El pasado 25 de febrero de 2024 asistimos en la capital aragonesa, un año más, a la conmemoración de la capitulación de Zaragoza, hecho que marcó el final de los dos terribles asedios de 1808 y 1809 puestos por el ejército imperial de Napoleón Bonaparte a la ciudad durante la Guerra de Independencia.
Se desarrolló el acto, en primer lugar, a partir de las 11.30 horas en la plaza del Portillo, organizado por la Asociación Cultural los Sitios de Zaragoza y la inestimable colaboración del ayuntamiento de la ciudad.
Nutridas representaciones de diversa asociaciones culturales de recreación histórica, y numeroso público interesado en la historia de la Inmortal Ciudad de Zaragoza acudieron a esta cita en torno al magnífico monumento a Agustina de Aragón y a las Heroínas de los Sitios, obra del célebre escultor Mariano Benlliure, inaugurado el 29 de octubre de 1908 con la asistencia de los Reyes.
En los preámbulos del acto escuchamos algunos fragmentos de bella música épica, correspondientes a la banda sonora de la película JFK, y a continuación, el Presidente de la Asociación Cultural los Sitios, Gonzalo Aguado, tomó la palabra para decir lo siguiente: Muchísimas gracias por acompañarnos un año más en este acto de conmemoración de la capitulación de Zaragoza, unos vestidos de época, otros con vuestras escarapelas, con vuestras cámaras, con la ilusión también de participar en este acto especialmente emotivo para todos nosotros.
Estamos recordando una gesta que fue muy dura para los defensores de Zaragoza, que fue la capitulación y posterior entrega de las armas de la guarnición de Zaragoza. Estamos recordando los momentos últimos de los Sitios de Zaragoza cuando ya los defensores estaban en las últimas por todos los combates que se habían producido en el centro de la ciudad.
Durante los últimos días de los Sitios se había llegado a perder el Rabal, los franceses habían llegado hasta la zona de la universidad, se había volado el convento de San Francisco, en la actual plaza de España, y la artillería francesa estaba ya bombardeando el centro de la ciudad, donde no había ningún sitio seguro donde no pudiesen caer las bombas. Además, una terrible epidemia de tifus exantemático estaba arrasando la población, incluso el mismísimo General Palafox estaba terriblemente enfermo y todo el mundo daba por hecho que moriría, aunque finalmente no fue así.
La Junta de Defensa se reunió para valorar cómo estaba la situación y tomar una decisión. Vieron que la situación era desastrosa, insostenible, los muertos se amontonaban por las calles, en las puertas de las iglesias, los edificios estaban ardiendo, la ciudad estaba arrasada, imposible encontrar comida ni bebida, era una situación en la que ya no se podía resistir. Incluso hay testimonios de que algunos aragoneses buscaban en bombas que no hubiesen explotado para poder sacar de ahí pólvora y poder seguir montando casquillos.
Así pues, se formó una comitiva para ir hasta Casablanca, donde se encontraba el mariscal francés, el Mariscal Lannes, y de esta manera empezar la primera negociación, que en principio comenzó mal. Cuando llegó esa comitiva, encabezada por Pedro María Ric, el Mariscal Lannes les hecho en cara y poco menos que reñir a los emisarios zaragozanos por haber defendido Zaragoza, y esto provocó que Pedro María Ric hiciera el gesto de irse diciendo, nosotros hemos venido aquí a parlamentar, a negociar una capitulación, pero si no va a haber una capitulación que podamos negociar nosotros nos vamos y nos veremos en el campo de batalla. Esto hizo cambiar de actitud al mariscal francés y allí comenzaron las negociaciones que desembocaron en la firma de la capitulación.
Muchas veces existe la confusión entre rendición y capitulación. Una rendición es que se deja de combatir y el vencedor puede hacer absolutamente lo que quiera, y una capitulación es un acuerdo por el cual las dos partes se comprometen ciertas cosas. En este caso los franceses se comprometieron a respetar la vida de los defensores, a respetar sus bienes y a una serie de cosas que, más o menos, cumplieron. Al principio no podemos decir que lo cumplieron bien, pero en general se cumplieron. Esto es la capitulación y, aunque mucha gente no lo valora, quiero poner el ejemplo de lo que pasó en la ciudad de Tarragona, que también fue una ciudad que se defendió con uñas y dientes, pero que al final no pudieron evitar que el enemigo penetrara hasta el centro de la ciudad y la conquistara. Como no se llegó a firmar una capitulación el enemigo arrasó totalmente la ciudad, se cometieron los mayores abusos, las mayores barbaridades, asesinatos, robos, se arrasó toda la ciudad y hasta se trajo gente de los pueblos cercanos para que observasen lo que habían hecho y aprendieran la lección. Esa es la diferencia entre rendición y capitulación.
Ahora, como solemos hacer, vamos a recordar aquellos términos que se firmaron en la capitulación. Faustino Casamayor. Diario de los Sitios de Zaragoza, 20 de febrero de 1809. Hoy llegó Zaragoza al más alto grado de heroicidad y sufrimiento, pues habiendo sufrido con el ánimo más constante un diluvio de bombas, granadas y balas rasas, y no teniendo ya otro recurso, reunidos los Vocales, mandaron un parlamentario pidiendo 24 horas de tregua al general francés. Su respuesta fue que no capitulando dentro de dos horas iba a entrar atacando y a discreción. Como no se le contestó comenzó el más terrible bombardeo y cañoneo que se había visto en todo el Sitio, pues en el corto espacio de tiempo que fue de tres a cinco de la tarde arruinaron muchas casas y provocaron infinitas muertes, con tal exceso que las campanas del reloj no podían dar todos los aviso.
Al ver la cosa en tan último apuro, no poder sufrir tantas desgracias como a cada paso se veían y oían, estar toda la tropa amilanada y casi muertos, acudieron los locales a Su Excelencia. Siguiendo su indisposición con bastante aumento, confirió todas sus facultades a la Junta, la cual convenida en los puntos más conformes a la religión, al honor de esta ciudad y a su benemérito vecindario, hizo poner bandera blanca en la Torre Nueva, con cuya novedad cesó inmediatamente aquel fuego tan infernal y furioso, y se presentó un oficial francés. Reunido este con los comisionados, que lo fueron: Regente de la Audiencia; el Caballero Intendente; el Marqués de Fuenteolivar; el Brigadier Manuel Peña, Inspector de Infantería; y el Teniente Coronel Don Mariano Cerezo, Gobernador del Castillo, pasaron a presentarse al Mariscal Lannes, Duque de Montebello, General en Jefe del ejército francés, en la Casa Blanca, y otorgaron la capitulación, que firmaron ya a alta noche.
Vamos a mostrarles ahora, queridos lectores que nos siguen, el contenido de un documento histórico, como es la Carta de Capitulación de la ciudad de Zaragoza.
Artículo 1º. La guarnición de Zaragoza saldrá mañana 21 a mediodía de la ciudad con sus armas por la puerta del Portillo y las dejarán a cien pasos de dicha puerta.
Artículo 2º. Todos los oficiales y soldados de las tropas españolas harán juramento de fidelidad a Su Majestad el Rey José Napoleón 1º.
Artículo 3º. Todos los oficiales y soldados que hayan prestado el juramento de fidelidad quedarán en libertad de entrar en servicio de Su Majestad Católica.
Artículo 4º. De entre los que no quisieren entrar en servicio, irán prisioneros de guerra a Francia.
Artículo 5º. Todos los habitantes de Zaragoza, y los extranjeros si los hubiera, serán desarmados por los alcaldes y las armas puestas en la puerta del Portillo el 21 al mediodía.
Artículo 6º. Las personas y las propiedades serán respetadas por las tropas del emperador y rey.
Artículo 7º. La religión y sus ministros serán respetados y serán puestos centinelas en las puertas de los principales templos.
Artículo 8. Las tropas francesas ocuparán mañana al mediodía todas las puertas de la ciudad, el Castillo y el Coso.
Artículo 9º. Toda la artillería y las municiones de toda especie serán puestas en poder de las tropas del emperador y rey mañana al mediodía.
Artículo 10º. Todas las Cajas, militares y civiles, es decir las Tesorerías y Cajas de regimientos serán puestas a disposición de Su Majestad Católica. Todas las administraciones civiles y toda especie de empleados harán juramento de fidelidad a Su Majestad Católica.
Artículo 11º. La Justicia se distribuirá del mismo modo y se hará en nombre de Su Majestad Católica el Rey José Napoleón 1º. (Cuartel General de Zaragoza a 20 de febrero de 1809).
A continuación, pensando precisamente en emular aquel capítulo en el que se decía que la guarnición de Zaragoza saldría a las 12 horas de la puerta del Portillo, se formó una comitiva encabezada por los Voluntarios de Aragón y por todas las personas venidas con indumentaria de época y caminamos todos juntos hacia la Aljafería donde se haría el depósito de claveles simulando la entrega de armas.
Estando ya en los jardines de la Aljafería, delante del simbólico olivo milenario, recordamos ese momento dramático en el que la guarnición de Zaragoza se enfrenta a las tropas napoleónicas que estaban allí formadas para dejar las armas delante de ellas cumpliendo los términos de la capitulación. Podemos imaginar la amargura y el sufrimiento de la gente en ese momento tan triste, después de tantos combates, después de todo el sacrificio, llegar al instante de tener que decir que todo ha terminado, que todo se ha perdido y que, aún así, hay que apretar los dientes y hay que continuar. Es conveniente escuchar la grabación en la que nos describe Lejeune como ocurrieron estos hechos.
Resumen de la carta que el Mariscal Lejeune manda al emperador contándole como ha sido todo lo que ha pasado en Zaragoza. Ellos no conciben, no han conocido esta forma de guerra, él está horrorizado, un veterano de muchas campañas en Europa ha visto muchos horrores pero de otro tipo, nunca lo que ha pasado en Zaragoza. Debían intentar, en las cartas que le habían ido mandando periódicamente al emperador, ponerle al día de lo que ha ocurrido y finalmente, cuando ya la ciudad capitula, le hace un resumen del horror que ha encontrado en la ciudad de Zaragoza. Le cuenta lo que ha hecho la enfermedad del tifus, el desastre de la ciudad arrasada por los bombardeos, la defensa llevada a cabo hasta límites increíbles por los militares y civiles, cosa que no han encontrado en ningún lugar de Europa. Finalmente, entre tanto horror, concluye con una frase que resume lo que fue el Sitio de Zaragoza y la Guerra de Independencia. Cuando ellos entran, acaba con esta frase: “Ha sido una victoria sin honor”.
Seguidamente continuó el acto con unas palabras del Párroco del Portillo, R.V. Jesús Jaime Navarro, en recuerdo de todos los que murieron en aquellos combates de los Sitios de Zaragoza.
A Ti, Dios de la paz y de la misericordia te alabamos, a Ti Señor abrimos en esta mañana nuestros corazones, que venga el alba y el día de tu sonrisa, Dios camino de verdad y vida de todos los pueblos.
Padre nuestro y Señor de la historia, Alfa y Omega de todos los tiempos en este día te presentamos a todos los vencidos, a todos los que murieron. Te presentamos a todos los que sembraron sueños y están muertos con un bocado de esperanza amarga en la garganta.
Te presentamos a todos los que resistieron en medio de la noche, que el alba luzca para ellos en un cielo y una tierra nueva, que nazca finalmente el octavo día, Dios, el día de Tu sonrisa.
Dios de misericordia y amor, Dios de vivos, resurrección y vida nuestra, ponemos en esta mañana, en tus manos amorosas, a todos nuestros hermanos, dales la paz, el descanso y la felicidad eternos. Amén.
A continuación, y siguiendo la tradición, todos los participantes y asistentes al acto hicieron un recorrido circular pasando por delante del olivo milenario para depositar los claveles en fervoroso homenaje de aquellos héroes y heroínas que defendieron Zaragoza.
Por último, el Presidente de la Asociación Cultural los Sitios de Zaragoza, Gonzalo Aguado Aguaron dio por finalizado el acto con unas palabras en las que recordaba una vez más “la rasmia de los defensores de Zaragoza, para levantarse después de semejante dolor, después de semejante amargura, para volver a recomponer sus vidas, volver a reconstruir la ciudad y volver a construir la Zaragoza que conocemos nosotros hoy. Creo que tenemos mucho que aprender de nuestros antepasados, de lo que hicieron, de lo que fueron capaces de hacer todos juntos y de la fuerza que tuvieron para volver a levantarse. Yo me quedo con ese recuerdo. Espero que nos podamos seguir viendo en próximos actos que realicemos en la asociación, así que muchísimas gracias a todos por haber venido”.
Como en otras ocasiones, nosotros quisimos recabar el testimonio de algunas de las muchas personas que recreaban en este acto, con sus trajes de época, el paisanaje de Zaragoza a principios del siglo XIX. Para ello hablamos con el matrimonio formado por Miguel Ángel Lázaro Royo y María José Laguardia Fustero, dos personas encantadoras, pertenecientes al Grupo Paseos al Pasado, de la Asociación de Vecinos Fernando el Católico y fieles participantes en todos los actos que organiza la asociación. Nos fijamos que lucían ambos una condecoración en el pecho, les preguntamos por ella y también quisimos conocer su opinión acerca del acto. Esto es lo que nos dijeron, María José: es una condecoración que el Rey Fernando VII concedía a los defensores de Zaragoza. Esta concretamente pertenece al primer Sitio, y esta otra pertenece al segundo Sitio, eso es lo que reza el reverso, figurando en el anverso la Virgen del Pilar; Miguel Ángel: No es la primera vez que las llevamos, las hemos lucido en otras ocasiones, y siempre que hay un desfile las llevamos. María José, Esperamos que esto se celebre todos los años, que no se olvide nunca que aquí hubo muchos defensores y defensoras que dieron su vida por defender Zaragoza, y que nunca jamás se olvide a estos defensores. Nosotros estamos aquí para recordarlo cada año.
Pues con el testimonio de Miguel Ángel y María José ponemos término a esta crónica sobre unos más de los muchos actos que la Asociación Cultural los Sitios de Zaragoza organiza cada año para mantener vivo en la memoria colectiva de los aragoneses, y de todos, el recuerdo de lo que fueron los Sitios , la mayor gesta heroica protagonizada por la Inmortal Ciudad de Zaragoza a lo largo de toda su dilatada historia.
Fotografía: Fernando Sánchez