El pasado 12 de julio de 2017 asistimos a una magnífica conferencia, titulada «Antonio Sangenís. El Ingeniero ilustrado que defendió Zaragoza«, organizada por la prestigiosa Asociación Cultural los Sitios de Zaragoza.Tuvo lugar, a partir de las 19.00 horas, en el Salón de Actos del Centro Pedro Laín Entralgo, estando a cargo del historiador y biógrafo, Carlos Ruiz Lapresta.
Asistieron, entre otras autoridades y personalidades, el coronel Félix Allo Flores, Delegado de Defensa en Aragón, el coronel José Antonio Quintas Gil, jefe del Órgano de Apoyo al Comandante Militar de Zaragoza y Teruel, el teniente coronel Baltasar Bonilla, del Regimiento de Pontoneros, y Enrique Collados Mateo, Concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Zaragoza. La Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, (Zaragoza) estuvo representada por Manuel Grao Rivas, Vocal de Comunicación.
La conferencia daba inicio a los actos conmemorativos del 250 Aniversario del nacimiento de Antonio Sangenís y Torres, organizados por la A.C. Los Sitios, y registró una gran afluencia de público, que desbordó las previsiones de los organizadores.
Abrió el acto Gonzalo Aguado Aguaron, presidente de la asociación, que nos dijo lo siguiente:
«La misión de la Asociación Los Sitios es difundir y dar a conocer lo que fueron Los Sitios de Zaragoza y sus valores. Para esta función lo que hacemos es desarrollar varias actividades que son ya típicas y que se llevan realizando desde hace más de treinta años«.
«Pero luego, también hay unos actos, como el que nos ocupa hoy, que son puntuales, en los que aprovechamos efemérides, o fechas que son un poco redondas, para dar a conocer la vida de héroes o defensores de Zaragoza, como es el caso«.
«Tal día como hoy, 12 de julio, hace 250 años, nacía en Albelda, Huesca, Antonio Sangenís y Torres, que luego sería coronel y uno de los héroes más importantes de Los Sitios de Zaragoza, y cuando digo héroe importante lo podría decir en muchos ámbitos, pero no quiero decir una sola palabra porque ya tenemos al experto para que nos hable de él. Únicamente quiero destacar que, aparte de que tenía un talento notable, tiene la medalla mayor que puede tener un militar, o un ciudadano, que es la de entregar su vida por la defensa de los suyos, por la defensa de Zaragoza, por la defensa de España, y creo que es algo que hoy merece me recordarlo entre todos y darle homenaje«.
Luego nos hizo, Gonzalo Aguado, una breve semblanza del ponente, Carlos Ruiz Lapresta, a quien ya conocemos de otras presentaciones.
Nacido en 1955 en Cuenca, es zaragozano de adopción, miembro de la A.C.
Los Sitios y galardonado por la misma asociación hace tres años.
Es coronel de Caballería, en la Reserva, y Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Zaragoza. Es autor de numerosos artículos en diversas revistas, militares y civiles.
Al tener la suerte de poder disponer de su tiempo, se dedica a escribir, una afición que nosotros le agradecemos. Ha publicado varios libros; «Zaragoza y Castillejos: Una relación Centenaria», del que es coautor; «De la milicia concejil al reservista: Una historia de generosidad«, del que también es coautor; «España en África. Presencia militar en la segunda mitad del siglo XX», «NO HAY NADA«, que es una novela, y luego, «María Rafols. Biografía no autorizada de una monja«, que es una biografía que nosotros le agradecemos, dijo Aguado, que haya investigado porque demuestra su sensibilidad por el tema de Los Sitios, y también, más recientemente, «Cuba y Filipinas. La guerra que no se podía ganar y que nunca se tenía que haber perdido«, del cual es también coautor, con el Doctor Lorente Liarte, como del de María Rafols Bruna. Su próxima publicación versa sobre el tema del que vamos a hablar, de Antonio Sangenís y Torres. Ilustrado Ingeniero Militar que defendió Zaragoza.
Finalizó su intervención Gonzalo Aguado con estas palabras: «Nosotros, que todos los años publicamos un libro, sabemos lo que cuesta el desarrollo de estas actividades culturales, le agradecemos todo su esfuerzo, apreciamos toda esa labor de difusión que realiza nuestro conferenciante y le animamos a que siga escribiendo, aunque sabemos que ahora está trabajando en una segunda novela y en un libro sobre la participación española en la Cochinchina, que seguro será emocionante. No quiero robarle más tiempo y les dejo con él«.
Tomó la palabra Carlos Ruiz Lapresta y nos dijo que hablar del coronel Sangenís es hablar de un personaje que ejerce siempre una poderosa atracción sobre quien se acerca a su conocimiento. Su vida es apasionante y si fuera llevada a una película tendría éxito, de la misma manera que el éxito estaría asegurado en una novela. A Ruiz Lapresta le impide el hacerlo el no haber encontrado ninguna historia de amor o devaneo para adornarla , con lo cual se ha dedicado a hacer una biografía seria.
El personaje es muy desconocido en sus diversas facetas. Podemos acercarnos al Sangenís matemático, al Sangenís profesor, Ingeniero de Campo, militar combatiente, héroe, o tratadista militar. Tratadista militar que escribe sus reflexiones no solo en la victoria, sino lo que es más importante y nos da una medida de su talla, que es capaz de escribir serenamente conclusiones de la derrota.
Empezando por sus orígenes, diremos que nace un 12 de julio de 1767 en Albelda, Huesca. Procede de una familia de rancio linaje que nos sitúa en el antiguo Condado del Panadés, según privilegio de la nobleza concedido por Ramón Borrell, Conde de Barcelona.
Una primera reflexión sobre sus orígenes es la íntima unión que existe entre Aragón y Cataluña, le pese a quien le pese, y a pesar de los historiadores al servicio de la clase dirigente del momento. La Baronía de Blancafort es jurisdiccional desde el siglo XV, y su escudo ya es usado por Juan Sangenís y Mur, que vivía en Castello de Fantaña. Pocos años antes de las Cortes de Cádiz, es decir pocos años antes de la supresión de los Señoríos Jurisdiccionales, Don Francisco de Sangenís y Pocurull, a la sazón Barón de Blancafort, con gran visión de lo que iban a traer los nuevos tiempos, logró que el rey Carlos III suprimiera el Señoró Jurisdiccional y lo hiciera de nobleza. Este Barón de Blancafort, precisamente, era el padre de nuestro héroe, que era el cuarto de siete hermanos, de los cuales el mayor, Ramón, fue subteniente del Regimiento de Aragón y murió en América, en la isla Barbada.
El segundo, José, también militar, conocido sobradamente de la audiencia pues fue objeto de un premio de la asociación, en la XVI edición, sentó plaza como teniente del Regimiento de Voluntarios de La Coruña. De los siete hijos, cuatro fueron militares y dos eclesiásticos, Vicente y Francisco, y el siguiente, Matias, murió siendo niño. Esto nos puede hacer pensar que la milicia y la iglesia eran las salidas naturales para las familias de la baja nobleza, lo que no resta un ápice al valor y al amor al servicio que demostró nuestro héroe, que incluso entregó su vida por la Patria.
A la temprana edad de siete años sentó plaza como subteniente del Regimiento de Infantería de la Corona y posteriormente en el de el Príncipe. Llama la atención la temprana edad de Sangenís pero con relación a este asunto hay que aclarar que la edad de admisión de cadetes en los Reales Ejércitos era de 16 años para los miembros de la nobleza y de 12 para los hijos de los oficiales. Independientemente de lo que decía la normativa, el monarca tenía el privilegio de nombrar cadetes a los hijos de la nobleza como recompensa y gracia especial hacia un noble por los servicios que hubiera prestado. En el caso que nos ocupa, Carlos III quiso recompensar en sus hijos los méritos del Barón de Blancafort y le concedió la charretera de subteniente de Infantería a Ramón, a José y a Antonio.
Nos propuso Ruiz Lapresta centrarnos ahora en el Sangenís Ingeniero, y se preguntaba el por qué del estudio de la matemática para el ingeniero, aprovechando este momento para citar a la profesora Velamazan, profesora de la Escuela de Ingeniería de Zaragoza, presente en la sala y autora de un excelente trabajo sobre la obra matemática de Sangenís.
El ingeniero debe estudiar matamáticas porque no hay otra manera de formar adecuadamente el pensamiento analítico, el rigor demostrativo, el sentido de la exactitud, así como el de la aproximación aceptable.
Nos centramos pues en la figura de Sangenís como ingeniero en la paz, en el Cantábrico.
La costa cantábrica disponía de torres y castillos que estaban edificados desde los tiempos de la Reconquista y durante toda la etapa de los Austrias. A Sangenís se le encomendó evaluar la capacidad defensiva de las mismas y proponer, o bien mejoras de fortificación o proyectar obras munatorias de nueva planta. Sangenís era una persona muy metódica y ordenada, a la sazón era profesor en la Academia de Zamora.
De su puño y letra hemos encontrado, dijo Lapresta, un documento que se titula, «Órdenes que deberá observar el maestro durante mi ausencia al reconocimiento y dirección de las obras de la Costa de Asturias». En él prevé todas las vicisitudes y da las instrucciones al respecto de su ausencia para que se continúen en la misma línea sus misiones docentes en la Academia de Zamora. Concluida su misión, como es metódico, igualmente de forma autógrafa, redacta una Memoria titulada, «Reconocimiento de la Costa de Santander, sus Castillos y Baterías y en especial las de Comillas y San Martín todo conforme a la real orden que prevenía en esta forma el reconocimiento«, datada en Santander el 30 de diciembre de 1792.
En Santander, tras recorrer personalmente la Costa Cantábrica, escribe la: «Relación de todos los Castillos y Baterías que actualmente defienden la Costa de Santander y el Mar de Cantabria comprendidas entre San Vicente de la Barquera y Castro Urdiales«, que es un detallado memorial donde se manifiestan las obras de fortificaciones necesarias para la defensa del litoral norte.
Nuestro capitán concluyó el detallado informe que le fue encomendado con la recomendación de que, para que estas defensas fueran efectivas, era necesario su mantenimiento constante y dotarlas , siendo esto lo más importante, con la cantidad de hombres que fueran necesarios para que las baterías realizasen fuegos, «vivos y decisivos«.
En esto, estalla la Guerra del Rosellón y nuestro héroe deja sus trabajos y se incorpora al Ejército del General Ricardos.
Cambiamos el foco y lo dirigimos ahora a su faceta de tratadista militar. Sorprende el informe, de diciembre de 1794, que redacta Sangenís, «Memoria sobre la organización del Exército de Cataluña después de la retirada de Figueras«, y llama poderosamente la atención porque en ella podemos leer muchos conceptos muy adelantados a la época que, aún hoy, son asignaturas pendientes en nuestra Política de Defensa.
Es realmente innovador Sangenís cuando propone poner a la nación en armas y estamos en la España del siglo XVIII con un ejército profesional al servicio del Rey.
Aconseja la creación de una fuerza de reserva, dando instrucciones precisas para su creación, instrucción, sus relevos y sus períodos de activación. Esto es, todavía, una asignatura pendiente en la España del siglo XXI.
Otra de las propuestas, aún más innovadora, es la que se refiere a crear los mecanismos que impulsen lo que hoy denominaríamos una Cultura de Defensa, asignatura totalmente pendiente en nuestra nación.
Así, Sangenís indica los esfuerzos que se han de ejecutar, implicando al clero, a los poetas, a los músicos, creando una junta de sabios, y muchas otras acciones para conseguir que toda la nación fuera consciente de la importancia de su defensa.
Como anécdota, nos dijo Ruiz Lapresta, Sangenís propone incluso la creación de una condecoración, de honor para oficiales, y pensionada en el caso de la tropa y de los paisanos, con 400 reales.
Como último aspecto a comentar de esta Memoria nos encontramos con la importancia que Sangenís da al plan de información en campaña, de inteligencia, detallando como debe ser la selección y actuación de los espías.
Otra faceta importantísima de Sangenís es su función docente. En 1804, Carlos IV promulgó una ordenanza para regular el Real Cuerpo de Ingenieros, creando el Regimiento Real de Zapadores Minadores. En la misma norma se creaba la Academia de Ingenieros Militar de Alcalá de Henares.
En el prestigioso cuadro de profesores no podía faltar nuestro héroe que ya era un acrisolado científico con experiencia docente en la Academia de Zamora. Una vez diseñado el Plan de Estudios, que fue realizado por el propio Sangenís, se constituyeron dos Comisiones. Una para redactar los cursos de matemáticas, en la que se incluyó a Sangenís, y otra para redactar los tratados militares tácticos. En 1807 estaba redactando su Tratado analítico de las secciones cónicas, las cantidades radiales y otras teorías de álgebra, y consta que el 30 de abril de 1808 todavía estaba trabajando en ello. La Guerra de la Independencia desbarató estas obras, Sangenís murió y con él se perdieron sus trabajos. Su producción literaria técnica se amplía con su Tratado sobre fortificaciones en campaña y otro sobre empuje de tierras y de arcos.
Mirando ahora la faceta de Sangenís héroe, tenemos que hablar en primer lugar de la Fuga de los Zapadores. En realidad no fue una fuga como tal, sino una marcha ordenada, ya que en la tarde y noche de aquel 23 de mayo, desplegado el Regimiento, con bandera, banda y música, el sargento mayor José Veguer, dirigió una alocución a sus zapadores y, llevando consigo todo el armamento, vestuario, municiones, y la caja del Regimiento, con un millón y medio de reales, abandonaron Alcalá.
El 25 de mayo llegaron a Almonacid de Zorita, donde rechazaron por aclamación un indulto de Murat, ofrecido a través de un general español. El
día 7 de junio los zapadores entraron en Valencia triunfalmente, pero Sangenís se había desviado y encaminado hacia Zaragoza, a donde llegó el 13 de junio. Sus primeros contactos con la Inmortal no fueron buenos.
El día 15 de junio, mientras ejercía sus labores de análisis y proyecto de fortificación, fue confundido con un espía francés por una multitud enfurecida que lo detuvo. Aunque no fue un caso aislado, Sangenís no refiere el hecho en su informe, pero es cierto que fue confinado en una celda de la Aljafería.
¿Cómo es posible que aconteciese este desatino?. En el momento de su detención, el sargento mayor de Ingenieros Antonio Sangenís era un perfecto desconocido en Zaragoza, como por desgracia también sucede ahora.
Toda su carrera militar se había desarrollado fuera de la ciudad y había llegado a la misma sólo un par de días antes. Por ello, los enardecidos patriotas que lo atropellaron sólo vieron en él a un soldado vestido de azul que hacía trazas y tomaba notas de los puntos de defensa de la Plaza. Ello, unido a la inminencia del ataque francés impulsó al error de confundirlo con un espía.
El caso es que, al oir el tronar de la artillería francesa, que anunciaba el comienzo de las hostilidades, el también detenido por las mismas causas, Luciano Tornos, echó abajo la puerta de su celda y también las de Antonio Sangenís y Rafael Irazábal.
Durante el Primer Sitio, el interludio y el Segundo Sitio, Sangenís ejecuta el plan de defensa y su mejor medida fue la recluta y organización de sus zapadores e ingenieros para que configurasen su fuerza constructiva y de mantenimiento.
El 12 de enero de 1809, el avance francés había alcanzado el río Huerva y desde sus aproches y baterías batían con dureza los parapetos españoles próximos a la Magdalena, Santa Mónica, San Agustín, y la Universidad. En esos momentos, esta zona representaba la primera línea de combate y el jefe de los Ingenieros de Zaragoza sintió la necesidad de inspeccionarla personalmente. Así lo hizo, aunque el precio fue carísimo para Zaragoza. En la mañana de ese infausto día, el genial ingeniero militar Antonio Sangenís, alcanzado mortalmente por un impacto directo de bala, cayó en combate al frente de sus hombres en las tapias de la Batería Alta de Palafox, también llamada del Molino de Aceite.
Por los avatares de aquellas procelosas jornadas, su partida de defunción se retrasó un día y reza así: «En trece de enero de mil ochocientos y nueve. Murió D. Antonio Sangenís, soltero, Coronel y Comandante de Ingenieros de este Exército y Reino; no recibió ningún Sacramento ni pudo hacer testamento por haber ocurrido su repentina muerte á resulta de un balazo que recibió en defensa de esta Capital; Se depositó su cadáver y se enterró en esta iglesia á tres actos de todos en sepultura.
Dr. Josef Rodrigo Regte. Del Pilar«.
Los tres actos quiere decir que hicieron la misa funeral, la de al cabo de novena y la de al cabo del año, las tres misas de las constituciones sinodales de los obispos. Si te enterraban en una parroquia que no era la tuya, la parroquia tuya debía recibir el dinero de aquellas misas.
Destacó luego nuestro conferenciante el paralelismo existente entre la vida de Sangenís y la del jefe de los ingenieros del ejército francés Lacoste.
Ambos estaban en la plenitud de su vida cuando murieron en combate. Sangenís tenía cuarenta y un años y Lacoste tenía treinta y tres, y eran bien parecidos y gallardos. Estos ocho años de diferencia, que entonces constituían casi una generación, no son realmente significativos dadas las circunstancias históricas en las que vivieron, pues ambos participaron en las guerras subsiguientes a la Revolución Francesa. Los dos se habían comportado como buenos guerreros: Durante la Guerra del Rosellón, Sangenís, según manifiestan las anotaciones de comisión de servicios de su historial militar, intervino con mérito en once acciones de combate, y Lacoste luchó con distinción en las campañas bonapartistas de Egipto, Oriente Medio, Italia y Europa Central.
La diferencia entre ambos radica en que el español era un militar de estirpe y vocacional, y el francés era un hijo de la revolución, que había convertido a niños en generales. Ambos poseían notable experiencia poliorcética y munatoria, y los dos estaban dotados del instinto de ingeniero que les permitía improvisar y ser creativos en el campo de la fortificación de campaña. Es rotundo que la preparación científica en el campo de las matemáticas, de Antonio, era abrumadoramente superior.
Aunque indiscutiblemente iguales en su amor, cada uno, a su patria, la máxima diferencia que los separaba eran las raíces de su vocación militar; Sangenís amaba el servicio y Lacoste amaba la guerra. En cualquier caso, los dos soldados hallaron la gloria de la recompensa de una, belle morte, en primera línea de fuego y al frente de sus hombres.
Curiosamente, el sucesor de Lacoste, Rogniat, y el sucesor de Sangenís, Caballero, unieron sus vidas en el proceloso siglo XIX español. Caballero tuvo que marchar a Francia donde Rogniat, que sabía de su valía, le contrató como ingeniero y además le propuso que escribiera una crónica de Los Sitios, que fue editada en Francia.
Quiso llamar la atención nuestro ponente sobre algo que tiene que ver con Rogniat y Caballero.
Rogniat escribió que el trabajo de los ingenieros españoles en Los Sitios de Zaragoza no había sido de valor, dice exactamente, «que los franceses han tomado Zaragoza por el manejo de la táctica ignorado por sus adversarios«, y dice además, «que las obras de defensa se ejecutaron con más trabajo que arte«.
Caballero contesta: «Me atrevo a creer que, según esto, es injusto decir que el arte del manejo militar era ignorado por los oficiales de Ingenieros de Zaragoza, entre los que se encontraban cuatro profesores de la Academia de Alcalá; si carecían de la práctica que proporciona una guerra de veinte años, por lo menos habían podido adquirir toda la instrucción que da el estudio al que habían consagrado el ocio de una larga paz«.
Se puede admitir también que Sangenís tenía una experiencia en combate mayor porque había participado en la Guerra del Rosellón.
Caballero resalta una dificultad añadida a la que no tuvieron que hacer frente los ingenieros franceses, y dice: «Hay aún una consideración que debo hacer valer, es la diferencia de posición en la que nosotros nos encontrábamos con relación a la de los oficiales de ingenieros encargados de hacer su trabajo desde cero…los ingenieros de Zaragoza, por el contrario, estaban, a menudo, obligados a ceder ante la opinión de jefes, que, con todo el valor que es preciso para defender bien una posición, no tenían todos los conocimientos necesarios para aquilatarlos«.
Resumiendo, los ingenieros españoles se enfrentaron a jefes que a veces pensaban que las posiciones se defendían solo con valor y esfuerzo, jefes de Infantería y Caballería que a veces despreciaban el valor de la reciente Arma de Ingenieros. Especialmente Palafox. Sin ningún género de dudas, a pesar de todo, Palafox confiaba en Sangenís, a quien precedía su prestigio como profesor y como autor militar, y le otorga el mando de la Artillería e Ingenieros.
Palafox no se fiaba de los artilleros por considerarlos acólitos de Godoy y por tanto de tibia fidelidad a Fernando VII, a pesar de que ya se conocía la gesta de Daoiz y de Velarde.
Esto puede justificar su decisión de dar el mando de la armas técnicas a Sangenís, no siendo el oficial de mayor graduación.
Las gestas y el heroismo de Antonio Sangenís y Torres fueron reconocidos en su propio momento histórico por todos los zaragozanos y afortunadamente no quedó ahí el tributo de la ciudad que defendió.
Hoy en día permanecen numerosos epigramas que laudan su memoria, aunque haya muchos zaragozanos, incluso militares, que no sepan quien era Sangenís.
Los más emblemáticos de todos ellos sean los prendidos en los fragmentos de lienzo de muralla zaragozana de la calle Asalto, en el número 57.
Presidiendo la Capilla de los Fieles Zaragozanos, de la Iglesia de Santiago el Mayor, junto a la bella figura policromada de «Jesús atado a la Columna«, (obra de José Bueno, de 1946), aparece una gran lápida con los nombres de setenta y ocho defensores de Zaragoza. Fijada en 1984, está elaborada en mármol crudo con remates dorados y su texto se lee en rojo y negro.
Presidido por un escudo de la Inmotal, en su base aparece un pantocrátor en negro y dorado. Entre sus referencias destaca la de Antonio Sangenís.
La, hasta ahora, Escuela de Artes Aplicadas, es un hermoso edificio que se alza en la Plaza de Los Sitios de Zaragoza. Se construyó con motivo de la Exposición Hispano-francesa de 1908, Primer Centenario de los Sitios.
De bella planta neoclásica e inspiración mudéjar, en los lados de la fachada frontal, lucen listados apigráficos que referencian un total de sesenta y nueve de los héroes, todos masculinos, entre los que no podía faltar Sangenís.
Además, en la escalera de la escalinata noble del edificio, aparece una colección de medallones neoclásicos que representan los bustos de distinguidos defensores, entre ellos el de Antonio Sangenís, junto al «Tío Jorge».
También tiene una calle dedicada en el barrio de Delicias, una bocacalle de la avenida de Madrid. En el Acuartelamiento Sangenís, de Monzalbarba, (Zaragoza), del Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros nº 12, se prendió en 1975 un epigrama en mármol gris que recuerda la célebre frase del coronel Sangenís, pronunciada durante el Segundo Sitio de Zaragoza.
Finalizó la conferencia y se abrió luego un tiempo de preguntas en el que Carlos Ruiz Lapresta contestó a varias e interesantes cuestiones plantedas por algunos de los presentes. Cerró el acto Gonzalo Aguado con unas palabras de agradecimiento por nuestra presencia y de invitación para asistir a la ofrenda de una corona de laurel que se depositaría, momentos más tarde, en el lugar donde cayó muerto Sangenís, para lo cual una comitiva se desplazaría hasta la antigua posición de la Batería Alta de Palafox.
Nosotros, requeridos por ineludibles obligaciones, no pudimos asistir a la ofrenda pero sí que nuestro corazón estuvo junto a quienes participaron en este bello acto, solemne y simbólico, de recuerdo, de gratitud y de homenaje a uno de los grandes héroes de los Sitios de Zaragoza, Antonio Sangenís y Torres.
Desde la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, felicitamos una vez más a la Asociación Cultural Los Sitios de Zaragoza, en la persona de su presidente, Gonzalo Aguado Aguaron, por mantener vivo, con actos como este, el recuerdo de quienes nos precedieron y de los hehos que protagonizaron. Al coronel Carlos Ruiz Lapresta le damos nuestra enhorabuena por su magnífica conferencia y le expresamos nuestra gratitud por las infinitas facilidades que nos ha dado para la confección del presente reportaje.