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EXPOSICIÓN ESTAMPAS DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA

El palacio de la antigua Capitanía General de Aragón ha albergado desde el 18 de mayo hasta el 3 de junio pasados la exposición titulada «ESTAMPAS DE LOS SITIOS DE ZARAGOZA, 1808-1809«, una interesante muestra de grabados, litografías y objetos de interés histórico, referentes a la época de los Sitios de Zaragoza, y pertenecientes a la colección particular de Alejandro Rincón González de Agüero.

Panel informativo

Se cumplen ahora 210 años desde que comenzaron los Sitios de Zaragoza y la Comandancia Militar de Zaragoza y Teruel ha querido hacerse eco de tal efeméride mostrando parte de este fondo documental privado que refleja, de forma gráfica, la resistencia y encarnizada lucha frente a la invasión napoleónica protagonizada por el pueblo zaragozano, grupos de voluntarios llegados de diversos puntos de la geografía española y tropas regulares.

La exposición, en la que ha colaborado la Asociación Histórico-Cultural Voluntarios de Aragón, ha tenido una afluencia sostenida de visitantes, que se han acercado a este bello edificio para recordar y admirar, a través del amplio material expuesto, la mayor gesta heróica que nuestra Inmortal ciudad de Zaragoza ha protagonizado a lo largo de toda su historia. Los Reales Tercios de España visitaron la exposición, representados por Manuel Grao Rivas, Jefe de Relaciones Institucionales del V Tercio «General Aranda».

El palacio de la antigua Capitanía General de Aragón, que ahora cumple su 125 Aniversario, fue construido entre 1879 y 1893 sobre un solar de los terrenos de la Exposición Aragonesa de 1868, y su planta irregular estuvo condicionada por el trazado elíptico de la antigua Glorieta de Pignatelli. En 1918 se construyó el mirador del chaflán a Plaza de Aragón y Paseo de Pamplona y podemos decir que la fachada principal del palacio es una de las obras más logradas del neoclasicismo tardío en Zaragoza, con evidente influencia de modelos italianos.

Palacio antigua Capitanía General de Aragón

El regio Salón del Trono, en la planta noble del edificio, fue el escenario perfecto para acoger lo que ha sido una crónica en imágenes, apoyada con diverso armamento de la época, de los dos asedios que sufrió Zaragoza por el ejército imperial de Napoleón Bonaparte, durante la Guerra de la Independencia Española.

Un completo folleto ilustrativo de la exposición situaba el foco de atención principal en cinco apartados de los que, por su interés, ofrecemos a ustedes, queridos lectores que nos siguen, la casi totalidad del texto.

ZARAGOZA PREVIA A LOS SITIOS.

Zaragoza contaba a comienzos del siglo XIX con cerca de 43.000 habitantes. Era una ciudad no fortificada, rodeada por algunas tapias a modo de rudimentario muro. A tramos se abrían las principales puertas de la ciudad para el control de personas y mercancías. Aparte de la ancha calle del Coso que bordea el antiguo casco romano, y alguna otra como la de Predicadores, el resto estaba constituido por un laberinto de callejuelas y plazuelas más bien oscuras, insalubres y mal pavimentadas.

C. del Sepulcro (F. Pradilla y B. Rico)

Sobre el gran zócalo del muro para la protección del río, interrumpido por el puente de Piedra, se levantaron los edificios más emblemáticos de la ciudad como el templo del Pilar, las casas del Ayuntamiento, la Real Audiencia, el Palacio Arzobispal y, tras ellos, la catedral de la Seo, la Lonja, y un sinfín de torres correspondientes a las más de 40 iglesias e instituciones religiosas. El exterior estaba conformado por un amplio espacio libre jalonado de edificios singulares como el castillo de la Aljafería y otros conventos como el de Agustinos Descalzos, Trinitarios, Capuchinos y Carmelitas de San José entre fincas cerradas o «torres» dedicadas principalmente al olivar.

La salida el 2 de mayo de 1808 del infante D. Francisco de Paula de Madrid hacia Bayona, donde Napoleón tenía retenida a la familia real española, inicia la chispa de lo que se denomina Guerra de la Independencia. Poco a poco, las provincias se van alzando por la pérdida de su soberano (Carlos IV había abdicado en su hijo Fernando VII) constituyéndose las «Juntas».

La Junta Suprema de Aragón, ejercía la soberanía en el territorio aglutinando lo más relevante de la sociedad con el fin de mantener el orden público y organizarse para la posible defensa contra el invasor francés.

Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza (Louis F. Lejeune, y Daudet)

La sublevación popular en Zaragoza toma cuerpo el 24 de mayo de 1808, obligando al Capitán General Jorge Juan Guillelmi a entregar las armas existentes en el castillo de la Aljafería y eligiendo al brigadier D. José Rebolledo de Palafox y Melzi como Capitán General de un ejército heterogéneo formado por la guarnición de la plaza -unos 1.500 soldados- y voluntarios sin instrucción ni práctica en el manejo de armamento, venidos desde diversos puntos de la geografía española.

ZARAGOZA SITIADA. EL PRIMER SITIO.

Solemne Juramento en la puerta del Carmen. (Marcelino de Unceta)

Las tropas aragonesas fueron derrotadas sucesivamente en Tudela, Mallén y Alagón, replegándose estas a Zaragoza. El 15 de junio el ejército francés, al mando del general François Lefévre, se lanza a la toma de la ciudad a través de las puertas de Santa Engracia, del Carmen y del Portillo y, aunque consigue entrar, el pueblo, en un arrebato de ira y por su propia autodefensa repele el ataque, en el que destacan una serie de acciones como las de un numeroso grupo de valientes mujeres contra los lanceros a caballo que logran echarlos y teniendo lugar, ya fuera de los muros de la ciudad la célebre Batalla de las Heras, entre las puertas del Carmen y del Portillo, saldada a favor de los zaragozanos.

Viendo que la toma de Zaragoza se planteaba de larga duración con los efectivos existentes, acudió con refuerzos el general Antoine Verdier asumiendo el mando de las operaciones.

Acción de Agustina en el Portillo (desconocido)

Ni la tremenda explosión que se produjo en el Seminario Conciliar, ni la pérdida del monte de Torrero, ni los intensos y sistemáticos bombardeos minó la resistencia de los zaragozanos, con hechos tan significativos como el protagonizado por Agustina Zaragoza en la puerta del Portillo, que tanta repercusión tuvo en el ánimo de los sitiados y después a través de la propaganda y las artes.

Los primeros días de agosto se intensificaron los bombardeos arruinando edificios tan emblemáticos como el Hospital General Nuestra Señora de Gracia (actual Banco de España) y quedando seriamente dañado el convento de San Francisco (Diputación Provincial), avanzando las tropas francesas hasta el Coso. La derrota del ejército francés en Bailén provoca su retirada el 13 de agosto, no sin antes destruir la Cruz del Coso, incendiar el convento de San Francisco y volar el monasterio de Santa Engracia.

EL SEGUNDO SITIO.

Apoyo de la condesa de Bureta (Grenier y Lacroix)

Desde mediados de agosto hasta bien entrado noviembre, Zaragoza se fue preparando para otro eventual asedio, conformándose una línea defensiva exterior oeste-sur-este como zona vulnerable desde posiciones en altura como Casablanca y Torrero. Se practicaron fosos, parapetos y baterías desde la puerta Sancho hasta la del Sol, pasando por el Portillo, castillo de la Aljafería, convento de Agustinos Descalzos, la Misericordia, convento de Trinitarios, reducto del Pilar para la defensa del puente del Huerva y puerta de Santa Engracia, convento del mismo nombre, huerta de Campo Real, San Miguel, la puerta Quemada, batería llamada de Palafox frente al puente de San José y convento, almazaras de la ciudad y Goicoechea, los conventos de Santa Mónica y San Agustín, terminando en las fortificaciones de las Tenerías. El 20 de diciembre hace su presencia el mariscal Bon Adrien de Moncey al mando de un ejército de 50.000 hombres y un tremendo aparato bélico que pone en estado de sitio a la ciudad en ambas márgenes del Ebro.

Las hostilidades se inician con la toma del monte de Torrero e intento de hacerse con el Arrabal, que si bien va rechazando las distintas tentativas de ocupación, sus accesos quedan bajo control francés. La tajante negativa de capitulación de Palafox y lo difícil de una rápida toma de la ciudad, hace que esta se plantee mediante trincheras para la aproximación de la artillería y minado de murallas en tres frentes: el de la derecha para neutralizar el convento de San José (en el actual barrio del mismo nombre) y tener acceso a través del puente sobre el Huerva a toda la zona sureste; el del centro hacia el reducto del Pilar y puerta de Santa Engracia; y el de la izquierda frente al castillo de la Aljafería y Portillo.

Explosión de la iglesia de Santa Engracia (Brambila/Gálvez)

En la margen izquierda, el frente que mantenía el general Honoré Gazán completaba el cerco quedando la ciudad totalmente aislada y sin abastecimiento por el único punto que lo hacía a través del puente de Piedra, la cual va debilitándose ante los intensos bombardeos e incesantes intentos de asalto, pese a ser continua y heroicamente repelidos.

A mediados de enero de 1809 caen los reductos de San José y del Pilar llegando el enemigo a los muros de la ciudad.

A partir del 22 de enero toma el mando el mariscal Jean Lannes acrecentándose los bombardeos para preparar el asalto definitivo. Se abren brechas en las puertas de Santa Engracia, del Carmen y Quemada; se mina el convento de las mónicas, qué es ocupado el 30 de enero y poco después el de San Agustín y, tras un lento y dificultoso avance mediante minas que van destruyendo sistemáticamente el caserío, en medio de una encarnizada lucha con el vecindario a vida o muerte entre ruinas, las tropas francesas van llegando hasta el Coso, tanto frente a la Magdalena como a través de Santa Engracia, destruyendo edificios estratégicos como los conventos de Santa Catalina, Jerusalén, San Francisco, o el Hospital Nuestra Señora de Gracia.

El 18 de febrero cae el convento de jesús en el Arrabal, en cuya defensa es gravemente herido el bilbilitano Barón de Warsage, y también el convento de San Lázaro en la cabeza del puente de Piedra, con lo cual toda la margen izquierda del Ebro queda igualmente bajo control francés.

LA CAPITULACIÓN.

Defensa púlpito de San Agustín (Xilografía, A. Dumont, y Vila)

Completado todo el cerco de la ciudad, Zaragoza se enfrentaba al asalto final con la destrucción de prácticamente la mitad de su caserío, los efectivos personales reducidos en un 80%, sin víveres, asolada por el tifus con cientos de cadáveres por las calles, sin posibilidad de recibir refuerzos ni aprovisionamiento y sin mandos (Palafox gravemente enfermo, y O´Neille y Warsage agonizantes). En esta situación el general Saint Marcq asumió el mando consciente de que no quedaba otra opción que la rendición. En la tarde del 20 de febrero de 1809, ondeó bandera parlamentaria en la Torre Nueva.

Por la noche, la Junta Suprema de Aragón en la que Palafox había delegado el mando, presidida por Pedro Mª Ric y no sin la oposición de los patriotas más exaltados, fue conducida desde el castillo de la Aljafería al cuartel general del mariscal Lannes en Casablanca aceptando y rubricando la capitulación. Al día siguiente, lo que quedaba de la exhausta guarnición de Zaragoza, salió por la puerta del Portillo entregando las armas a cien pasos de ésta frente al castillo de la Aljafería.

ZARAGOZA ARRUINADA.

En los dos sitios, la ciudad soportó más de 30.000 proyectiles y 20 toneladas de explosivos en minas. De la destrucción de Zaragoza nos podemos hacer idea, entre otra documentación, a través de la serie titulada «Ruinas de Zaragoza», realizada por los pintores de cámara de Fernando VII, Juan Gálvez y Fernando Brambila, los cuales se desplazaron por su cuenta a la ciudad tras el primer sitio (Palafox había llamado a su compatriota Goya cuyo trabajo no fructificó).

Patio convento de las monjas de Santa Catalina (Brambila/Gálvez)

La colección cuenta de 36 estampas, grabadas al aguafuerte y al aguatinta las cuales, aparte de su gran calidad artística y técnica, aportan un gran valor testimonial dado que muchos de los edificios y su implantación en la trama urbana han desaparecido.

Distribuida en tres series de doce ejemplares, narran escenas de diversos enfrentamientos, la situación en la que quedaron sus principales edificios y entornos -si bien el desastre fue mucho mayor consecuencia del segundo Sitio- y los personajes más relevantes de la defensa.

La serie se grabó en cádiz, donde se habían refugiado los autores desde Madrid, contando con el apoyo de la Academia de Nobles Artes y de las Cortes recién constituidas en la ciudad, apareciendo entre 1812 y 1813.

Casta Álvarez (Brambila/Gálvez)

Tras la capitulación, de las 100.000 personas que se concentraron en Zaragoza en el segundo Sitio, entre los muertos en los enfrentamientos, epidemias, frío, inanición y deportados, la población quedó reducida a 12.000 personas que tuvo que hacer frente a su limpieza y reconstrucción, con nuevos planteamientos urbanísticos diseñados por los sucesivos regidores de la ciudad, los mariscales, Lannes, Junot y Suchet, como el paseo Imperial, hoy paseo de la Independencia.

La derrota de las tropas napoleónicas en Vitoria, en junio de 1812, precipitó la salida del ejército invasor, que tras hacerlo por el puente de Piedra, voló la última arcada para evitar su persecución.

La pequeña guarnición que quedó en el castillo de la Aljafería se rindió el 2 de agosto, lo que puso fin a la ocupación francesa.

Desde estas sencillas líneas de los Reales Tercios de España también ponemos fin a nuestra crónica felicitando a los organizadores de la exposición y al Comandante Militar de Zaragoza y Teruel por autorizar su muestra en el bello palacio de la antigua Capitanía General de Aragón que, como hemos dicho, cumple ahora su 125 aniversario.

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