre ese llamado fin, lo que ha quedado sobre el impacto de terrorismo en una sociedad que quizás tenga la suerte de no verlo directamente pero sí sufrirlo, y sus consecuencias. Maitre Pagaza solía decir que «antes nos mataban y ahora nos mandan«. De estas reflexiones podemos sacar de la historia otras reflexiones que nos pueden ayudar ahora en el presente.

Los actos terrorista nos pueden situar, según algunos autores, en la época que prácticamente queramos, por ejemplo con ese movimiento judío de los llamados Celotes, contrario a la dominación romana. Y nos encontramos con la terrible secta de los sicarios, cuyo nombre recuerda la habilidad que tenían en el manejo de la sica, una daga con la cual degollaban a los legionarios romanos.

José Tudela Aranda

De modo semejante podemos decir que, en los siglos XI, y XII, la secta chií de los ismaelitas da origen a la banda de los hashshashin, de ahí viene la palabra asesino, caracterizada por sus actos violentos contra los cruzados cristianos y por la concepción de sus crímenes como auténticas operaciones de obediencia religiosa. Quedémonos en primer lugar con esa idea religiosa y con ese dictado que está por encima y más allá de toda racionalidad, pero que el sujeto que está en ese mundo se siente obligado a cumplir por una llamada de ese más allá. Balzac decía que la gloria es el halo de los muertos cuando intuyó la complicidad con la muerte que subyace a las ideologías y a los fervores suscitados por las patrias.

Como saben ustedes, en el siglo XX nos encontramos con 200 o 250 conflictos regionales, encabezados por dos violentisimas guerras mundiales.

Continuó García de Cortazar con las siguientes palabras: «por eso digo que patria y religión han estado juntos y también religión y muerte porque siempre se ha percibido, ya desde la tragedia griega, la muerte como un hecho marginal por excelencia, y por lo tanto necesitada siempre de un sentido. De ahí que para morir, o incluso para matar, se precisara una legitimación religiosa, y es bien sabido que el fanatismo se convierte cómodamente en polizón de la religiosidad«.

«Voltaire decía que el fanatismo era a la superstición lo que el delirio a la fiebre, y añadía, el que toma sus ensueños por realidades puede ser un entusiasta, pero el que sostiene su locura visionaria con el asesinato es cláramente un fanático«.

«Recordemos cómo en las primeras decisiones de ETA, en 1965, antes de que empezaran sus crímenes, estuvo la de consultar con algunos sacerdotes nacionalistas sobre la legitimidad de la violencia, planteándose un problema moral. Es aquello de decir: el sacrificio que podemos hacer por la patria es enorme y el rendimiento de nuestra acción es también enorme, pero puede pasar incluso por el asesinato. Y esto lo consultaron con los curas nacionalistas, que nunca les faltaron.

El recurso al terror, junto con el intento de su justificación política ante la sociedad a la que se aterroriza, es lo que da un carácter específico a la violencia terrorista, que la distingue de otros tipos de violencia. Los terroristas consideran al ser humano solo como un medio para conseguir unos fines supuestamente superiores«.

«Por eso, todo lo que tiene que ver, muchas veces, con los planteamientos nacionales en los cuales se introducen los elementos justificativos de una violencia en aras de la nación, son tan gravísimos«.

El terrorismo moderno, según muchos historiadores, aparece quizá en la Revolución Francesa, cuando Robespierre implantó un régimen de terror, proliferando las ejecuciones sumarias con el fin de amedrentar y de someter a la población. A partir de entonces, numerosos estados serían acusados de haber cometido actos terroristas, hasta el punto de haber sido considerados estados terroristas. Hannah Arendt, que sigue siendo un personaje de actualidad, sostenía que los regímenes nazi y estalinista representan el estado en el más alto grado de estado terrorista en el siglo XX, que son regímenes caracterizados por su recurso sistemático al terror.

Pero desde fines del siglo XIX hasta hoy el concepto de terrorismo, más que las prácticas estatales se ha aplicado con mayor frecuencia a actividades de insurgencia desarrollados por distintas organizaciones violentas.

Quizás uno de los más prestigiosos historiadores del terrorismo moderno, Rapaport, señala cuatro oleadas de terrorismo, desde la primera que es la de la Rusia Zarista (1880) hasta hoy. Cuatro ciclos temporales en los que el terrorismo fue una práctica violenta desplegada por diversos movimientos insurgentes en distintos países. Es claro que el terrorismo se utiliza como elemento de lucha contra los estados.

En este caso, coincidiendo con la cronología de la Rusia zarista de 1880, en España nos encontraríamos con el anarquismo, que utilizaba el terrorismo para lo que se llamaba la propaganda por los hechos, y que inicia una serie de acciones terroristas.

La segunda oleada terrorista podía ser definida como una oleada anticolonial, eso es claro. Se utiliza el terrorismo para luchar contra la metrópoli, para luchar por lo que se considera que sujeta y que somete a lo que se llama la colonia.

Fernando García de Cortázar

Esto se ve claramente a partir de 1917, cuando se produce la declaración de derecho a la autodeterminación y la famosa campaña de Wilson con sus 14 puntos, y se concluiría en torno al año 1965 en el cual ya nos encontramos con un nuevo mapa, diríamos anticolonial, y vemos cómo surgen numerosísimos estados en el mundo, fruto de esa corriente anticolonial en la que también tiene un enorme protagonismo el terrorismo. La justificación fundamental de «por qué yo soy terrorista» es el derecho de autodeterminación, que para ellos justifica cualquier práctica terrorista, cualquier práctica violenta que se cometa.

La tercera oleada podría ser la nueva izquierda nacionalista, que comenzaría en torno a las agitaciones del 68. El 68 tiene un aspecto lírico, de brindis y de falta de compromiso, pero también inicia un período en el cual el terrorismo, a través de la izquierda nacionalista, trata de someter a la población a sus dictados, y eso habría terminado en torno a los años 1980-1990.

Detrás de cualquier reflexión nuestra está lo que hemos padecido en España con ETA. Tanto ETA como el IRA participarían de dos de estos aspectos; de la segunda fase de la lucha anticolonial, y también de esa izquierda nacionalista que busca el modelo de sociedad y el modelo de política entre las nuevas teorías de la izquierda.

El cuarto ciclo, en el cual nos hallamos nosotros insertos ahora, altamente peligroso, está caracterizado por la proliferación de integrismos religiosos que buscan la expansión violenta de sus propios dogmas y la liquidación, claramente, de aquellos considerados enemigos de su fe. Transcribimos ahora unos párrafos de García Cortázar que no tienen desperdicio. Vean. «He de decir un poco de la historia más reciente de España, la historia de la recuperación de unas instituciones democráticas, de una conciencia cívica basada en el ejercicio de la libertad«.

«La historia que va desde 1975 hasta ayer mismo y que ha coincidido con la actividad terrorista de ETA. Debo decir que ningún otro lugar de Europa ha compartido la desgracia de contar en todo este tiempo con la barbarie obstinada de un grupo de fanáticos seducidos por el brillo político del crimen«.

«Desde luego ningún otro lugar de Europa, a excepción de Irlanda del Norte, ha estado dispuesto a sumar a los asesinatos la infamia de un discurso de justificación que convierta a los criminales en la encarnación de una causa. Y yo creo, bueno, no creo, afirmo claramente que estamos todavía en esto, es decir los criminales enmarcan una causa y por esa causa podemos vitorearlos, alabarlos y llevarlos a las instituciones democráticas«.

«Nadie, en ningún otro lugar de Europa, ni siquiera en el modo atenuado que se puede hacer en ciertos discursos oficiales, señala hoy que tales individuos expresan una realidad nacional ni que a través de ellos, de esos asesinos, se manifiesta la voluntad de un pueblo«.

«Aquí se ha matado en masa por un concepto aberrante de patria y se ha matado en un período dilatado de tiempo en nombre de un repudio de España, de un país al que se quiere liquidar, al que se desea negar, al que se desea impugnar«.

«En una ceremonia esperpéntica, celebrada hace poco más de un mes en la Moncloa, se conmemoraba el final de ETA, una especie de abrazo entre el Jefe del Gobierno español y el Jefe del Gobierno francés, con la asistencia del Presidente del País Vasco, Iñigo Urkullo«.

Atentado contra la casa cuartel de la GC en Zaragoza

«Llamativamente, en el momento que se decía que esas 900 víctimas habían muerto en aras de España y por su condición de españoles, no se les ocurrió tocar el Himno nacional. La poca conciencia nacional que existe en España hace que traguemos las emociones provocadas por unas naciones utópicas o en aras de afirmarse y en cambio que no nos permitan a nosotros la emoción de, precisamente recordando las víctimas del terrorismo que han muerto por España, que sonara el Himno de España como símbolo y como ofrenda de ellos. Llamativamente, los nacionalistas, por boca de Urkullo, pidieron que se tocara el Aurresku y todos los invitados salieron para ser homenajeados por unos ezpatadantzaris, que era una forma de decir, bueno, lo importante es esto y déjense ustedes de España y de himnos nacionales».

Se refirió luego a los criminales alucinados de las Brigadas Rojas, que en los años 80 se hallaban muertos o en las cárceles marcados por la ignominia política. Nadie con dos dedos de escrúpulo moral, nadie sin esa halitosis moral que hay en España, sentía ninguna simpatía por las soflamas retóricas del terrorismo de izquierdas.

También señaló que los vástagos violentos de las protestas estudiantiles del 68 eran simplemente criminales y como tales debían ser perseguidos, y citó la detención, en 1979 en Italia, de Antonio Negri, profesor de la Universidad de Padua, después de haber refrendado ataques violentos contra compañeros de la universidad y después del secuestro y asesinato de Aldo Moro, Presidente de la Democracia Cristiana y Presidente del Gobierno.

Una progresiva decantación hacia la definición de la violencia de ETA ha influido en algo como que debía tener algún campo de negociación, aunque fuera a través de aliados del gobierno.

Aliados con los que no se ha roto después de que hayan participado en contactos directos con la banda. Así lo ha exigido un sector de la población inclinada a normalizar el sintagma «conflicto vasco«, que es el eufemismo trágico del puro y simple asesinato. La frase, «ustedes que pueden negocien«, que se leyó en el comunicado final de la manifestación en Barcelona tras el asesinato de Lluch, confirmó rotundamente la propagación de la cultura del diálogo, donde todo es relativo y todo es negociable. Citando la obra de Rogelio Alonso, «La Derrota del vencedor«, terminó Fernando García de Cortázar su intervención con las siguientes palabras: «ETA, en este momento, probablemente no tiene necesidad de matar porque ya está inserta en las instituciones y hace lo que quiere«.

A continuación, el Capitán de Fragata, Fernandez-Montesinos, tomó brevemente la palabra para dar entrada al próximo ponente, Teniente Coronel Andrés González Martín, haciendo un breve resumen de su historial.

Egresó de la Academia General Militar como Teniente de Artillería en julio de 1988. Ha realizado numerosos cursos y cuenta con una amplia formación. Es Diplomado de Estado Mayor y autor de numerosas publicaciones, entre libros, artículos en revistas especializadas y trabajos colectivos. Sus últimos destinos, ya en el empleo de teniente coronel, han sido los siguientes: Profesor del Departamento de Estrategia y Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas en Madrid; Jefe de la Sección de Programación de la Secretaría de Estudios de la Escuela Superior de las FAS; Analista del Instituto de Español de Estudios Estratégicos.

Andrés González Martín

Andrés González presentó la ponencia «El terrorismo y la guerra«, Algunos casos de frontera, y estas fueron sus palabras iniciales: El diplomático norteamericano, Ricard Holbrooke, dijo,»Visitando Sarajevo me llamó mucho la atención que el antiguo puente latino se llamaba Puente Princip, es decir llevaba el nombre de un terrorista, y justo al terminar el puente, en una esquina, estaban las huellas grabadas en el suelo del terrorista. Entonces los terroristas no tenían complejo alguno en presentarse como terroristas. En la primera ola del terrorismo ruso, del terrorismo anarquista, los terroristas se presentaban como terroristas. Incluso en los años 40, algún grupo, como los Luchadores de la Libertad por Israel, del Grupo STERN, se presentaban como terroristas abiertamente«.

Sin embargo hoy las cosas no son iguales. El fenómeno terrorista, como todos los fenómenos, se adapta al contexto en el que se mueve.

Holbrooke descubrió no solamente las huellas sino una placa que conmemora un atentado terrorista que es el que enciende la mecha de una guerra que provoca treinta millones de muertos y que descoloca a Europa como el centro del mundo. Transcribimos al castellano el texto servocroata de la placa: «Desde este lugar, el 28 de junio de 1914, Gavrilo Princip expresó con su disparo la protesta popular contra la tiranía y la centenaria aspiración de nuestro pueblo por la libertad«.

Hoy en las ciudades españolas, y especialmente en el País Vasco, ya no tenemos este tipo de placas pero sí las hemos tenido durante mucho tiempo. La memoria tiene un papel y aquí, en la foto que adjuntamos, vemos claramente como sí que existe relación entre el terrorismo y la guerra. No es la única guerra que ha comenzado con un atentado terrorista, podemos pensar en el 11 de septiembre y con ello no estamos hablando de algo que sucedió hace mucho tiempo y que ya está superado, sino de algo que ha cambiado la era que nos ha tocado vivir, pues vivimos una era que comienza con el 11 de septiembre, al menos desde el punto de la Seguridad de Defensa.

Nos dijo el Teniente Coronel González Martín que la frontera entre los dos conceptos, que son diferentes, terrorismo y guerra, es una frontera difusa, aunque decir esto hoy en día no es decir mucho porque todas las fronteras son difusas. Eso tiene mucho que ver con la globalización; con la interdependencia creciente; con la interrelación creciente que existe entre las distintas partes del mundo; con los flujos continuamente crecientes de capitales, de mercancías, de servicios, de ideas.

También de información, que muchas veces puede convertirse, y lo estamos viendo, en verdaderas campañas de desinformación o de desprestigio que afectan, o pueden afectar, y esto es gravísimo, a los resultados electorales de la democracia.

Todo esto hace más difícil descubrir lo que antes parece que estaba muy claro, lo que es de dentro y lo que es de fuera. Las fronteras son mucho más difusas, mucho más porosas, y si esto pasa con las fronteras físicas, todavía es más grave y más peligroso, lo que pasa con la frontera entre los conceptos, entre el significado de las palabras. Esto es fruto de un pensamiento vigente que es el relativismo. Algunos dicen que el relativismo ya está superado, que ha sido solamente un puente que nos ha colocado ya en otra orilla, una orilla en la que se produce una inversión , que es la inversión del orden natural de las cosas. Aquí se refirió al libro, citado por el anterior ponente, Fernando García de Cortázar, titulado «La derrota del vencedor«, de Rogelio Alonso, y luego dijo lo siguiente:

«Yo, ahora mismo, no sé lo que es un matrimonio. Sé lo que dice la ley, pero no estoy muy seguro de lo que es. Aunque sí estoy seguro«.

Gavrilo princip

Tanto la guerra como el terrorismo son actos políticos, pero ni la guerra ni el terrorismo pretenden provocar un cambio, no son instrumentos de cambio, de transformación o de adaptación y reconversión. Son instrumentos políticos diseñados como mecanismos de ruptura de un orden político y, en muchas ocasiones, de disolución de lo que había antes.

Hay algunos autores que sostienen incluso que el Estado es fruto de la guerra. No se trata de discutir sobre eso pero sí de hablar del tipo de Estado que queremos. Tanto la guerra como el terrorismo son mecanismos de ruptura del orden político y por lo tanto son los actos políticos más relevantes a los que se enfrenta un Estado, una nación, y una sociedad, sin embargo se habla poco de eso.

Placa y huellas

A las víctimas no hay que olvidarlas, desde luego, pero en los atentados no hay que mirar solamente a las víctimas. Hay que mirar el fenómeno, que es un desafío al orden político, y lo que viene después es lo que nos importa. También, la guerra y el terrorismo son actos de elección. Bruce Hoffman decía que el terrorismo es un acto planeado, calculado y sistemático. De la guerra podemos decir lo mismo. Nadie entra en guerra o nadie afronta una lucha terrorista, contraterrorista o antiterrorista, sin antes haber dicho que sí.

Tiene que haber dos partes.

Esto lo desarrolla con mucho acierto Clausewitz, quien llega a la conclusión, que nos puede llamar la atención, de que la guerra, y esto lo podemos aplicar también al terrorismo, no es consecuencia de una agresión porque el objetivo del agresor no es el combate, el objetivo es el dominio, es el poder. El comienzo de una guerra o el comienzo de la lucha contra el terrorismo es consecuencia de la defensa, es consecuencia de una voluntad de resistir a un agresor asociada a una resistencia, y resistir es combatir. Por otra parte, tanto en un fenómeno como en otro, que ya hemos dicho son actos políticos, el elemento central, el eje que los determina en su configuración es la presencia de la violencia política. Citando a Clausewitz, continuó el Teniente Coronel González Martín, diciendo que tanto la guerra como el terrorismo, siendo fenómenos políticos, tienen una lógica política que articula discursos agonales, enfrentados, incompatibles, pero una gramática distinta de la política, que es la gramática de la violencia, a veces una aritmética.

Gramática y aritmética, de alguna forma, influyen en el propio contenido del discurso, incluso al ordenarlo lo están condicionando. Luego, la aparición de la violencia política en el terrorismo lo acerca a la guerra mucho.

Vimos luego unas imágenes de recuerdo. Recordar el Maine; recordar Pearl Harbour; recordar el 11 de septiembre. Recordar, siempre recordar. La lucha contra el terrorismo exige movilizar muchas fuerzas, muchas voluntades, y muchos recursos. Es costoso, sobre todo enterrar a los muertos, acompañando a las familias, viendo a los huérfanos y viudas, y a los amigos que perdemos.

La guerra y el terrorismo exigen memoria, por eso se hace referencia a ella en instalaciones militares, en lugares de atentados, incluso en los cuarteles generales de la OTAN, para que los soldados que están allí desplegados sepan lo que allí pasó.

La imagen de «recordad el Maine» la puso González Martín porque hablamos de España y porque sobre España se vertieron en su día varias acusaciones que nos atribuían el hundimiento del barco, y porque fue el detonante de la Guerra entre España y los Estados Unidos.

Relación entre terrorismo y guerra

Más tarde el almirante Hyman G. Rickover, uno de los más destacados almirantes de los EE.UU. y padre del programa nuclear de la Armada americana, afirmó, con datos científicos, que la explosión del barco fue interna. El barco se hundió por un accidente y no por un acto terrorista o por acciones contra la Armada de los Estados Unidos.

Pero ese recuerdo de los incidentes sí que muestran acciones claramente perversas, como matar dos personas de la realeza, derribar unas torres gigantescas, atacar el Pentágono, o el ataque por sorpresa a Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941.

Hasta ahora nos había explicado el ponente los conceptos que relacionan terrorismo y guerra, poniendo luego el foco de atención sobre aquellos que los diferencian. La diferencia más importante es el número de víctimas; el nivel de violencia empleado o incluso, y esto es muy importante, la naturaleza de los actores. Pero yendo más allá puede decirse que la diferencia entre terrorismo y guerra está relacionada fundamentalmente con la capacidad de una y otra parte en reconocerse entre sí, bién como iguales o bién como opuestos, en cuanto a su naturaleza.

En las guerras convencionales es realmente fácil descubrir que la otra parte, el enemigo, es un igual, incluso en las guerras civiles termina pasando. Reconocer a la otra parte como igual es algo propio de una guerra, sin embargo en la lucha contra el terrorismo ninguna de las partes se reconoce como igual. Los terroristas ven al Estado como un régimen opresor, tiránico, ilegítimo, y el Estado ve a los terroristas como lo que son, como criminales, que atacan un orden político como el nuestro o como otros fundamentados en principios democráticos, donde los ciudadanos tienen derechos personales y como consecuencia de los cuales tienen derechos políticos y derechos humanos.

Desde esta opinión, la diferencia entre guerra y terrorismo depende en la mirada que las partes tienen entre sí, y por lo tanto es una diferencia que no está relacionada tanto con la realidad como con una interpretación, y esto es un convencionalismo, que tiene una dimensión política y que tiene mucha relevancia en relación a lo que uno piensa que debe ser el final de ese choque de voluntades. Porque al llegar al terrorista, sobre si es o no un igual, la cuestión es que debemos plantearnos nosotros qué queremos ser cuando esto acabe.

En imágenes de luchas entre animales vimos representado el combate entre contendientes de la misma, y de distinta naturaleza. Para el leon abrazado por la serpiente, eso es una guerra, pero la definición no le corresponde al león.

La definición le corresponde al político, al que mira esa imagen, y si el político decide que eso es un enfrentamiento entre iguales el problema es que al final el león puede convertirse en serpiente, o en un híbrido. Ahora las guerras se llaman guerras híbridas.

Nos mostró González Martín una diapositiva más para fijar los aspectos diferenciales del terrorismo respecto a la guerra. La guerra es un duelo y el terrorismo es un chantaje que coloca una pistola encima de la ley. El terrorismo no pretende resolver el conflicto destruyendo las capacidades del Estado, lo que busca es actuar
directamente sobre el nivel político. La guerra se resuelve en el campo de batalla, dentro de los distintos niveles de conducción, político, estratégico, operacional y táctico, como identifica la OTAN, y se ve que hay un espacio de contacto entre ambos. La guerra se resuelve en el campo táctico, en el más bajo de ellos. Esto cada vez es menos claro y de ahí ese espacio cada vez más amplio de relación entre los distintos niveles.

Aunque existe esa relación, también existe esa diferencia. La guerra se resuelve abajo pero el terrorismo pretende resolver el conflicto arriba. Lo que no busca la guerra es determinar lo que el enemigo debe sentir o lo que debe pensar.

No busca programar al enemigo, en cambio el terrorismo lo que sí busca es determinar lo que tú debes sentir y lo que debes pensar, y programar tu agenda política, como Estado, como Gobierno o como sociedad , y fijar las decisiones que debes tomar.

En la última transparencia pudimos ver una frase de Raymond Aron, que dice: «probar la responsabilidad del enemigo en una guerra se ha convertido en el deber de todo Gobierno«. Por eso, en este momento, es tan importante descubrir que es necesario contar lo que ha pasado , y contarlo desde una perspectiva. La memoria la impone el vencedor, es un privilegio del vencedor, pero es un privilegio que permite reconstruir una identidad y un orden político, y todo lo que viene después, sabiendo que tiene que pagar un precio a la desmemoria, tiene una función de utilidad. Existe un dilema claro entre lo que debemos hacer y lo que es necesario hacer.

En este caso es necesario olvidar algunas cosas y no olvidar otras, porque no todas las memorias son iguales. La memoria es una reconstrucción, es un artificio, es por definición artificial, y por eso el protagonismo de la reconstrucción de la memoria histórica, de lo que ha pasado, tiene mucho que ver con el proceso de construcción de esa memoria. Y cuando hablamos de proceso hablamos de lugar, hay un libro de Fernando García de Cortázar que habla sobre los lugares de España. Es muy importante el lugar donde se construye esa memoria; quién construye esa memoria, los protagonistas de su construcción.

Podemos pensar que esos protagonistas deben ser los políticos, o podemos pensar que es la propia sociedad la que debe construirla. Es un proceso donde tiene importancia el lugar y las personas. ¿Qué personas son las que deberíamos elegir?. A juicio del ponente, el lugar es el taller del artista, y se refirió aquí a la novela PATRIA de Fernando Aramburu, que alcanza treinta ediciones y un millón de lectores. El arte es algo que, por ser arte, permanece, y la cuestión no es solamente contar lo que pasó a los que lo hemos vivido sino contar lo que pasó a los que tienen que vivir. Es esa virtud del arte de superar el contexto donde se produce y de seguir mandando mensajes que siguen siendo de actualidad, como nos ocurre cuando vemos, por ejemplo, en el museo del Prado el cuadro de los fusilamientos del dos de mayo, que sigue diciendo cosas.

Terminó su intervención el Teniente Coronel González Martín, con estas palabras:

«Yo creo que el lugar donde se debe reconstruir la memoria es en el taller del artista, y los artistas tienen aquí su trabajo y su función, sin que esto quiera decir que los demás no tengamos también otras«.

A continuación tomó la palabra el moderador, Federico Aznar Fernández-Montesinos, y anunció la intervención del siguiente orador, Joaquín Leguina, al que presentó como literato y Ex-Presidente de la Comunidad de Madrid.

Leguina presentó la ponencia «La Literatura ante el Terrorismo» y nos recomendó dos obras sobre la Primera Guerra Mundial. Una miniserie de siete capítulos proyectada recientemente en televisión, y un libro que trata el mismo tema, el inicio de esa guerra, titulado «Sonámbulos«.

Esta obra hace un repaso de la cantidad de barbaridades que los políticos de más alto nivel cometieron y que llevaron a esa guerra, que luego llevó a la Segunda Guerra Mundial.

Dijo esto, Leguina: «Una de las conclusiones a las que yo llego leyendo Sonámbulos es que Gavrilo Princip era un gran imbécil, como todos los que estaban con él para asesinar al archiduque y su esposa, pero los que defendían al archiduque y su esposa eran unos inútiles. El Guernica, de Picasso, está inspirado en unos reportajes publicados en un periódico parisino de la época y son los bombardeos sobre Madrid, no sobre Guernica«.

Joaquin Leguina Herrán

«La literatura se nutre de la vida y también de la muerte. No podía obviar por tanto uno de los fenómenos, a la vez incomprensible y mortífero, como es el terrorismo. No para buscar explicaciones racionales o justificación de lo injustificable, sino para mostrar a los lectores la catadura de los individuos, sádicos e ideológicamente enloquecidos, que lo practican«.

«En torno, por ejemplo, al terrorismo nacionalista de ETA, existe ya una nada despreciable cantidad de novelas y obras de teatro. La más exitosa de ellas, que se ha mencionado aquí, es sin duda Patria, de Fernando Aramburu, pero no hablaré aquí de esta obra. Arrancaré de más atrás y glosaré otras dos obras, que son El Agente Secreto, de Josep Conrad, y la obra dramática, Los Justos, de Albert Camus«.

El Agente Secreto se publicó en 1909 pero la acción transcurre en el Londres de 1886, en la primera fase del terrorismo. En 1894 fue cuando un individuo atentó con bomba contra el Observatorio de Greenwich y conviene saber que el muro exterior del observatorio no sufrió ni la más mínima grieta. El terrorista fue la única víctima de aquel atentado, una sangrienta insensatez tan enormemente estúpida que resulta imposible desentrañar su origen mediante un proceso mental razonable.

El Agente Secreto es una obra que Conrad comenzó a escribir después de publicar, «Nostromo«, y «El Espejo del Mar«. «Nostromo, (escribió después Conrad), es un intenso esfuerzo creador de lo que supongo será mi más vasto panorama, y El Espejo del Mar fue un intento, sin inhibiciones, de desvelar por un momento las más profundas intimidades del mal, las influencias formativas de casi la mitad de mi vida».

Conviene recordar que Conrad era judío.
La verdadera protagonista de El Agente Secreto es la señora Verloc, una mujer tomada por la pasión y el ideal. Pero el idealismo siempre atrae a gran cantidad de parásitos indeseables. Willie Verloc es una de esas figuras silenciosas, tranquilas, y enigmáticas. Una esfinge, esta vez sin secreto. No hay nada pues fuera de lo común en la elección del personaje. Lo imprevisible de esa figura tan anodina es que se convierta en la protagonista de una novela que se centra en un atentado terrorista y cuya trama revela los secretos de la turbia selva donde siempre habita el terrorismo.

La historia que narra Conrad está compuesta por seres de escasa dignidad moral. Casi todos son hipócritas. Sus motivos externos no corresponden con la realidad de sus intenciones íntimas. Los representantes de la ley obran por motivos personales, no por razones morales o cívicas, exactamente igual que los enemigos de la ley, los revolucionarios. Solo escapan a esta insinceridad moral la señora Verloc, a la que salva su pasión, y su hermano Stevie. No deja de ser paradójico que el único personaje puro e inocente, este hermano Stevie, la única figura que actúa según los dictados de la bondad, resulte ser en efecto un imbécil.

Atentado contra el Observatorio de Greenwich

El Agente Secreto descubre el terrorismo, una de las plagas del siglo que comenzaba entonces, en su dialéctica social por abominables que sean sus medios y por contradictorio que resulte su ser antisocial. El terrorismo se convierte así en una carta más, todo lo marcada y falsa que se quiera, en el juego sucio de la política.

Estamos ante una historia trágica, con tres muertos, melodramáticos, hecha no solo con ironía sino con comicidad. El Agente Secreto no se entiende cabalmente si no se tiene en cuenta el constante tono burlón que toma el relato. Se trata de una narración que una vez leída deja en el lector una sensación latente de que Conrad nos ha introducido en un mundo cerrado al estilo de los construidos por Henry James.

Pasó luego, Joaquin Leguina, a hablarnos de Albert Camus, que nació en 1913 y murió en 1960 victima de un accidente de tráfico.

El movimiento terrorista anarquista sobresalió en toda Europa en el período 1880-1910. Los asesinatos de Cánovas en España, de la emperatriz Isabel de Austria (Sissi) en Ginebra, y del Gran Duque Sergio Aleksandrovich, de Rusia, junto a otros hombres de Estado constituyen algunos de sus principales «logros». La base teórica de estos actos se asienta en el nihilismo anarquista, a partir del cual la negación de uno mismo de los valores del mundo conduce a ejecutar una acción destructiva pero que los autores creían encaminada a la construcción de un mundo nuevo. La destrucción en este caso implica construcción, la muerte trae vida, así los justos ejercerán el terror hasta que la tierra sea restituida al pueblo. Ejecutan a los tiranos para liberar el país, aceptan matar para acabar con el despotismo, aceptan ser criminales para construir en definitiva una Rusia feliz.

El 15 de diciembre de 1948 se estrenó en el Teatro Hebertot de París «Los justos«, protagonizada por Serge Reggiani y María Casares, hija del político Santiago Casares Quiroga, que había sido ministro y Jefe de Gobierno de la República bajo la presidencia de Manuel Azaña.

La acción se desarrolla hacia 1905 en la Rusia zarista. Un grupo perteneciente a un sediciente Partido Socialista Revolucionario prepara un atentado contra el Gran Duque Sergio mediante una bomba que arrojarán contra su calesa cuando se acerque al teatro. Pero cuando llega el momento Kaliáyev, que es el personaje que interpreta Reggiani, no arroja la bomba porque en la calesa van niños. Kaliáyev dice lo siguiente: «yo no podía prever niños, niños sobre todo. ¿Han mirado a los niños?, esa mirada grave que tienen a veces. Nunca he podido sostener esa mirada. Un segundo antes, sin embargo, en la oscuridad, en el rincón de la placita, yo me sentía felíz«.

Camus apela en la obra a los límites de la violencia, a los métodos revolucionarios. Si la revolución supera esos límites, si llegara a matar niños, no solo perdería su poder y su influencia, como dice Dora la única mujer en el acto segundo, perdería todo su valor y significado, convirtiéndose la causa justa en injusticia.

Tras un par de días esperando que el Gran Duque vuelva al teatro con su calesa, los terroristas no están exentos de dudas. Esa es la esencia misma del teatro de Camus. Camus nos hace conocer así el valor de la duda, su significado, relanzando los planteamientos o las ideologías categoriales que tan abiertamente se imponían sobre Europa en aquellos momentos.

Matar niños no tiene justificación alguna

Y dice Kaliáyev, «acepté matar para abatir el despotismo, pero detrás de lo que me dices veo anunciarse un despotismo que, si alguna vez se instala, hará de mí un asesino, cuando trato de ser un justiciero«. (Habla con un compañero suyo que es el más radical de todos).

El acto terrorista se realiza y el cuerpo del Gran Duque queda destrozado.

Allí mismo kaliáyev es detenido y luego condenado a muerte. Estando ya en capilla recibe en su celda al Jefe de Policía y a la Duquesa a quien ha dejado viuda. Ambos le proponen un trato para salvar la vida. Un trato político el policía y un trato religioso la viuda. Pero kaliáyev rechazó las gracias y dijo: «Déjenme prepararme para morir, si no muriera, sí sería un asesino«.

No es difícil ligar esta obra de hombres rebeldes con la experiencia que pocos años después iba a marcar la vida de Camus, la Guerra de Argelia. Cuando el conflicto estalla en 1954 el hombre rebelde ya se ha convertido en un terrorista, portando en sí mismo el embrión del tirano posterior.

La sublevación argelina entra en 1955 en una fase de gran intensidad y virulencia. El recién constituido Frente de Liberación Nacional Argelino, emprende una política de acción terrorista persiguiendo el doble objetivo de dañar a la potencia colonial y atraer el interés de la comunidad internacional. Para responder a estos ataques se creó la OAS, es decir la Organización del Ejército Secreto, que actuaba según la premisa de conservar Argelia bajo bandera tricolor, contrarrestando el terrorismo con prácticas terroristas.

Albert Camus se decantó siempre por una actitud de claro signo pacifista. Confirmando su rechazo a toda forma de acción violenta recogía en cierto modo el testigo de Jean Jaurés, el socialista asesinado antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. El discurso filosófico de Camus se asentaba definitivamente en el humanismo idealista, siendo uno de los primeros pensadores que defendió abiertamente lo no violencia, lo cual le costó la amistad de Sartre y de otros muchos.

Pero ya lo había escrito en El Hombre Rebelde: «La libertad, este nombre terrible escrito en el carro de las tempestades está en el principio de todas las revoluciones. Sin ella la justicia parece inimaginable a los rebeldes. Sin embargo llega un tiempo en que la justicia exige la suspensión de la libertad. El terror, pequeño o grande, viene entonces a coronar la revolución. Cada rebelión es nostalgia de inocencia y apelación al ser. Pero la nostalgia toma un día las armas y asume la culpabilidad total, es decir el asesinato y la violencia«.

Muchos años antes, Chateaubriand, refiriéndose a la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII, y concretamente a la etapa del terror, escribió lo siguiente: «La revolución me habría arrastrado de no haberse comenzado con crímenes. Vi la primera cabeza llevada en la punta de una pica y me eché para atrás. Nunca el homicidio será a mis ojos objeto de admiración ni un argumento de libertad. No conozco nada más servil, más despreciable, más cobarde, más limitado, que un terrorista«.

Finalizó así la primera sesión de esta magnífica Jornada sobre Terrorismo y nosotros finalizamos esta crónica felicitando a la Fundación Manuel Giménez Abad por su brillante organización, a la vez que expresamos nuestra gratitud por haber sido invitados a la misma.

Santoral

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