El pasado 10 de noviembre de 2022 tuvimos el placer de asistir a la conferencia titulada FRANCISCO DE GOYA Y SU PASIÓN POR ENNOBLECERSE, impartida por D. Carlos de Corbera y Tobeña en el Salón de Actos del Museo del Teatro Romano de Zaragoza.
Dio comienzo a las 19.00 horas con la intervención de Don Armando Serrano Martínez, Secretario de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, quien hizo la siguiente presentación: Pasamos ya el ecuador del Segundo Ciclo de Conferencias organizado por la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis y el Ayuntamiento de Zaragoza, y el título de la conferencia que nos ha traído hoy aquí es “Francisco de Goya y su pasión por ennoblecerse”, de Carlos Corbera. Carlos, a pesar y sobre todo, por ser académico, es buen amigo, hace ya bastantes años que nos conocemos, nos presentó un amigo en común, que por cierto ha fallecido hace bien poco, Pedro Sancristóval, Académico Correspondiente, un recuerdo también para él.
Hoy tenemos con nosotros, como decíamos, a Carlos Corbera. Es Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza; tiene un Máster en Derecho Nobiliario, Premial, Genealogía y Heráldica por la UNED; es en estos momentos abogado del Ilustre Colegio de Abogados de Huesca y sus trabajos se centran principalmente en la investigación y el estudio de la Nobleza Aragonesa y la Heráldica Municipal y Civil de Aragón.
Se ha centrado muchísimo en la historia y etnología de la comarca donde nació, en La Litera de Huesca, y en el año 2012 recibió el prestigioso premio Dragón de Aragón, de la Institución Fernando el Católico, a propuesta de la Cátedra del Barón de Valdeolivos. Entre sus publicaciones y colaboraciones cabe citar sobre todo, El Nobiliario de La Litera; Las Familias Nobles de la Comarca de Litera; La Heráldica en la Iglesia Parroquial de San Gil, preciosa publicación por cierto; La Naturaleza Heráldica Municipal; Las Cruces del Término de La Litera. En el año 2018 participó en los actos de los distintos aniversarios que se celebraron en la ciudad de Zaragoza, con una preciosa publicación sobre el año de la conquista de la ciudad de Zaragoza en el año 1118.
La Academia lo nombró hace ya varios años Delegado de la Academia en la Comisión Provincial de Patrimonio de Teruel, con lo cual la Academia tiene plena confianza en su forma de trabajar, que sabemos es una forma de trabajar excelente. Aparte de ser académico de la de San Luis, es socio académico de la Pontificia y de la Real Academia Bibliográfica de Lérida; es Académico Correspondiente de la Matritense de Heráldica; miembro del Centro de Estudios Literanos; miembro de la Sociedad Catalana de Genealogía.
Como ven, tiene un extenso currículum y no quiero extenderme más, voy a dar la palabra a Carlos que seguro que nos va a dar una sesión maravillosa de ese otro punto de vista de Goya. No solo existe el Goya pintor, el Goya artista, sino también ese Goya humano que, como tantos otros, también quería ennoblecerse, y todos los caminos que llevó el bueno de Francisco para intentar demostrar esa Hidalguía Aragonesa.
Tomó la palabra Don Carlos de Corbera y Tobeña y he aquí un resumen de su intervención: Muchas gracias Armando por tus palabras de presentación y por tu amistad, como has dicho. Muchas gracias a todos ustedes, señoras, señores, amigos por estar esta tarde aquí, y gracias al Excelentísimo Ayuntamiento de Zaragoza y a la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis por la invitación que me hizo para hablar esta tarde aquí sobre Don Francisco de Goya y su pasión por ennoblecerse o, mejor dicho, su pasión por demostrar fehacientemente su nobleza, pues hay que decir ya desde un principio y de forma rotunda que Francisco de Goya era noble y, como se dice en términos genealógicos, por los cuatro costados.
Hablar de Goya y decir Goya y pasión, yo creo que es lo mismo. Goya tuvo una vida apasionante y todo lo que hizo en la vida lo hizo poniéndole mucha pasión, también en este tema como veremos, de buscar sus orígenes y poder demostrar su nobleza.
De Goya creo que se ha dicho ya casi todo, y se ha escrito muchísimo más, siendo sin duda el aragonés más estudiado y documentado en la actualidad. Y también respecto a su genealogía, a su ascendencia, a su descendencia, y a su nobleza se ha escrito y tratado aunque en una menor medida y, hasta hace pocos años, diría también que de forma equivocada y cayendo en los mismos errores que hicieron que Don Francisco de Goya no viera reconocida su nobleza en su época.
De 1858, tan solo cuando habían transcurrido 30 años de la muerte de Goya, es la primera monografía que se publica sobre el pintor, y en ella se hace constar ya los orígenes de Goya, pero se le da como oriundo de una familia, los Goya, de Fuendetodos, donde había nacido. Y se forja la leyenda de un Goya humilde y ocupado en las labores de pastor, que nace al mundo del arte casi por casualidad, de forma espontánea. Esta idea será seguida por los restantes autores que la biografían posteriormente y es totalmente errónea.
La familia que era de Fuendetodos era la de la madre, los Goya eran una familia que estaban asentadas ya desde tres generaciones anteriores en la ciudad de Zaragoza. El hecho de que Goya naciera en Fuendetodos fue casi circunstancial. Ese mismo año y en el mismo mes que tenía que nacer Goya, en 1746, se declara en la ciudad de Zaragoza un brote de cólera y la familia creyó que sería mejor, más fácil y más cómodo, trasladarse al pueblo de la madre para dar a luz allí, porque los demás hermanos de Goya, los anteriores y los posteriores, nacieron en Zaragoza. No será hasta el año 1928, cuando se celebra el Primer Centenario de la muerte de Goya, cuando unas plumas del ámbito de la Genealogía y la Nobiliaria y, hay que decirlo, aragonesas, se dedicaron a buscar los orígenes de Goya, harán la genealogía, y hay que citar aquí a Don Mariano Pano y Ruata, y al Barón de Valdeolivos, que fueron los primeros que empezaron con este tema y, diré, que no siempre acertadamente pues cayeron en los mismos errores que hicieron fracasar la empresa nobiliaria de Goya, como veremos.
Habrá que esperar pues, ahora hasta 1946, cuando se vuelva a celebrar el Segundo Centenario del nacimiento de Goya, cuando ya encontremos unos estudios más realistas, en el sentido de que se descubre ya la verdadera genealogía de Goya y la condición nobiliaria. Se publicarán en Madrid por el Marqués de Saltillo y será una publicación de corta tirada, se llamaba Miscelánea Madrileña y no sé si pasó de los cien ejemplares, es decir tuvo muy poca repercusión. Juntamente con él, otro aragonés, Adolfo Castillo Genzor, será quien centrará el asunto, le dará luz y quedará constatado los orígenes guipuzcoanos de la familia Goya y se demostrará las verdaderas líneas genealógicas de Goya y la nobleza del mismo. Finalmente, hay que destacar la publicación del facsímil del manuscrito que estaba inédito sobre el linaje de Goya que, con la certificación de nobleza, se expidió en 1831 a favor del hijo de Goya, Francisco de Goya y Bayeu, y el estudio del documento que dirigió el recordado Profesor Don Guillermo Redondo Veintemillas y publicó en 2009 la Institución del Justicia de Aragón.
Aquí tienen ustedes un cuadro genealógico sacado de una publicación de Adolfo Castillo Genzor, que publicó en el año 58 la revista Hidalguía, donde aparecen ya la primera generación que se conoce de Goya, Esteban de Goya, originaria del caserío de Cerain, en Guipúzcoa, y los diferentes hijos. Se empiezan a dividir las ramas pero, es muy curioso, había más descendencia pero fíjense que en estas tres, se habían separado ya dos ramas. Tres de los miembros pasan a residir en Aragón. Serían los orígenes de las diferentes ramas de los Goya aragoneses. El primero de ellos es Don Pedro de Goya, que viene a Zaragoza en 1602 y casa con Catalina Sacristán. A él le seguirá su hermano, Juan de Goya, quien casará en 1616, en la población de Ambel, y también dará lugar a otra de las ramas.
Y finalmente Domingo de Goya, unos años más tarde, en 1626, casará con María Garitano en la localidad de Fuentes de Jiloca, donde se había trasladado unos años antes porque era albañil y estaba en las obras de la Iglesia de Fuentes de Jiloca. Esta rama tendrá dos hijos, Francisco y Pedro, y Pedro será el bisabuelo de Don Francisco de Goya y Lucientes. Es decir, por esta línea pasaremos a ver la genealogía verdadera de Francisco de Goya.
Quiero que se fijen en el primero que viene a Aragón, los Goya Sacristán, que logran ya en 1659 que se les reconozca su nobleza por la Corte de Justicia de Aragón, y para ello presentan un dictamen relativo a la hidalguía de los dos hermanos, que les otorga las Juntas Generales de Guipúzcoa en 1657. Este documento será considerado como prueba plena de nobleza por las Cortes del Justicia y los declarará infanzones en Aragón. Con esta declaración de infanzones, los dos hermanos entrarían en la Cofradía de Nobles de San Jorge, que después se convertirá en la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza, por lo tanto estuvieron en la institución.
Aquí tienen otro cuadro genealógico de la misma obra, de Castillo Genzor, en el que podemos ver la línea directa de Don Francisco de Goya y Lucientes. Tenemos aquí el primer antepasado común con las líneas anteriores, Domingo de Goya, y aquí a Don Francisco de Goya y Lucientes, su hijo, su nieto y los descendientes.
Pues bien, este tema de la nobleza y de las genealogías, que hoy les puede parecer un poco más ocioso, en la época de Goya era una cosa importante pues como es sabido, durante muchos siglos, la sociedad española estuvo dividida en tres clases sociales o estamentos, el nobiliario, el eclesiástico y el estado llano o popular, cuyos miembros tenían un estatus diferente dependiendo a cual de ellos pertenecían, ya que eran titulares de diferentes derechos y obligaciones. Esta situación se mantuvo hasta los inicios del reinado de Isabel II en que, en un proceso conocido como Confusión de Estados, se abolieron definitivamente las pruebas de nobleza.
Pruebas que eran necesarias hasta entonces para entrar en los cargos concejiles, para entrar en el ejército, en la Armada, incluso para pertenecer a corporaciones y colegios. Dentro de la nobleza, el grupo más numeroso lo constituían los que, en Castilla, se llamaban hidalgos, y aquí en Aragón y Navarra eran los infanzones. Es decir, una nobleza más modesta en recursos económicos, principalmente, que otros grandes títulos nobiliarios, la alta nobleza, que poseían ricos mayorazgos y títulos en Órdenes Militares.
La condición de hidalgo ofrecía una serie de honor, de libertades, de inmunidades y de exenciones fiscales, sobre todo esto, que se transmitían directamente de padres a hijos por línea recta de varón. Y se demostraba por la simple posesión y reconocimiento del título en los casos en que las familias no se movían de la población en los que eran considerados como tales, o si se reclamaba la documentación, porque muchas veces las familias, al cabo de los siglos, por problemas de guerra, habían perdido la documentación, pues como era por reconocimiento popular, no tenían mayor problema.
Ahora bien, cuando pasaba algún miembro de estas familias a otra localidad, principalmente por matrimonios, y querían hacer valer también la condición de nobleza, era cuando empezaban los problemas. Tenía que ir al Ayuntamiento a empadronarse, como se hace actualmente, pero se llevaban dos libros diferenciados, el padrón de nobles y el padrón del estado llano. Como había también la cuestión fiscal, y los nobles no pagaban, la carga de uno más había que repartirla entre los demás y entonces el Ayuntamiento se oponía a esa inscripción. El que pretendía la nobleza debía de probarla y hacer una demanda al Ayuntamiento, e iniciar un juicio que se saldaba en la Corte del Justicia o en la Real Audiencia, más tarde, que se llamaba la Nobleza en Propiedad.
Las consecuencias prácticas de todo esto, como hemos dicho, el plano económico y el plano simbólico. Me inclino a pensar que las pretensiones de Goya no eran por el plano económico, pues siendo pintor de la Corte no tendría problemas, pero sí estaban más en un plano simbólico. Siendo pintor de la Corte estaba vinculado con la familia real, con los primeros Títulos del Reino, con los ministros, y él podía quedar en ese aspecto un poco relegado, pues ese carácter simbólico se materializaba incluso en las precedencias, en los pasos, en todas las ceremonias de la Corte a las que Goya asistía. Y creo que también Goya anheló siempre el hábito de una Orden Militar, de las españolas, Santiago, Calatrava, Alcántara, y Montesa.
Ello al estilo del otro gran pintor de cámara, de la pintura española, Velázquez que, si recuerdan ustedes, en el cuadro de Las Meninas, cuando aparece retratado en uno de los extremos, en el pecho de la casaca lleva la Cruz de Santiago, porque era Caballero de la Orden de Santiago. Y este estatus no concedía por otro lado ni dineros, más que nada rentas económicas, que tampoco ello fue impedimento nunca para demostrar la nobleza, y así podemos decir que la familia de Goya, siendo nobles, su padre era maestro dorador, y su abuelo notario real, es decir unas profesiones que económicamente tampoco eran muy desahogadas. Y el bisabuelo y el tatarabuelo, como hemos visto, que viene a Aragón, eran maestros de obras, que podíamos considerar unos albañiles cualificados. Y el padre de Goya, en cuestiones económicas, está documentado, que contrajo numerosas deudas, tuvo que solicitar diversos préstamos, sufrir embargos y altibajos profesionales continuos y, cuando falleció, está cotejado en la partida de defunción, que dice: no hizo testamento porque no tenía dinero.
Pero salvado esto, hay que repetir que Francisco de Goya era noble por los cuatro costados y además gozaba de las dos clases de nobleza que actualmente todavía existen, la nobleza de sangre y la nobleza personal. La nobleza de sangre como descendiente de una familia avecindada en Guipúzcoa, que gozaba de la hidalguía universal, que en esos territorios se había declarado a todos los habitantes del País Vasco por un tema, más que nada, de asentamiento de población en el territorio. Y después, por parte de los linajes maternos, los Lucientes y los Salvador, también era noble, pues los Lucientes, su abuelo Don Miguel de Lucientes y Navarro había probado, ya a la edad de ocho años, su condición de nobles, el 3 de octubre de 1697, en un reconocimiento de la Corte del Justicia, que le alcanzó porque estaba dentro de la solicitud que había presentado su padre, Miguel de Lucientes y Morillo. El miembro de este linaje, más antiguo del que se tiene noticia, que ya es considerado noble, es Don Juan de Lucientes, natural de Uncastillo, donde fue armado Caballero en 1466.
Y en cuanto a los Salvador, que es el otro de los linajes de Goya, podemos precisar que Gregorio Salvador, sexto abuelo de Don francisco de Goya, ganó su salva de infanzonía ante la misma Corte del Justicia en 1556, aportando que la había obtenido un hermano de su padre, unos años antes, en 1527, por lo tanto no está discutida, de ninguna manera, la nobleza de sangre de Goya. Pero además, Goya gozaba de nobleza personal por ser Académico de Número de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, que otorgaba y sigue otorgando esta condición, y por ser Caballero de la Real Orden de España, que le otorgó el Rey José 1º, hermano de Napoleón.
Ahora bien, con estos antecedentes, Goya lo que quiso hacer es demostrar fehacientemente esta nobleza, y para ello solicitó el reconocimiento oficial de su infanzonía.
Y encontramos que en 1790 da poderes para pleitos a tres procuradores de la Audiencia de Zaragoza, Don Miguel Antonio Tolosana, Juan Bautista Sebastián, y Severo Payán, y dice la escritura notarial en la que otorga los poderes: “por D. Francisco de Goya, Pintor de cámara de S.M., vecino de esta Corte, por sí, y como padre legítimo administrador de la persona de D. Francisco Xavier de Goya y Bayeu, su hijo menor con la finalidad de que pongan Demanda de propiedad, y posesión correspondiente acerca de la notoria Hidalguía de Sangre que le pertenece como nieto de Pedro de Goya y Sacristán, que la obtuvo y probó legítimamente, cuyos autos pendieron en la audiencia, mediante que el otorgante no se halla actualmente en posesión de dicha Hidalguía por haber faltado de su Patria desde su tierna edad, presentando en caso necesario los papeles conducentes hasta obtener la correspondiente Executoria; y a este mismo efecto y además que pueda convenir pongan, y sigan cualesquiera pleitos recursos y pretensiones…”
A los pocos días, el 14 de abril, Goya expide un nuevo poder, que es mucho más amplio, a favor de los mismos procuradores, pero que extiende el campo de acción de las gestiones fuera de la Audiencia de Aragón. Ya debió sospechar Goya las primeras dificultades que este asunto le iba a entrañar. Y para seguir el discurrir de ello hay que ir a las cartas que tuvo Goya con su gran amigo Martín Zapater, al que encarga que se ocupe personalmente de este asunto. En concreto, son tres cartas en las que habla de este tema. La primera es muy significativa pues está fechada en diciembre de 1790. Goya le dice a Zapater, “dime algo de mi genealogía, si te ha dicho algo, no porque corra ninguna prisa”. Si se fijan, digo que es la más curiosa porque está fechada en diciembre de 1790, antes de otorgar los poderes para el pleito, por lo que demuestra que Goya llevaba tiempo con este asunto y buscando como demostrar su nobleza. La siguiente de las cartas es del día 7 de marzo de 1792 y Goya manifiesta a Zapater, aludiendo a unos dineros que tenía pendientes con él, y le dice: “supongo que me habrás cargado a mi cuenta los cuatro duros de Lerga, como lo que hayas gastado con aquel buen sacerdote y lo que haya ocurrido en mi infanzonía, apúntalo todo que yo también lo hago”.
Y el día 14 del mismo mes, Goya escribe a Zapater diciendo: “me alegro se adelante el asunto de la infanzonía que ya me tenía un poco retorcido”. Esta respuesta, parece que en este período del 7 al 14, Zapater ha escrito a Goya diciéndole como van las gestiones con la infanzonía y él contesta a esta carta intermedia que debe existir entre Zapater y Goya.
Pues bien, esto nos da idea de cómo fue surgiendo toda la historia.
Pero estas referencias a la infanzonía de Goya, con la correspondencia de Martín Zapater y de los poderes notariales hay que complementarlos con otros cinco documentos muy interesantes que hablan sobre la misma cuestión y que también se hallaban entre los papeles de Zapater, que hoy se conservan en el Museo del Prado y que dio a conocer, en los años 60, el que fue director del museo, Javier de Salas. En estos papeles aparece un recibo de Bernardo Ariño, librado en Zaragoza el 25 de abril de 1792 a Miguel Antonio Tolosana, el procurador al que Goya Había dado poderes, por importe de 96 reales en concepto de las diligencias practicadas en las investigaciones familiares del pintor. Y, lo que es más interesante, una carta de Manuel del Villar, que era un procurador que habían buscado en la ciudad de Pamplona, fechada el 2 de julio de 1792, con una nota sobre las hidalguías guipuzcoanas que habían ganado las diferentes ramas de los Goya y un árbol genealógico con comentarios al mismo. Hay que decir que la genealogía que compuso Villar para Francisco de Goya, hasta el cuarto abuelo, es totalmente correcta, están muy bien definidos los enlaces. Sí que es cierto que no están exactamente las fechas de bautismos y matrimonios pero, para lo que en la época se podía obtener, este árbol genealógico es correcto, pero la investigación se corta en este punto y no continúa.
Probablemente fue porque los procuradores de Zaragoza y el de Pamplona, no tenían la habilidad suficiente de moverse en el mundo de las genealogías y de la nobiliaria, y no supieron acabar de hacer las acciones pertinentes para desenmarañar las diferentes líneas de Goya, y dar con la documentación, que estaba muy cerca. No hacía falta ir a Pamplona ni a Guipúzcoa, lo tenían en la propia Audiencia de Zaragoza. Cuando se habían tramitado, años antes, en 1659, se conservaba la escribanía de Bernardo Sanz de la Cuesta, en Zaragoza, que era el que había tramitado esos autos de nobleza de los Goya-Sacristán, recuerda que en 1659 ya la obtuvieron y que lamentablemente desapareció unos años más tarde en el incendio que sufrió el Palacio de la Audiencia durante la Guerra de la Independencia, pero que en esa época en la que se realizaban las gestiones sí estaban. Hubo un problema muy habitual en las investigaciones genealógicas, que es la asociación de líneas equivocadas, y la homonimia. Lo que intentaron hacer desde un primer momento los procuradores y el propio Martín Zapater fue, como conocían la declaración de nobleza de esos primos segundos, que eran los Goya-Sacristán, intentaron por todos los medios enlazar con ellos pero de forma directa. Tenían que haber subido dos generaciones y hacer lo que en genealogía se llama “un sifón” , y hubieran enlazado, les hubiera servido la misma prueba de nobleza que se había presentado en 1659. El otro problema fue la homonimia. Si se fijan, todos se llamaban Pedro, Francisco…se repiten los nombres y de los apellidos en esa época solo se consignaba el primero, el segundo no se establece en España, ya de forma oficial, hasta la instauración del Registro Civil en 1871, es decir 120 años más tarde de todo esto.
Por tanto les fue muy difícil acabar de desenmarañar las líneas, que fue el principal problema. Un problema que a día de hoy sigue sucediendo.
En este punto hay que enfocar las palabras de Miguel Antonio Tolosana, el procurador, que dirige a Martín Zapater cuando ya desisten de la empresa y que le dice: “también acompaña la otra nota que tengo por inconducente y la cuenta que satisfice a Bernardo Ariño, encargado de las noticias, que nos han servido para poco, aunque sí para desengaño de exponer a Don Francisco a un disgusto con la inclusión que intentaba“ . Así pues, podemos concluir que Don francisco de Goya no alcanzó el reconocimiento de su nobleza, que tanto ansiaba y tanto deseaba, pero lo que sí hizo fue transmitir a sus herederos las pretensiones nobiliarias.
Y, tan solo tres años después de la muerte de Goya, en 1831, es su hijo, Javier de Goya y Bayeu el que logra el reconocimiento de la hidalguía porque en vez de ir con unos procuradores de los tribunales, va directamente a un Rey de Armas, que era el Cuerpo oficial especializado para las búsquedas genealógicas, certificaciones genealógicas y certificaciones de Escudos de Armas. Era un oficio palatino que llevaba desde el siglo XVI y que, a día de hoy, todavía existe. No se han convocado las plazas desde el año 42, creo, y el último Rey de Armas español murió en 2005, Don Vicente de Cadena y Vicent, pero el oficio no está abolido, sin embargo no se han vuelto a convocar nunca más plazas. Lo que hace Javier de Goya es ir a buscar a un Rey de Armas, que era el experto en genealogía, y el que le desentraña y desenmaraña todo el asunto genealógico y puede reconocer oficialmente la nobleza del linaje. También, como curiosidad, decir que el rey de Armas que tramitó esta documentación fue Don Antonio de Rújula y Busel. Los Rujulas fueron una familia que, al menos en cuatro o cinco generaciones, se dedicaron al oficio de Reyes de Armas, y tienen origen aragonés.
El hijo de Goya ya ha probado la nobleza del linaje y su nieto da un paso más y pretende un Título nobiliario. Si Goya es el máximo exponente y la luz del linaje, el nieto diríamos que era todo lo contrario. Intenta por todos los medios conseguir un Título nobiliario y compra el Título Marqués Conde del Espinar. Naturalmente este despropósito no le lleva a ningún término y no logra nunca reconocerlo oficialmente, pero si lo utiliza extraoficialmente y toda la vida se titulará Marqués Conde del Espinar. Es la antítesis del abuelo, y lleva una vida desordenada, que acaba con la ruina familiar. Tiene incluso que vender, para subsistir las últimas obras de arte que tiene su abuelo y vende incluso la célebre finca, “La Quinta del Sordo”, en Madrid, para poder sobrevivir.
Tiene que marcharse de la capital y se aloja en un pueblo de la sierra de Madrid llamado La Cabrera, donde seguirá viviendo su familia. Una nieta suya, en los años 40, vive en tal precariedad que, los pintores españoles, tienen que hacer un homenaje para poder ayudarle económicamente. Con Don Mariano de Goya se acaban las pretensiones nobiliarias de la familia de Goya, como ven.
Pero esta frustración de Goya que sin duda debió sufrir al no ver alcanzada la pretensión del reconocimiento de la nobleza, podemos decir que dio también sus frutos, no los que esperaba el pintor, los frutos genealógicos y para el mundo nobiliario, pero sí unos frutos importantes para el mundo del arte pues Goya volcó su frustración y se desahogó de todo este tema, que le debió disgustar enormemente, en este Capricho número 39 que, como ustedes conocen, es el que representa a un burro que va vestido con casaca y calzón, y se encuentra sentado cómodamente en una especie de trailero, y que tiene apoyado sobre la mesa un libro en cuyas páginas abiertas figura una genealogía de sus congéneres.
Y pueden ver también, en uno de sus laterales, un escudo de armas en el que aparece un burro. Este Capricho se ha explicado siempre como una sátira que hizo Goya al estamento nobiliario, criticando esa vida sin trabajo, que solo se dedicaba a las genealogías, a mirar la historia de sus antepasados, pero yo creo que era un desahogo del propio Goya.
Existen tres grabados en los que, en la parte de abajo, aparecen unas leyendas diferentes en cada uno de los que se conservan en la Colección Ayala, en la Biblioteca Nacional y en el Museo del Prado.
En el de la Colección Ayala, el comentario dice: “a este pobre animal le han vuelto loco las genealogías”; en el de la Biblioteca Nacional dice: “los borricos preciados de nobles descienden de otros tales hasta el último abuelo”; y el que se conserva en el Museo del Prado, que para mí es el más significativo, el que he querido resaltar porque sin lugar a dudas Goya se explaya, dice: “a este pobre animal lo volvieron loco los genealogistas y Reyes de Armas, no es él solo”, en clara referencia al propio Don Francisco. Si que digo que, si Goya hubiera probado su nobleza, la historia hubiera sido naturalmente otra, pero lo que sí es seguro que nos hubiéramos perdido esta obra de arte, el Capricho 39 en el que Goya volcó toda esta emoción de su búsqueda de la nobleza de forma tan apasionante.
Intervino de nuevo Armando Serrano para cerrar el acto, no sin antes recordar que hay otro Capricho en el que se ve a un mono pintando a un burro, que va también revestido con grandes ropajes y que también refleja ese sentimiento de frustración de Goya.
Ponemos aquí fin a nuestra crónica y desde estas sencillas líneas de los Reales Tercios de España, felicitamos a Don Carlos de Corbera y Tobeña por su magnífica conferencia, y le agradecemos su invitación a la misma.