Fue en la Sala de Actos del Club Cultural de Empleados del Banco Santander, en Zaragoza, el día 19 de mayo de 2022, donde y cuando los Reales Tercios de España, creados en 1942 por S.A.R. Don Juan de Borbón y Battenberg, presentaron una interesante conferencia titulada “Historia de los Tercios del Rey”. Tuvo lugar a partir de las 19.30 horas y fue impartida por el Teniente de RR.TT. Don Pedro Martínez Delgado, Segundo Jefe de la Delegación en Aragón del Tercio Norte, cargo que compatibiliza con los de Secretario y Jefe del Área de Cultura.
Asistió al acto el General de RR.TT. Excmo. Sr. D. Miguel Usón Muñío, Subjefe del Tercio Norte y Delegado del mismo en Aragón, Navarra y las provincias Vascongadas. Igualmente estuvieron presentes el Jefe de Relaciones Institucionales del Tercio Norte-Aragón, Teniente Coronel de RR.TT. Don Manuel Grao Rivas, el Coronel de RR.TT. Manuel Martínez Pérez y otros oficiales de los Reales Tercios de España.
Por parte del Club Cultural de Empleados del Banco Santander de Zaragoza, asistieron los siguientes directivos: Presidente Don Ángel Tello Almenara; Vicepresidente Don Francisco Romeo Mongio; Jefe del Área de Cultura, Don Miguel Ángel Santolaria; Delegado de Deportes, D. José Gil Zapater.
Se inició el acto con la intervención de Miguel Ángel Santolaria, quien dijo, entre otras cosas, lo siguiente: Muy bienvenidos a esta conferencia que nos van a impartir estos grandes amigos, como son el Teniente Coronel de Reales Tercios de España Don Manuel Grao Rivas, Jefe de Relaciones Institucionales , buen amigo y además amante también de la música.
La conferencia la va a impartir el Teniente de RR.TT. Don Pedro Martínez Delgado, Subjefe de la Delegación de Aragón, Secretario y Jefe del Área de Cultura. Don Pedro es además, dentro de la cultura aragonesa, un hombre muy introducido en el mundo de la música lírica. El otro día, Don Manuel y el gran amigo Pedro tuvieron a bien de venir a un concierto mío en la Iglesia de Altabás.
Hoy la conferencia va a ser sobre los Reales Tercios de España que, a lo largo de nuestra historia española, siempre se han destacado como un ejército unánime y bien preparado. Cuando iniciamos una conferencia sobre este tema me imagino que a todos ustedes se les representará, lo mismo que a mi, el famoso cuadro de la rendición de Breda, el cuadro de las Lanzas, de Velázquez, donde aparecen allí nuestros Tercios con las picas y los arcabuces.
Fue un ejército profesionalizado, pero sobre todo moderno, con unas tácticas bélicas muy adelantadas a su tiempo. El gran escritor y académico Arturo Pérez Reverte ha profundizado en ello, tanto en sus artículos semanales como en su maravillosa serie de novelas del Capitán Alatriste, donde tan bien describe a los Tercios de España y se imagina a ese Capitán Alatriste, en la forma de vida que llevaban y en la institución. A mí que, al igual que a Don Pedro, como he dicho al principio, soy amante de la música lírica, también se me representa el que podríamos decir “padre de la Ópera”, el gran compositor Giuseppe Verdi, que en su gran Ópera Don Carlo, ambientada en España, sobre la vida del Rey Felipe II, aparecen los Tercios de Flandes, concretamente el hipotético Marqués de Posa, que es Capitán de los Tercios de Flandes.
Pero yo he venido aquí a presentar a mis buenos amigos, lo mismo al Teniente Coronel Manuel Grao , con el que hemos hecho en poco tiempo una muy buena relación, y excuso decir del Teniente de los Reales Tercios de España, ya mi buen amigo puedo decir, Pedro Martínez. Agradezco de nuevo su presencia y yo creo que vamos a pasar una grata velada escuchándoles, así es que solo me queda dejarles en manos de mis dos buenos amigos.
Tomó la palabra Manuel Grao y esto es lo que dijo: Bienvenidos a todos, muchas gracias por su asistencia. Indudablemente mis primeras palabras deben ser de agradecimiento hacia el Club Cultural de Empleados del Banco Santander, Zaragoza.
Agradecimiento por la exquisita cortesía y amabilidad que nos ha ofrecido, desde un principio, a través de sus directivos, para realizar nuestras reuniones de trabajo. Así pues, señor presidente, amigo Ángel, te ruego aceptes nuestro más sincero agradecimiento.
Vamos a dar una breve charla, sin pretensiones, sobre lo que fueron los Tercios del Rey, esas aguerridas tropas que, durante 150 años, fueron consideradas como la mejor infantería de Europa y el primer ejército moderno del mundo. Ya sabrán ustedes que, por ejemplo, la Infantería de Marina se creó prácticamente con los Tercios, cuando se decidió artillar la flota de galeras que protegía el mar Mediterráneo. Para hablarnos de este interesante tema contamos con el Teniente de RR.TT. Don Pedro Martínez que nos ilustrará sobre ello. Pero antes, como muestra de esa gratitud que tenemos y debemos hacia todos ustedes, nuestro Delegado en Aragón, General de RR.TT. Excmo. Sr. D. Miguel Usón Muñío, va a hacer entrega de unos obsequios al señor Presidente del Club.
Don Ángel Tello recibió, con palabras de agradecimiento, una Metopa de los Reales Tercios de España y un libro que, según dijo, se colocaría en lugar destacado de la biblioteca del Club. Igualmente se hizo entrega de unos trípticos informativos sobre los RR.TT. para su difusión entre los socios.
Intervino a continuación el ponente, Don Pedro Martínez y he aquí un resumen de lo que fue la presentación de su conferencia: Señoras, señores, nos trae aquí una charla que, bajo el lema “Historia de los Tercios del Rey” pretende ser una aproximación a un siglo y a un tiempo apasionante en el que se configuraron la mayor parte de los Estados según los conocemos hoy en día. Los Tercios del Rey fueron el Ejército del Rey. Un ejército que, todavía anclado en lo medieval, se constituyó como la fuerza más poderosa y eficaz de su tiempo. Su declive coincidió con el desarrollo de nuevas tecnologías que obligaron a un replanteamiento de la concepción de los ejércitos: Si el cambio tecnológico los alumbró, un nuevo cambio tecnológico los convirtió en inoperantes. El siglo XVI será también el siglo de los Tercios del Rey, de un rey que se convirtió en emperador. Estamos hablando de un siglo, el XVI, extraordinario en todos los sentidos. Un siglo que, en cultura, alumbra a Cervantes en España. Aunque el Quijote aparece en el 1606, Cervantes lo escribe antes, así como otras obras. Un siglo que, en Inglaterra, alumbra a Shakespeare, o Marlow. Un siglo que marca el inicio del Renacimiento. Rafael muere en 1520 y Miguel Ángel muere más tarde, pero ya había pintado al inicio de siglo la Capilla Sixtina. Estamos hablando de la eclosión del Renacimiento y, al mismo tiempo, de la eclosión del humanismo, es un siglo que está dominado por el Imperio, como vamos a ver ahora.
El Emperador Carlos V, Carlos I de España, nació con el siglo, un 24 de febrero de 1500, en Gante, Condado de Flandes en aquel instante. Todavía hoy la Catedral de Gante alberga el monumental “Adoración del Cordero Mixtico” de los hermanos Van Eyck, que fue pintado hacia finales del siglo XV. Es decir que, en los primeros años del emperador, él puede ver ese cuadro y, seguramente, tendríamos que comprender que configuró parte de su mentalidad religiosa.
Si recuerdan ese cuadro, es un cuadro extraordinario, pintado sobre tablas, y en el centro podemos ver al cordero, que encarna la figura de Cristo. Están representadas todas las iglesias del mundo, están también los profanos, los judíos, una adoración de ángeles y ese cordero es el que vierte sangre sobre un cáliz. Es una obra extraordinaria que revolucionó, sin duda, aquel momento. Recientemente se ha restaurado y se ha visto que las sucesivas restauraciones que se habían producido lo que habían hecho era justamente cambiar la configuración del cordero. El cordero inicial tenía cara humana, como se ve ahora, lo cual ha originado una gran polémica dentro del mundo académico. Todavía hoy, decíamos, en la “Adoración del Cordero Mixtico, de los hermanos Van Eyck, puede apreciarse la pila en la que el futuro emperador fue bautizado, que está a la entrada de la catedral.
Hijo, por un lado de Juana I de Castilla y por tanto nieto de los Reyes Católicos, y, por otro, de Felipe I el Hermoso, primogénito de Maximiliano I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y de María de Borgoña, heredó por vía paterna Borgoña, el Archiducado de Austria y el trono imperial, y por vía materna reunió por primera vez en una misma persona, las Coronas de Castilla, que incluía León, el Reino de Navarra y los territorios en las Indias Occidentales; y la Corona de Aragón, que comprendía los Reinos de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Valencia, Mallorca y Aragón, así como el Principado de Cataluña.
Era la primera vez que tanto poder se aunaba en una sola persona y, de hecho, la última. Su reconocimiento por parte de los distintos territorios se produjo de forma sucesiva por las distintas Cortes de cada Reino, no sin revueltas ni conflictos, hasta que el 24 de febrero de 1530 es coronado Emperador del Sacro Imperio Romano en Bolonia por el Papa Clemente VII. Recordemos que en aquel instante Italia no era la Italia que ahora conocemos, que es un producto de las revoluciones del siglo XIX.
A partir de ese momento, el emperador desplegó su ideal del humanismo entendido como la Universitas Christiana, es decir todo el orbe ha de estar bajo un mismo poder, y ese poder es el del emperador, un emperador cristiano, católico, además en perfecta concordancia con el espíritu renacentista, lo que le enfrentó tanto al Papa como al que sería su gran némesis del siglo, el Rey Francisco I de Francia, que también aspiraba tanto a la Corona imperial como a Borgoña, pues entendía que era suya. Quien haya estado en Borgoña, en la zona de Chablis, sabe que produce el mejor vino blanco de Francia, el vino que se servía en la Corte de París desde siempre, con lo cual para ellos es como si a nosotros nos quitasen La Rioja, para entendernos.
Pero si con Francisco I de Francia mantuvo un frente abierto que le ocupó hasta cuatro guerras directas, fue la causa de Martín Lutero, que dividió Europa en dos un 31 de octubre de 1517 cuando clavó su 95 tesis en la puerta del Palacio de Wittenberg, la que le causó los mayores problemas: el “enemigo “ del imperio, si se me permite el apelativo de enemigo, que entrecomillo naturalmente, con nuevas ideas que originaban revueltas ya fueran por el campesinado entre 1524-25, o por las clases dominantes unidas en la llamada Liga de Smalkalda, entre 1531 y 47, ya no estaba en el exterior, no era el turco o Francisco I, sino que era un adversario interior que crecía dentro del propio Imperio.
Carlos V como emperador no solo había asumido la autoridad imperial sobre todos los Reyes de la Cristiandad, sino también la defensa del catolicismo. En este sentido hay que entender la cesión, en 1523, de las islas de Malta y Gozo a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, a la que pertenezco.
La Orden cuyos Caballeros se hallaban sin posesiones desde la caída de Rodas, en 1522, estuvo dando tumbos por el sur de Europa hasta instalarse su Gran Maestre en un pequeño palacete que está en el casco antiguo de Niza. Así hasta que consiguieron que el emperador, que también necesitaba una fuerza que se defendiera del turco que en aquel instante asediaba prácticamente toda la Cristiandad, les cediera una isla que únicamente tenía cuatro ruinas prehistóricas, como era Malta. Y Allí la Orden construyó algo que es excepcional, que merece la pena visitar.
Es en este contexto de creciente y permanente conflictividad que Carlos V impulsó una reforma de los Reales Ejércitos en octubre de 1534, con el fin de reorganizar las Compañías de Infantería que la Corona tenía en Italia desde tiempo atrás, con la presencia de los Almogávares o las tropas que había comandado el famoso Gran Capitán, que concluyó con la conocida Ordenanza de Génova, promulgada el 15 de noviembre de 1536.
Las tropas son reagrupadas en Unidades denominadas Tercios, existiendo al cabo de poco tiempo los denominados “de Lombardía” correspondiente al Ducado de Milán; “de Nápoles”, al Reino de Nápoles; “de Sicilia”, al Reino de Sicilia; y “el de Cerdeña”, que previamente se denominó “Tercio de Málaga”, y esto abarcaba tanto Málaga y Cerdeña como las zonas adyacentes. También existió un “Tercio de Galeras”, que representará la primera Unidad de Infantería de Marina de la historia militar. Estos serán conocidos, en el correr de los años, como Tercios Viejos.
Estos tercios eran Unidades regulares, profesionales, por primera vez permanentes, reguladas por la Ordenanza en cuanto a su estructura, organización y pago, al mando de un Maestre de Campo, auxiliado por un Sargento Mayor, que al cabo de los años, se convertirá en lo que hoy llamamos Coronel.
Estaban divididos en Compañías, al mando de un Capitán. Estos capitanes , una vez concedida la Bandera de la Compañía mediante una patente a la que llamaban “Conducta”, nombraban un Alférez, y se ocupaban de reclutar a la tropa en la zona que le hubiera correspondido, pagando los anticipos correspondientes. Un Tercio estaba compuesto por unos 3.000 hombres, distribuidos en Compañías de unos 250 soldados, divididos entre piqueros, arcabuceros y mosqueteros, apoyados por Artillería y caballería. A pesar de la mitografía de raíz patriotera sobre esta cuestión, la realidad señalada en diversos estudios pone de relieve que las tropas españolas representaban apenas el 16,7 por ciento de los soldados que lucharon bajo el reinado de Carlos V.
Borgoñones, valones, alemanes, italianos, escoceses, irlandeses, suizos, húngaros, portugueses y albaneses conformaron el grueso de las tropas. Ahora bien, también indican los mismos estudios que las tropas españolas, en su mayoría de origen castellano, ocupaban los lugares de élite en el Ejército Imperial, tanto en unidades de combate como en posiciones de mando. Sin ir más lejos, durante la Guerra de Flandes, de las 104 Compañías valonas, es decir el Flandes católico, que sirvieron en los Tercios, 38 de ellas lo estuvieron al mando de oficiales españoles, y eso es significativo.
Carlos V no consiguió detener los avances de la reforma protestante que, en buena medida, no representaba únicamente la revisión del Cristianismo católico, sino también una vía de oposición a la idea imperial, ya hemos dicho Univérsitas, de un creciente nacionalismo en los territorios alemanes. Así, el 25 de septiembre de 1555, después de años de luchas, el Emperador Carlos V y los Estados Imperiales firman en Augsburgo un Tratado conocido como la “Paz de las Religiones”, que da salida al conflicto religioso originado por la reforma protestante.
El acuerdo divide el Imperio en dos confesiones, luterana y católica, (el calvinismo está proscrito), y otorga a los Príncipes alemanes la capacidad de elegir confesión mediante la fórmula del “Cuius Regio, Eius Religio” (De quien rija, la religión), o llanamente “la religión del Monarca será la religión de sus súbditos”. Claro, el que no quería atenerse a la religión de su Monarca lo que tenía que hacer era cambiarse de provincia, buscar otro Monarca que fuera de su adscripción religiosa.
Para contrarrestar esta fórmula, Carlos V introdujo otra en el Tratado, la “Reservatum Ecclesiásticum”, que preservaba los bienes católicos de la apropiación por parte de Príncipes que optaran por el luteranismo. Esos bienes permanecerían en el seno de la Iglesia Católica.
Estas cláusulas, esta Paz de Augsburgo, no resolvió el problema, sino que actuó a modo de tapa sin sujetar sobre una olla a presión: el conflicto, latente, se autoalimentó hasta desembocar en la Guerra de los Treinta Años, que devastó Europa desde 1618 a 1648, hasta concluir con la Paz de Westfalia y el fin de la contienda hispano-francesa con la Paz de los Pirineos, en 1659.
Sea como fuere, Carlos V tal vez anticipó que su recientemente firmada Paz sería un paréntesis en un mundo que difería de su concepción de un “Imperio Universal”, de un so-lo emperador que rige el orbe, y abdicó dividiendo su imperio en dos, dejando el Gobierno Imperial a su hermano Fernando, y España y las Indias a su hijo Felipe, en las conocidas como Abdicaciones de Bruselas de 1555-1556.
De esta manera, el hombre más poderoso de occidente abandonó el trono, el poder y la gloria, tomando un barco que le condujo de Flandes a Laredo, en Cantabria. De allí fue a Jarandilla de la Vera, donde esperó la finalización del monasterio de Yuste, que había mandado construir y que se concluyó en 1557. Allí, en compañía y al cuidado de la Orden de los Jerónimos, residió hasta su muerte.
En este entorno ideal, auténtico vergel con plantas extraordinarias, en una pequeña habitación, modestísima, desde la cual el rey, tumbado en la cama, podía ver el altar de la iglesia, que estaba adyacente, pasó el hombre más poderoso del mundo sus últimos días. Es en este entorno ideal, que decíamos, en que recibe y reconoce a Juan de Austria, su hijo natural, criado en España y que tuvo un papel destacado tanto en Lepanto como al mando de los Tercios de Flandes.
Si bien no hay acuerdo respecto a una fecha final de los Tercios como Unidades operativas, y mientras unos señalan la derrota de la Batalla de Rocroi en 1643, y otros fijan la derrota en la Batalla de Las Dunas en 1658 como punto final, parece haber consenso en cuanto a las causas del ocaso de esta infantería que dominó durante más de un siglo los campos de batalla europeos. En primer lugar la crisis demográfica de Castilla, que obligó a rebajar los requisitos para alistarse en la Infantería española.
En segundo lugar, la desaparición de los veteranos en sucesivas batallas provocó que los soldados bisoños no tuvieran de quien aprender ni formarse en las artes ni tácticas de combate. En tercer lugar, cabe destacar que los avances tecnológicos en la guerra, producidos por la mejora de las armas de fuego, el desarrollo de la artillería y la aparición de la bayoneta, llevaron a la obsolescencia tecnológica las picas, las espadas y las alabardas, así como la disposición en cuadros fácilmente abatibles desde la distancia por la artillería. Como colofón, la llegada al trono de España de Felipe V, de la Casa de los Borbones, conllevó la adopción del modelo francés de Ejército. Así, el 28 de septiembre de 1704 el Rey decretó la transformación de los Tercios en Regimientos, lo que supuso la entrada en la modernidad.
Sea como fuere, sobre el origen del nombre de Tercio no hay acuerdo académico, puesto que si bien unos autores lo refieren a la composición de las tropas por tercios de especialidad de combatientes, otros lo relacionan con su fundación en tres Cuerpos, como hemos dicho, Nápoles, Sicilia y Málaga. Así, con posterioridad y ya en época moderna, distintas Unidades del Ejército o de la Armada española, han contado y cuentan con esta nomenclatura, como el Tercio de la Armada o los conocidos Tercios en los que se estructura la Legión.
Y así, llegamos a nuestra institución, los Reales Tercios de España. Es tradición en nuestra Asociación, que S.A.R. Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona y Heredero de la Corona de España, ordenó crear en 1942, en defensa de la Monarquía, auxiliado por el General Kindelán y, posteriormente por el General Aranda, una organización jerarquizada militarmente, denominada “Reales Tercios”, para mantener vivo el ideal monárquico. La asociación, jerarquizada militarmente como es tradición pero solo para fines internos, carece de ánimo de lucro y de vinculación a cualquier partido político. En la actualidad ostenta la Presidencia, con el rango histórico de Maestre de Campo General, y rango de General Presidente, desde el año 2017 y reelegido en noviembre de 2021, el Excmo. Sr. General de División del C.G. del E.A., (Retirado), Don Agustín Álvarez López.
Los fines de los Reales Tercios, según disponen sus Estatutos, son: Promover el respeto a la Constitución y al ordenamiento jurídico vigente; exaltar la fidelidad a S.M. el Rey, apoyar y defender la Institución Monárquica y difundir los cometidos que la Constitución atribuye a la Corona; fortalecer la Unidad de España y la solidaridad entre las Comunidades o Regiones que establece la Constitución; inculcar y difundir el respeto a la Patria, a la Bandera y al Himno nacional; cooperar a la difusión del conocimiento de la historia de España y de su Monarquía; cooperar al desarrollo de una conciencia nacional de Seguridad y Defensa en la sociedad española y, especialmente, entre la juventud para mejorar la imagen de las Fuerzas Armadas y de los Cuerpos de Seguridad del Estado, dando a conocer la organización y sus misiones, así como los principios y valores sobre los que se fundamenta la vida castrense; promover la práctica de valores como como son el amor a España, la solidaridad, la lealtad, la honradez, el esfuerzo en el trabajo, el sentido de la responsabilidad, el afán de superación, y la disciplina; efectuar acciones de Voluntariado y solidaridad con los más desfavorecidos y, lo que hacemos hoy, que es fomentar por medio de cursos y conferencias, o charlas, una formación integral y permanente, cívica, castrense, social, cultural y deportiva entre los asociados y aquellas personas que deseen compartir sus fines.
La creación de los Reales Tercios en 1942 va en consonancia con lo declarado en el denominado “Manifiesto de Ginebra”, que se trata de unas declaraciones efectuadas al periódico suizo “Journal de Genéve”, publicadas el 11 de noviembre de 1942, inmediatamente después del desembarco aliado en el norte de África, que supuso un giro en la Segunda Guerra Mundial. En esas declaraciones, el Conde de Barcelona no solo se desmarca del Régimen Franquista, sino que ofrecía una alternativa al mismo. Don Juan de Borbón reclamaba al General Franco que restaurase la Monarquía en España en su persona. Entrecomillo una parte de la declaración en la que dice, “Mi suprema ambición es la de ser el Rey de una España en la cual todos los españoles, definitivamente reconciliados, podrán vivir en común” , declaraba, en clara oposición a las ideas del mismo Franco o del, por entonces, Capitán de Navío, Luis Carrero Blanco, que veían a la Monarquía como continuidad del régimen franquista. Estas declaraciones, de tono netamente democrático, a decir de Heine, el gran historiador de este período, que proponen el establecimiento de una Monarquía Constitucional , suponían un reposicionamiento en el pensamiento y la acción del Conde de Barcelona, que hasta la fecha había sondeado la posibilidad de la restauración, de la mano de Alemania. El mismo día de la aparición de estas declaraciones, el General kindelán se entrevistaba con Franco en Madrid para pedirle, en su nombre y en el del resto de generales monárquicos, (Jordana, Dávila, Aranda, Orgaz, Vigón y Varela), que proclamase la Monarquía y se declarase, como paso intermedio, Regente.
La reunión tuvo como consecuencia la destitución del General Kindelán, dos meses más tarde, como Capitán General de Cataluña, siendo sustituido por el falangista General Moscardó.
Como todos ustedes conocen, en 1947, cinco años más tarde, se proclama la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, la quinta Ley Fundamental aprobaba de las ocho Leyes Fundamentales que organizaron el poder durante el franquismo. Esta ley constituía España en Reino, después de 16 años, y en Estado católico; convertía en vitalicia la jefatura del Estado en la persona de Franco y establecía la prerrogativa del Jefe del Estado para que propusiese a las Cortes, en cualquier momento, la persona que debía ser llamada, en su día, a sucederle, a título de Rey o de Regente.
En respuesta a esta ley, el Conde de Barcelona hizo público el conocido como “Manifiesto de Estoril”, el 7 de abril de 1947, en el que entre otras afirmaciones podemos destacar y entrecomillo, “He puesto mi suprema ilusión en ser el Rey de todos los españoles que quieran de buena fe acatar un Estado de Derecho inspirado en los principios esenciales de la vida de la Nación y que obligue por igual a gobernantes y gobernados”. El manifiesto afirmaba ya, sin ambages, el futuro democrático al que aspiraba nuestro país no ya desde los ámbitos republicanos sino también desde los de adscripción monárquica.
Así, después de transcurridos cerca de quinientos años, siguen, por un lado, existiendo Unidades en nuestras Fuerzas Armadas bajo la denominación de Tercios que, extendidas a lo largo y ancho del orbe terrestre, participan en Misiones Humanitarias y de Mantenimiento de la Paz y, por otro lado, y de forma modesta y discreta, existen unos Reales Tercios de España, constituidos en su día por la Corona y conformados civilmente al servicio de la Monarquía Constitucional. Gracias por su atención.
Así finalizó la presentación de su magnífica conferencia el Teniente de RR.TT. Don Pedro Martínez Delgado, que logró cautivarnos desde un principio con el desarrollo de la misma, con su fácil verbo, en un tono sumamente ameno y de forma extraordinariamente didáctica, por lo cual le felicitamos y le expresamos nuestra gratitud.
Al final de la conferencia se abrió un espacio de preguntas en el cual, varias de las personas asistentes, formularon diversas consultas que fueron respondidas satisfactoriamente por parte del ponente.
NB: Geoffreey Parke. El ejército de Flandes y el Camino Español 1567-1659