Asistimos el pasado 22 de noviembre de 2022, en el Museo del Teatro de Caesaraugusta, a la conferencia titulada “Los animales en la obra de Goya”. Fue impartida por el Profesor Don Armando Serrano Martínez, a partir de las 19.00 horas en el Salón de Actos, formando parte del Ciclo Goya y Zaragoza.
Un ciclo que consta de ocho conferencias, que se extienden desde el 24 de octubre hasta el 7 de diciembre, y que abarcan desde la pasión que Goya tenía por los festejos populares en la calle, hasta la infancia, pasando por su amor a la música y la danza, su pasión también por la indumentaria y la nobleza aragonesa, y su amor por los animales entre otros temas.
Presentó la conferencia Domingo Buesa Conde, Presidente de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, y lo hizo con estas palabras: Hoy tenemos una nueva entrega del Ciclo Goya y Zaragoza, que está convocado y organizado por el Ayuntamiento de Zaragoza y la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Vamos a tratar un tema apasionante, “Los animales en la obra de Goya”. Cuando nosotros diseñábamos el curso, ustedes han ido viéndolo a lo largo de las conferencias a las que hemos asistido, en realidad nos interesaban aspectos comunes. Esos aspectos de la vida cotidiana que condicionan la forma de vivir, la forma de entender el mundo y forman también la construcción de los personajes, en este caso de Goya.
Nosotros tenemos que saber y recordar brevemente que el amor a los animales surge en Grecia. Grecia es la primera cultura y Pitágoras es la primera persona, el primer filósofo que tiene un texto escrito en el que dice que los animales tienen alma igual que las personas, lo cual es un adelanto extraordinario. Todos los que nos dedicamos a la historia nos vamos dando cuenta que las cosas están ya dichas de antemano, y que muchas de ellas están en el pasado, lo que ocurre es que a veces las olvidamos. Pitágoras es el que plantea que los hombres y mujeres y los animales tienen alma y comparten alma. Ellos eran grandes amantes, en la cultura griega, de los animales, cosa que romperá Roma para la cual los animales pasan a ser simplemente elementos de uso económicos, o elementos marginales, colaterales a la vida diaria, con lo cual Roma aporta a occidente y al mundo medieval esa visión de que el animal es otra cosa, es algo que no merece nuestra protección, que no siente, que no tiene alma, que no tiene sensaciones y que, por lo tanto, al no tener sensibilidad podemos hacer con él lo que queramos.
Este pensamiento va a pervivir hasta el siglo XVII, en el que se plantean las cosas de otra manera en la Inglaterra barroca y se plantea una moda que es tener mascota.
Empezamos a ver retratos, como los que hoy les va a mostrar el Profesor Serrano, en donde aparecen los animales pintados como escenario habitual en la vida de las personas. Piensen ustedes que en 1654 los ingleses emiten unas Ordenanzas de protección que tenían como finalidad prohibir peleas de gallos, ataque a los animales, que se pegase a los caballos…
Estamos hablando de finales del siglo XVII, hemos roto ese vacío que Roma había creado en la marginalidad del animal doméstico, de la poca importancia que tiene el animal doméstico y había cerrado una etapa de Grecia. Pero el siglo XVIII recupera la antigüedad, recupera el mundo clásico, recuperamos ese concepto de los animales que realmente es importante, ese concepto que para los ilustrados era básico, el del bienestar animal. Goya es un ilustrado y por lo tanto Goya es un hombre que participa de esta idea y de esta conciencia del bienestar animal, que exige un posicionamiento cercano, correcto, limpio, amable y humano con los animales que nos rodean.
Luego, eso, la Inglaterra victoriana lo elevará a categoría artística y aparecerán esos hermosísimos retratos, sobre todo de niñas, de las hijas de los grandes títulos ingleses, que todas ellas y los hijos, que se retratan con sus mascotas en brazos. Este hecho, que aparece en la Inglaterra victoriana, Goya ya lo había planteado. No voy a entrar en el tema, porque lo va a hacer Armando, pero saben ustedes que fundamentalmente lo que están viendo es cómo Goya se incorpora a este concepto del bienestar animal y cómo todos sus cuadros van a representar ese amor a los animales y él mismo hace un amor especial a los animales.
Hablar de este tema era complicado. ¿A quien eliges, quién puede sacar adelante un tema que es iconográfico, que es complicado?. Lo puede sacar adelante el Profesor Serrano, porque tiene una larga trayectoria profesional de estudio en el mundo de los animales. No en vano, hay que recordar que, en este momento, es el Director de la Fundación Casa Ganaderos de Zaragoza que, como le gusta decir a él, es la empresa más antigua de España, y que además su presencia en Casa Ganaderos le ha permitido entrar en contacto con una documentación muy rica y muy importante. El archivo de Casa Ganaderos, del cual es el archivero titular, le ha permitido entrar a ver, cómo a lo largo de los siglos, los animales se han convertido en un elemento fundamentalmente económico pero también en un elemento de cercanía.
Sus estudios son muchos, no se los voy a citar a ustedes, pero sí les digo que es la persona en esta ciudad que mejor conoce este mundo histórico de los animales, que conoce mejor toda esa presencia del animal como un elemento económico pero también como un elemento vital. Por tanto, les dejo en buenas manos, en las manos de Armando Serrano, que es Académico, Secretario General de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, y de otras muchas cosas que no vienen al caso porque todo lo suplirá su palabra y su conocimiento, que van ustedes a poder oír inmediatamente.
Tomó la palabra Amando Serrano y este es un resumen de su intervención: Hoy vamos a tratar un tema en la vida de Goya que nos va a permitir conocer, no al Goya artista, ni al genio, que ha sido tratado en otras conferencias, sino que vamos a intentar acercarnos al Goya más humano, y sobre todo, que es lo más importante, al Goya más mordaz. Intentaremos descubrir esos guiños que hace a veces el artista al espectador para transmitir una información o un pensamiento que se produce de una manera privada y personal entre el propio artista y el observador del cuadro. Una información, un pensamiento, una idea que puede ser captada por el espectador con la misma facilidad con la que puede ser negada por el artista ante la autoridad competente. Y para transmitir esta información velada y crítica mordaz Goya utiliza en muchas de sus obras la representación de animales, tanto rea les como fantásticos. Si ante el ojo del espectador puede ser interpretado como una crítica, ante el ojo de la autoridad, al final, no deja de ser más que un animal que completa una iconografía de una obra de arte.
Además, Goya coloca en muchas de sus obras a los ejemplares de algunos animales que eran especialmente queridos por él, mostrando también, así un poco, el lado más humano del artista. Cuando observamos algún animal representado en un cuadro, o en cualquier otra representación artística, el autor ha podido colocarlo intencionadamente allí para cumplir una de estas funciones: Puede ser un animal que cumpla una función decorativa, o que forma parte de una historia o relato que nos está transmitiendo el autor en esa obra.
Por ejemplo, y seleccionando una obra de Goya, si nosotros observamos un cuadro en el que se plasma la siguiente escena, ustedes ven un hombre, ya mayor, que porta una vara florida, que lleva de las riendas un burrito, y sobre el burrito una madre joven que lleva en brazos a un bebé recién nacido. Seguro que lo habrán identificado inmediatamente, “La huida a Egipto” , naturalmente ese es el título que le da Goya. El burro, en este caso, es un elemento más del relato, pero es absolutamente necesario para que el espectador reconozca lo que ha querido plasmar el autor. También he de decirles que esta relación entre el significante y el significado es, a todas luces, arbitrario porque cuando nosotros vemos esta imagen con los ojos de un espectador del siglo XXI, inmediatamente se nos pone en marcha todo el bagaje de una cultura europea y cristiana que llevamos asimilando desde hace siglos, porque si este mismo cuadro lo observa, por ejemplo, un chino o un hindú, realmente verán lo que hemos descrito al principio, sin embargo nosotros, todos, hemos visto desde un primer momento, la “Huida a Egipto”.
También nos encontramos animales que no forman parte de la escena como una figura decorativa o necesaria para comprender el relato, sino que son, en sí, los protagonistas de la escena, pero no tienen ningún significado oculto. En este caso, estas doradas es una maravillosa escena para realizar un magnífico estudio de luz.
Como ven, no hay ningún objeto que nos sirva de orientación espacial. Sobre un fondo neutro el pintor colocó estos peces en los que se ven todavía las escamas brillantes y aún parece que húmedas, con un maravilloso estudio de la luz. Igualmente, y más adelante, cuando hablemos del Goya cazador, los cuadros en los que los únicos protagonistas de las obras son los perros y el mensaje que da es el de una simple escena de caza, no debemos buscar un doble sentido.
Pero puede haber una segunda función en la figura de un animal en un cuadro, y es el de ayudar a identificar al personaje protagonista de la obra. Esa es la función de muchos cuadros en los que se representa, sobre todo, a un santo y a un animal que le acompaña, y que este se convierte en la pieza clave de su identificación. En este caso, el león, junto a otros elementos como la figura rota de Venus, o los cacharros de loza que portan las santas, ayudan a identificar las imágenes. Estos elementos nos ayudan, como espectadores, a saber que estas imágenes corresponden a las Santas Hermanas Justa y Rufina, y no, por ejemplo, a las igualmente santas y hermanas Aurelia y Neomisia.
Pero no solamente ocurre con devociones tan particulares. Todos reconocemos al entrar en la iglesia a San Marcos si le acompaña un león, o a San Lucas si le acompaña un buey, o a San Vicente si lleva al lado a un cuervo, porque ya desde la Edad Media, en el caso de San Vicente, siempre se le representaba con este animal que, en ningún caso, es un elemento de mal agüero, sino que el cuervo en la edad Media era un símbolo de locuacidad y facilidad de palabra, ya saben que San Vicente era, un poco, la palabra o la voz de San Valero. Claro, que para reconocer a las Santas Justa y Rufina en el siglo XIX, o a San Vicente en el XIII, como estamos viendo ahora, es necesario tener un bagaje cultural , europeo y cristiano, que hablábamos antes, que me temo lo estamos perdiendo como sociedad. Como sigamos así, dentro de dos o tres generaciones, el magnífico cuadro del “Rapto de las Sabinas” de Pradilla, seguro que será censurado como violencia de género, y no digamos “Salomé con la cabeza del Bautista” de Tiziano, lo que puede llegar a plantear.
Hay una tercera función de los animales en la obra de Goya. En muchos casos, y sobre todo en los grabados, que es donde realmente Goya se encuentra más libre para expresar sus ideas, nos encontramos con animales humanizados o personas animalizadas, que de ambos casos hay. En este caso, Goya utiliza este método para expresar su crítica más exacerbada a algunos elementos de la sociedad que a su opinión están explotando a una población resignada a su destino o, lo que es peor, ignorante.
En este apartado Goya nos dedica todo un bestiario de seres fabulosos, medio bestias, medio hombres, animales fantásticos pero que siempre presenta en contexto realista. Estos seres grotescos, animales con apariencia humana o humanos con rostros o elementos animales como orejas, o patas y cuernos, pueblan los grabados satíricos y en particular la serie los Caprichos. Los humanos con orejas de burros, que muchos expertos interpretan como una actualización del mito de Apolo y Midas, donde el dios cambió las orejas del rey por las de un asno una vez precedido la música de la flauta del dios Pan, simplemente puede ser la ignorancia de una parte de la sociedad.
Pero donde más libre se nota Goya es en la representación de esos seres híbridos, mitad humanos y mitad animales, o incluso esos animales en posición, actitud y vestimenta humanos, que también los veremos. Allí Goya desarrolla toda su sátira más mordaz, su ironía o su crítica somarda a los poderes e injusticias de la sociedad española de finales del siglo XVIII o principios del XIX.
Un claro ejemplo de esto último es el grabado de la serie los Caprichos titulado “Miren que grabes”. En esta imagen observamos a dos bestias fantásticas, grotescas, medio humanas, medio animales. El primero con cabeza de ave, mejor sobre todo, pico de ave, cuerpo humano y extremidades, si se fijan, en forma de garra; y el segundo personaje con orejas de asno, cuerpo de hombre y extremidades también de animal.
Ambos están subidos a lomos de dos asnos que parecen más bípedos que cuadrúpedos, con lo que la confusión de especies es total. Los dos supuestos hombres parecen representar por su actitud al clero y a la judicatura, abusando ambos de su poder subidos a los dos asnos, que tienen actitud de estúpidos sujetos que parecen encantados con sus cargas y ante una muchedumbre que, desde el fondo, vitorea a los insignes personajes desde la ignorancia de la lejanía del poder o de la estúpida complacencia de las cabalgaduras.
Hay otros dos grabados de la serie los Caprichos que, por su difusión, son ampliamente conocidos y en los que el asno tiene un protagonismo especial. Uno de ellos es el Capricho titulado “Ni más ni menos” . Como ven, sentado sobre un cubo un mono hace las veces de pintor, lleva en su mano un pincel , mientras que en la otra sujeta una paleta. Está retratando a un asno que posa ante él, aunque si se fijan, el simio lo representa de un modo diferente.
El mono pintor incluso puede ser un avatar de Goya, que representa a sus clientes como ellos quieren. De esta manera el asno intenta, en el retrato que le hace el falso pintor, no aparentar lo que es, por ello le ha dicho que oculte sus orejas de asno bajo una peluca, aunque no por ello consigue borrar su propia naturaleza equina. Algunos especialistas han visto en esta imagen una sátira de Manuel Godoy que era retratado por el pintor de cámara del Rey, Antonio Carnicero, según las exigencias del político. Es posible que una de las fuentes visuales a las que Goya podría haber recurrido para la realización del grabado que aquí nos ocupa, es el cuadro de Teniers titulado El mono pintor, o quizá pudo conocer también el cuadro, con el mismo título, de Chardin. Como ven, hay gran similitud . El Capricho “Tú que no puedes”, reincidiría en la idea del pueblo cargando con todo el peso de las clases más inútiles de la sociedad del momento.
El otro de los Caprichos con un burro o asno, más difundido, es el titulado “Hasta su abuelo”. En el centro de la composición aparece un asno vestido con un traje que mira al espectador. Sobre un atril que tiene ante él, aparece un libro con ideas de burro, como si se tratase de su árbol genealógico. Bajo el libro frontalmente dispuesto se puede ver un escudo de armas con un asno en el campo. Al fondo, entre el libro y el asno, se recorta la silueta de un búho. Seguramente se trata de un burro que trata de demostrar sus orígenes nobles. De esta manera Goya estaría criticando la costumbre generalizada entre la aristocracia del siglo XVIII de buscar el origen de sus títulos nobiliarios. Esta actividad constituía, en muchos casos, la ocupación más importante que estos tenían, pues ya saben que esta parte de la sociedad no desempeñaba trabajo alguno. Para otros especialistas, esta imagen podría ser una clara referencia, de nuevo, a Manuel Godoy, posiblemente porque el extremeño mandó hacer su árbol genealógico en busca de antepasados nobles. Al final consiguió una discutible descendencia desde los reyes godos, y por su matrimonio con María Teresa de Borbón, ya saben, acabó relacionándose con la propia Familia Real. O también Goya pudo reflejar su desánimo o enfado al no conseguir que fuera reconocida su hidalguía, como muy bien nos explicó la semana pasada Carlos Corbera. Este grabado, muy reproducido, es muchas veces mal explicado ya que siempre se interpreta como una crítica a la educación o dificultad de educar a los jóvenes, sin darse cuenta que el asno no va vestido de colegial, sino que lleva traje levita, sin apreciar el árbol genealógico del libro, el escudo nobiliario del primer término o, sobre todo, el búho silueteado.
Con todos estos detalles, el grabado se convierte en una crítica mordaz a la posición social de la aristocracia de sangre, ociosa, en lugar de favorecer la preeminencia social de la aristocracia intelectual. Recuerden que aristo, en griego, significa los mejores. Además, en este grabado aparecen dos de los animales más representados por Goya, el burro, que incluso es protagonista del grupo Las Asnerías, que es un grupo de seis grabados de la serie Los Caprichos, denominado así porque el protagonista en todos ellos es un burro o un asno; y el búho, que Goya siempre lo vincula a la necedad y a la inmoralidad. Y la silueta de este ave al lado del burro aristócrata, se convierte en la puntilla de la crítica a esta aristocracia ociosa y parásita en la mentalidad del artista.
Aristocracia ociosa y parásita pero que, en muchas ocasiones, era la clientela de la que vivía el propio pintor, que también pudo reírse de esta realidad en el grabado anterior en el que quien pintaba al asno era un mono.
Otra de las familias de animales que tiene un peso importante en la obra de Goya son las aves. Para una división generalizada, rápida y sencilla, podríamos decir que aquí Goya divide a las aves en diurnas y nocturnas. Siguiendo la tradición cristiana, en la que la noche es el reino del maligno, las aves nocturnas, sobre todo lechuzas y murciélagos, representan lo negativo, son animales de mal agüero y, sobre todo, ocupan el universo onírico de los grabados goyescos. Por el contrario, las diurnas simbolizan lo positivo, pero no se quedan aquí, también simbolizan la candidez, la ingenuidad, ya que para Goya las aves diurnas las representa como presas idóneas, como animales nacidos para ser cazados por el hombre con la ayuda de su perro.
Pero las aves nocturnas también pueden representar políticamente a las fuerzas ocultas, como en este cuadro en el que un legislador, con orejas de ala de murciélago, escribe las leyes apoyado sobre un gran roedor y colocando sus pies sobre una esfera del mundo, ante la desesperación de la población. Y las aves diurnas, por el contrario, reflejan la inocencia. En este cuadro, de Manuel Osorio Manrique de Zúñiga, la supuesta ingenuidad del niño aristócrata, coloca a unas aves en las jaulas y a otra, una urraca, la expone al peligro de unos gatos que observan a la víctima potencial, que solo él puede salvar tirando del hilo, o no, lo mismo que ocurre con los gobernantes y el pueblo.
Conocedores del simbolismo goyesco, de búhos, lechuzas, murciélagos y aves cazables, que las volveremos a ver cuando nos centremos en los perros, explicados en multitud de estudios, quiero terminar este grupo de animales singularizando a uno que no suele ser muy conocido en la fauna goyesca, el pavo.
Aunque en la simbología general de la historia del arte, el pavo real es un animal utilizado como símbolo de la realeza y es muy común ver a este animal en las obras en las que aparece el niño Dios, como símbolo de su linaje real, o incluso en las adoraciones de los Reyes Magos al niño, como en la obra de Botticeli, Goya le da una vuelta de tuerca, le da otro significado, el de la vanidad.
Para ello vamos a ver una obra que Goya realizó para él, no para venderla ni como pieza para incluir en sus grabados. Goya la pintó en el reverso de un dibujo preparatorio de uno de sus grabados, “Disparate General” y no acabó en ninguna plancha, se titula “El pavo real vanidoso” . Hay muchos historiadores que han visto este dibujo como una caricatura de Wellington, al que Goya retrató en un par de lienzos y por lo visto no congeniaron como pueden imaginarse. Tras realizar sus retratos, Goya pudo plasmar la vanidad del militar inglés en esta pequeña caricatura que, volviendo al tema de los animales humanizados o a las personas bestializadas, convierte a Wellington en un pavo, personaje vanidoso y ostentoso.
Vamos a ver ahora unos animales que, en un principio, suelen pasar muy desapercibidos en las representaciones artísticas a lo largo de la historia a pesar de ser los más numerosos en el planeta. Me estoy refiriendo a los artrópodos y más concretamente a los insectos. Uno de los más comunes, la mosca, es un animal que, desde las primeras civilizaciones, es un símbolo negativo que representa la muerte y el deterioro. Incluso durante el Renacimiento este animal era considerado como repugnante y era colocado en las pinturas como un símbolo del pecado, como en la obra de Carlo Crivelli.
Pero vayamos a lo que nos ocupa y observemos que es muy curiosa la relación de Goya con los artrópodos en general. Además de las típicas obras en las que aparecen, naturalmente, los piojos como un elemento revelador de una situación de pobreza, como en esta obra “A la caza de piojos”, lo más curioso de Goya respecto a este grupo de animales es la utilización de las alas de mariposa. En la cultura de la pintura occidental las alas de las mariposas están asociadas a los mitos voladores de los individuos mitológicos que se diferencia, inequívocamente, de los individuos religiosos que utilizan siempre alas de ave, como ocurre en la iconografía cristiana, con todos ángeles y angelotes. Ahí tienen por ejemplo los famosos de Rafael.
Por ello, no deja de sorprender que muchos de los querubines que pinta Goya no se mueven por el espacio aéreo alteando unas alas plumadas.
Como ven ahí, en este Querubín de San Antonio de la Florida, los angelotes se mueven aleteando, como en la mejor escena mitológica, unas maravillosas alas de mariposa. Pero hay más ejemplos de la utilización de las alas de mariposa en la obra de Goya.
Uno de los más conocidos es el famoso “Volaverunt”, en el que se ve a una mujer con un tocado de alas de mariposa que, con los brazos abiertos y la mantilla, parecen también alas de murciélago, y se apoya en su vuelo en tres personajes de difícil identificación. Para unos brujas, para otros toreros, luego les explicaré por qué.
Tal vez, como ocurre en otras ocasiones, esta imagen puede encerrar varias lecturas. Por un lado, una de ellas sería una crítica al carácter voluble de las mujeres en sus relaciones sentimentales, podría ser incluso una alusión a la Duquesa de Alba, que acaba convirtiéndose en murciélago, y su despecho por haberla abandonado, y sus posibles relaciones simultáneas con tres toreros a la vez, que por ahí hay gente que dice que pueden ser toreros. Y para otros es una visión satírica de la brujería, en la cual una mujer joven y hermosa también puede ser una bruja, y las tres figuras en las que se apoya serían la imagen tradicional de ellas.
Pero no es el único caso de alas de mariposa en la cabeza de una mujer. En el Capricho “Sueño. de la mentira y la inconstancia”, Goya vuelve a hacerlo. Una mujer de doble faz, tocada con unas alas de mariposa, o del ala, sujetada por el brazo por un hombre, junto a una mujer ya liberada, una careta con dos alforjas, una pelea entre dos sapos y una serpiente, y un hombre haciendo el gesto de silencio.
La interpretación que dan es la de una alusión a su posible relación con la Duquesa de Alba, en este caso sí. Una cara mira a ese personaje masculino que podía ser el propio Goya. La otra al estatus de la duquesa, su castillo. La mujer ya liberada y las alforjas al dicho de la época de, “pasarse a la otra alforja” como símbolo del engaño, y la pelea entre sapos y culebras una alusión a la bajeza de la mujer.
Y no me gustaría olvidar un dibujo del cuaderno de Burdeos, en el que aparece un toro tocado con alas de mariposa, suspendido en el aire por una serie de caras grotescas, con alas de mariposa igualmente.
Revolotean sobre el animal, y responde a la serie de dibujos en los que la burla es la línea predominante. Y para terminar con este apartado curioso de los insectos en particular y de los artrópodos en general, no quiero dejar de citar un dibujo muy curioso, que realizó en una de las cartas a Zapater, en el que representa a una bacía de barbero, un zapato, una mano, un brazo, una lámpara, una navaja de afeitar, todo esto con ojos como pueden ver, y abajo una escopeta de caza y una langosta. Este dibujo, de 1784, que parece adelantarse al surrealismo o también puede ser una herencia del Bosco, ha tenido multitud de interpretaciones, desde una crítica a los chismorreos de los enemigos, una alusión a los enemigos de los campos de Zapater, las langostas, o una interpretación más sexual, entendible solo entre los dos amigos.
Como han podido ver, Goya, como antes lo hizo el Bosco, o después de él Picasso o Dalí, todos han representado este tipo de animales cercanos a la vida cotidiana de los hombres. Otro de los animales curiosos que encontramos en Goya es el conejo. Además de aquellas imágenes en las que este animal aparece como un elemento más de una escena de caza, hay otras ocasiones en las que aparece como un elemento simbólico.
A lo largo de la historia el conejo es un animal que, por su fertilidad tan feroz, siempre se asociaba a la lujuria y a la tentación sexual. Así aparece, por ejemplo, en un cuadro de Tiziano, “La Virgen del conejo”, en el que María sujeta a uno de estos animales, señalando que ella pudo resistirse a la lujuria hasta la concepción de su hijo, que fue a través del Espíritu Santo. En Goya también encontramos una imagen en la que el conejo es un elemento significativo, “Las floreras o la primavera”.
Esta obra, destinada a un tapiz que nunca se realizó, se encargó para la residencia privada de los recién casados Príncipes de Asturias, el futuro Carlos IV, y para la que se encargaron cuatro tapices, con el encargo, jocosos.
La conferencia nos cautivó a todos desde un principio y se extendió mucho más todavía, pero nosotros hemos de poner aquí fin a su crónica y, desde estas sencillas líneas de los Reales Tercios de España, felicitamos al Profesor Don Armando Serrano Martínez por su magnífica exposición.